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Mujeres

La heroína en la que nunca piensas

Fotograma de 'Wonder Woman', dirigida por Patty Jenkins y protagonizada por Gal Gadot.

Hace no tanto, pedirle al cine mujeres protagonistas de acción era pedirle peras al olmo: el ambiente social y la taquilla, decían, no estaban para feminismos. Pero, por fin, las heroínas frágiles y tísicas han dejado paso a las supervitaminadas y mineralizadas, las mujeres muleta o refugio han dado un empellón al macho que se apoyaba o asilaba en ellas. Y funciona.

Wonder Woman, la película, es la última demostración. Coincidiendo con su toma de las pantallas llega a librerías de Wonder Woman. El feminismo como superpoder (Errata Naturae). La Mujer Maravilla, escribe Elisa McCausland, "no sólo encarga un ideal feminista; su naturaleza de excepción en el ámbito de la cultura ejemplifica que la historia poco o nada tiene de progresiva. La lucha por hacer visible aquello que nos atraviesa, por enfocar en el verdadero enemigo y vencerlo, es una batalla contra una misma, primero, y contra el mundo después".

En una época de disolución de estructuras patriarcales, el cine se nos llena de superheroínas (las protagonistas de Brave, Star Wars o Mad Max) que en buena medida transitan el camino abierto por WW. "Por lo que es importante, crucial, esta superheroína, es por todo aquello que tuvo y tiene de artefacto alienígena –asegura McCausland–. Una ficción revolucionaria y extravagante, un virus feminista, una heroína de acción".

El padre de la criatura

Se llamaba William Moulton Marston y era psicólogo, inventor del polígrafo y precursor de la teoría DISC, "muy famosa en el ámbito empresarial y, poco a poco, en el educativo", me explica la escritora Clara Peñalver, que se enorgullece de haber hecho una de las primeras adaptaciones al ámbito infantil. Martson, que mantenía una relación de poliamor con dos mujeres muy potentes, dos feministas: su mujer, Elizabeth Holloway Marston (abogada, que participó en la creación de WW) y su exalumna Olive Byrne (sobrina de la pionera de control de la natalidad Margaret Sanger), "fue contratado por el editor Max Gaines como consultor educativo de National Periodicals y All-American Publications". Ahí está la semilla de este personaje diferente.

De él se suele citar esta frase: "Las cualidades fuertes de las mujeres se han despreciado debido a su debilidad. El remedio obvio es crear un personaje femenino con toda la fuerza de Superman más todo el atractivo de una mujer buena y hermosa". Peñalver admite que "hoy en día suena un poco machista, pero es que hay que trasladarla a los años cuarenta de USA, a una época en la que la mujer perfecta era la azafata o el ama de casa". Y comparte un detalle: "Marston inventó el polígrafo, aunque nunca pudo beneficiarse económicamente de él. ¿No te resulta curioso que el arma de Wonder Woman sea el lazo de la verdad?".

Verdad verdadera

Lo cierto es que, pasados tantos años desde la primera aventura de la mujer maravilla, "aunque pueda parecer mentira, seguimos necesitando pioneras. Mujeres fuertes que nos hablen de resistencia, de tenacidad, de coraje y de su manera valiente de enfrentarse a los asuntos diarios", afirma la escritora Pilar Adón, entre asombrada y dolida porque "en muchos espacios se sigue apostando por el modelo femenino de la resignación, el conformismo, la figura de la mujer virtuosa que espera…".

Es importante, insiste, el ejemplo de mujeres que salgan a buscar lo que quieren y que resulten inspiradoras. "Es una cuestión de justicia histórica, de mera realidad objetiva, de modernidad y de razón (valga la redundancia)", coincide Ángela Vallvey. "Pero es que las mujeres, además, son personajes 'maravillosos' para cualquier creador, aportan matices inéditos a la narración, tradicionalmente saturada de 'masculinidad' no siempre bien digerida. Explorar esas facetas es una aventura fascinante, lo que resulta impagable en un mundo ávido de historias, pero también repetitivo, y por tanto anhelante de originalidad".

En definitiva, necesitamos heroínas y no heroínas, necesitamos, "personajes femeninos en la ficción y, sobre todo, personajes femeninos no estereotipados, es decir, no recreados por la mirada masculina" afirma Nuria Varela, cuyo último libro, Cansadas, denuncia las nuevas y sutiles formas del patriarcado para seguir discriminando a las mujeres bajo el velo de la igualdad. "La falta de referentes femeninos, la falta de relato generado por mujeres construye una forma de entender el mundo desvirtuada. Hasta ahora, nuestro imaginario colectivo, en realidad es un imaginario patriarcal, que nos cuenta un mundo básicamente violento e incompleto y eso, en la Sociedad de la Información en la que vivimos, es un lastre para construir un mundo aceptable para las mujeres".

El reto es tan fácil de enunciar como difícil de concretar: "el arte, el cine, la cultura deben representar nuestro mundo –dice Berna González Harbour– y nuestro mundo, aunque muchos lo quieran olvidar, incluye a las mujeres", mujeres "con su eficacia, sus errores, sus deseos, sus conquistas y no solo como eterno objeto de deseo o maldición".

