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Teatro

Madres, hijos y veneno

Una escena de 'La distancia', dirigida por Pablo Messiez.

Malformaciones en el feto, abortos espontáneos, enfermedades de la piel, altas tasas de cáncer, vómitos, náuseas, muerte. Hace años que los vecinos de la provincia argentina de Entre Ríos denuncian que la industria de la soja les envenena. Más concretamente, lo hace el pesticida más usado, el glifosato, que los agricultores fumigan sin empacho sobre los sembrados y los jardines vecinos, y que acaba filtrándose a regatos y pozos. La novelista Samanta Schweblin leyó una noticia al respecto —pero podría haber leído decenas— en un periódico y decidió escribir su nouvelle Distancia de rescateDistancia de rescate. Pablo Messiez, nombre emergente del teatro español, se hizo a su vez con la novela, y subió La distancia a los escenarios (del 1 al 13 de noviembre en el Pavón Teatro Kamikaze de Madrid). 

"El tema está manejado de forma muy sutil", dice el director de escena por teléfono, en mitad de un viaje de trabajo, "lo que creo que genera más desasosiego. El mismo que produce saber que, por dinero, se toman unas decisiones que tienen como consecuencia destrozarle la vida a un pueblo". Un asunto que quizás al espectador español le resulte cercano, pero que es una preocupación diaria para las poblaciones de la Pampa argentina que resisten junto a las 18 millones de hectáreas que ocupa en el país la soja transgénica. Es esta, en su variedad Roundup Ready (RR), comercializada por Monsanto, la que provoca el envenenamiento. Es una variedad resistente al glifosato, que acabaría con cualquier plantación que no estuviera modificada genéticamente. Igual que acaba con los animales y los seres humanos. 

Thriller y melodrama

Aunque Messiez reconoce que la inquietud ecologista no fue la única que le llevó a interesarse por la novela. También fue el "manejo de la intriga potente y delicado" de la obra. ¿Intriga? Sí. Tanto la narración como su versión escénica están narradas desde el punto de vista de Amanda, que ha viajado al campo con su hija Nina para pasar unos días de vacaciones. Amanda está a punto de morir. Y David, el hijo pequeño de Carla, que les alquila la casa, trata de hacerle recordar. "Hay que encontrar el punto exacto en el que nacen los gusanos", le dice el niño. "¿Por qué?". "Porque es importante, es muy importante para todos".

'La distancia' de Pablo Messiez

El espectador, al igual que el lector, no sabe por qué va a morir Amanda, ni qué son esos gusanos, ni por qué es importante localizarlos. Schweblin y Messiez alimentan al público con pequeñas dosis de información (¿de veneno?), a medida que Amanda va recordando todo lo que ha ocurrido en los últimos días. Lo resume bien el director: "Esta función empieza como una especie de thrillerthriller y termina como en un melodrama". Porque otra pata de la función es la relación materno-filial que da nombre a ambas obras. La "distancia de rescate" es aquella a la que una madre —los padres están ausentes del texto— calcula que puede mantener entre ella misma y su hijo sin que este último corra daño. "Me paso la mitad del día calculándola", dice Amanda, "aunque siempre arriesgo de más".

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"Cuestiones del mundo"

Esto, además, en un mundo "en el que el peligro está en mil frentes", en palabras de Messiez. La escritura de Schweblin da fe, desde luego, de esta inquietud permanente. "Uno lee la historia, y al principio parece una historia de ciencia ficción. Cuando la lees, te das cuenta de que no hay nada fantástico en absoluto", dice el director. Él traslada ese mundo "enrarecido" arrasando el espacio escénico: apenas hay luz, sumergida como está la escena en el recuerdo de Amanda, y los personajes se mueven por espacios apenas identificados. Unas mesas, unas sillas, poco más. Bajo sus pies, el césped intoxicado. Y Messiez utiliza una cita de Silvina Ocampo: "Lo cierto es más raro". "Tendemos a domesticar la rareza de la cotidianidad, pero solo para no volvernos locos", dice.

Messiez viene de representar La piedra oscura, un texto del dramaturgo Alberto Conejero sobre la Guerra Civil basado en la muerte de Rafael Rodríguez Rapún, último amante de Lorca. Después de dos montajes con claros tintes políticos prepara para final de mes el estreno de Todo el tiempo del mundo en el Teatro Español, una de las salas municipales de Madrid. Esta vez se trata de un texto propio que nace de la historia de su madre y su abuelo, un zapatero de señoras, y que ha elaborado durante un año. "Lo que tienen en común las tres funciones es que el punto de partida son cuestiones del mundo", defiende, "lo político igual es inherente al teatro, si uno lo entiende como lugar de encuentro. Cualquier función que haga, lo sepa uno o no, tiene que ver con lo político".

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