La excusa de la taquilla

Decíamos arriba que una de las razones por las que el cine nos escatima protagonistas femeninas es la idea extendida de que no son rentables. Extendida pero falsa, asevera Vallvey, "y la experiencia lo demuestra taquilla en mano. La inolvidable sargento Ellen Ripley, de Alien, podría dar fe de ello. En literatura, Madame Bovary, la Regenta o Anna Karenina, por ejemplo, son personajes clásicos preciosos, intemporales y seductores, que superan con creces a otros masculinos. Y más recientemente, verbigracia, Lisbeth Salander, de la saga Millennium de Stieg Larsson, ha creado una escuela con incontables imitadores, una evidencia que prueba que se trata de un personaje poderoso, capaz de seducir a las masas".

Al cabo, podría ser que esa creencia fuera cosa de hombres, de quienes, dice Nuria Varela, tienen el dinero, manejan los presupuestos y, por lo tanto, deciden lo que interesa y lo que no. "Son tantos siglos teniendo el poder que están convencidos de que el universo masculino es el 'neutro', el 'universal', que interesa a todo el mundo cuando la verdad es que es bastante aburrido estar viendo y leyendo sobres sus problemas, sus fantasías, sus frustraciones…".

Dicho de otro modo, y por Pilar Adón, la figura del héroe sigue interesando al 100% de la población mientras que la figura de la heroína sólo interesa, en el mejor de los casos, al 50%, "la figura del héroe es universal mientras que la de la heroína es particular. Como ocurre con todo lo masculino y lo femenino. El lenguaje tiene mucho que ver con esta manera de entender la realidad". En este punto, evoca a  Virginia Woolf, para quien el machismo no sólo es una tragedia para las mujeres; también para los hombres, que reciben una educación basada en la desigualdad. "Con heroínas que despierten la atención tanto de mujeres como de hombres (siempre que esa atención no se base en cómo van vestidas las heroínas), creo que se puede llegar a un mayor entendimiento y respeto".

Volviendo al terreno literario, "ocurre –es Varela quien habla– que los hombres no leen libros escritos por mujeres, tampoco los reconocen, ni los premian, ni los consideran dignos de estar en el canon pero las mujeres leemos mucho y por lo tanto, sí hay montones de personajes femeninos de referencia". Ángeles Caso no puede estar más de acuerdo, las mujeres no sólo leen más sino que participan mucho más de toda la actividad cultural. "Y, aunque sea un poco básico, a quien lee un libro suele gustarse identificarse con los personajes. Las editoriales más comerciales lo saben muy bien".

En ocasiones, la heroína es la escritora

Denuncia Caso que en el programa de literatura española de nuestro bachiller "el Ministerio de Educación solo incluye a dos escritoras, Rosalía de Castro y Emilia Pardo Bazán. Ninguna del siglo XX, por ejemplo. ¡Ni siquiera Santa Teresa, grandísima como escritora! Creo que eso es muy significativo". Admite que, en general, han gozado de más visibilidad que las artistas a las que ella reivindica en su nuevo proyecto, Grandes maestras, "pero no tanta como parece".

La constatación no es sólo cosa de mujeres. "Quien observa y es consciente de la notoria desigualdad entre hombres y mujeres debe posicionarse nítidamente a favor de la igualdad –asegura el escritor y editor Fernando Marías–. En todos los campos: posicionamiento contra los asesinatos de mujeres por supuesto, pero también posicionamiento contra la discriminación en, por ejemplo, el mundo de la cultura. No hay término medio: o estás con la igualdad o estás contra ella".

Wonder Woman, el tótem feminista

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Su propuesta es un proyecto aún en preparación: Hnegra, 22 relatos de género negro escritos por autoras, protagonizados por mujeres, cada uno con una ilustración original. El libro lo publicará Alrevés, y la fusión de relatos/ilustraciones se convertirá en exposición itinerante con primera parada en Granada Noir. "La novela negra y el cine negro clásicos relegan a los personajes femeninos al papel de mujeres fatales o, como mucho, novias redentoras. Eso ha cambiado (no del todo, pero ha cambiado o está cambiando) y nos pareció interesante dar este espacio a las heroínas de género negro y lógico y natural que fuesen mujeres quienes las creasen".

González Harbour, que se mueve por esas regiones, admite que ni Conan Doyle ni Chandler, por ejemplo, crearon heroínas literarias de ficción, "eran tiempos de pura masculinidad. Sí lo hizo ocasionalmente Agatha Christie con Miss Marple, pero las mujeres eran excepción". Ya no. Sólo en España, las librerías acogen las investigaciones de "Amaya Salazar de Dolores Redondo, la juez Mariana de Marco de José María Guelbenzu, Petra Delicado de Alicia Jiménez Bartlett o mi comisaria Ruiz", que acaba de regresar con Las lágrimas de Claire Jones (Destino).

Al cabo, ¿heroínas por qué? "No se trata de 'por qué' sino de 'para qué' –me corrige Clara Peñalver–. Para romper con el desequilibrio, para que la ficción se convierta en un reflejo de la realidad o, quizá al revés, para que la ficción acabe removiendo las entrañas de una sociedad repleta de mujeres con altas capacidades pero carentes de voz. Para poder conversar, por fin, sobre ficciones y personajes, cobre realidades personas, para poder dejar atrás las etiquetas de género".

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