Los libros

Liberar a los esclavos

Manumisión, de José Cabrera Martos.

Juan Carlos Abril

ManumisiónJosé Cabrera MartosValparaísoGranada2017Manumisión

 

En Manumisión, el último libro publicado por José Cabrera Martos (Jaén, 1977), no falta de nada de lo que se suele pedir a un buen poemario. El poeta sabe estimular el interés del lector, en primera instancia, a través de la profundidad de campo, de la mano de puntos de fuga argumentales, salpimentados con chispas continuas de juegos verbales, sin faltar el humor (véase por ejemplo «Casa tomada (Canciones del hombre desahuciado ante los relicarios y el ciprés granadino de san Juan de la Cruz)» (pp. 28-30)], y la fantasía asociativa en el mejor sentido freudiano, creación en estado puro y, en muchas ocasiones, sorpresas como regalos retóricos de imágenes, aliteraciones, encabalgamientos, etc. De la mano de estos ingredientes, con un poema introductorio titulado «Elogio de la mediocridad y de la muerte (Parques infantiles de esferas)», a modo de poética erotanática se alude a «la ansiedad de un fuéramos (de un somos o un nacer) / por un instante y en cadena» (p. 11). Como nacimiento, anunciación o «manifiesto», la aurea mediocritas sirve de telón de fondo para adentrarnos en el universo semiótico de Manumisión, esta particular semiosfera donde el emblema «acción y efecto de dar libertad a un esclavo», repetido hasta en cuatro ocasiones (pp. 7, 15, 31 y 53, cada una con añadidos que, como variantes, van aportando distintos prismas al conjunto), espolea las tres partes, el desarrollo temático del volumen, y su culminación.

En poesía nada es gratuito, y una reiteración marca enfáticamente un aspecto necesario que se quiere resaltar por algo. En «I. La tempestad doméstica (Tormentas y burbujas de interior)», la primera sección del libro, se nos habla del tiempo, «Acolchado de relojes, almohadillas y revoluciones» (p. 19), entre la indecisión y un tiempo gris en el que el personaje no sabe por qué huye, ni de qué (ibíd.), para pasar al momento de la explosión inicial, «Pintura de interiores (Diálogo de acrílicos para la supervivencia bajo el síndrome del nido limpio)» (pp. 20-22), un largo poema en el que una pareja, que está pintando la casa, acaba enzarzada felizmente en los brazos del amor: «Tras la vuelta del trabajo, regresamos rituales al desnudo / sin palabras, por supuesto hemos bajado / las persianas y empuñamos el rodillo / cada uno en nuestro lado hasta caer / abandonados / sobre el suelo. Al despertar / con la espátula raspamos la esperanza / para la monotonía de los días laborables.» (p. 21). Y concluye: «Los relojes volverán a detenerse / cuando abramos otra lata de pintura» (p. 22). En la composición del poema se aúnan detonación verbal, cromática y concepción del ser que poblará las páginas de la tercera parte, «III. Preparativos para un viaje de espumas (La presencia interior)», bebé que trae la cigüeña común (de «Latir urgente azul», p. 56), y al que se saluda en «Encantarañublado» (p. 58) con un intertexto de Juan Antonio González Iglesias: «Tu piel no lleva escritas las mentiras del mundo» (ibíd.), en clara referencia a la pureza del recién nacido. La poesía es el dispositivo que vehicula todo esto, como creación verbal, correlato de ese bebé recién nacido, esa criatura o «animal perdido» (p. 59) y encontrado tras los dolores previos al parto que acabó estallando y provocando un «manantial de leche» (ibíd.). De ahí ese núcleo que desencadena —literalmente— esa acción y efecto de manumitir, ya que, en teoría, y frente a las tradicionales opiniones sobre la esclavitud de los padres frente a los hijos, José Cabrera Martos nos plantea un relato distinto, opuesto totalmente: el feliz descubrimiento de su singular manumisión a través de su paternidad. Así, en la segunda sección del libro, «Razones para elegir un lunes como comienzo de la eternidad (La rebelión global de los libertos)», se encuentra la clave, ese elemento nodal que nos explica cómo a partir de la tensión erotanática —vital y verbal— se desliga el sujeto poético de sus ataduras…

Pero esto, que es solo un anticipo de lo que Manumisión nos ofrece, lo dejamos para que los lectores lo descubran. Baste decir que su poema final, «Perito Moreno», es un estallido mineral y terrestre de todo lo que hemos explicado, amplificado por el grito del glaciar, a modo de canción de cuna. Aquí lo reproducimos íntegro para comprobar su alcance simbólico. José Cabrera Martos nos ha entregado un libro deslumbrante que merece la atención de los lectores de poesía en lengua española. Garantizado. No decepcionará a nadie.

  Perito Moreno

Perito Moreno no es como tú,

ni como yo. Con un dedo de miles,

de millones de habitantes

iluminando la noche podemos

desmoronar su cristal

interminable en un lago,

apagar lo idéntico contra el aire

sin esfuerzo apenas y lo distinto

en la extensa lentitud

de la aguja, la ballena, el azul…

Perito Moreno no es

como tú, ni como yo

—la personificación es la prueba

fiel del antropocentrismo—.

Nosotros no somos, solo nacemos

para ver la edad final del relámpago

con los pies colgando en el

vacío.

Él es, permanece

como lengua azul que cruje en los mares

cortantes del vendedor de sandías.

Perito Moreno no es como tú,

ni como yo. En su ciudad de cristal

la agitación del silencio es

un cóndor que pasa, la multitud

un puma que acecha en la transparencia

de los edificios del leñador

del hielo antes que acuda

a envenenar los azules

y guarde añiles turquesas

en el adiós de un pañuelo.

Perito Moreno no es

como tú, ni como yo.

Es un parque natural donde juega

el adulto con sandías polares

y el niño ve el verde azul tacto o ruido

de las manzanas quebradas y sorbe

clepsidras de helado, el viejo

bosque de plata las trae por salvar,

detenido en alfileres,

el secreto del mamut.

Perito Moreno no es como tú,

ni como yo. Es la planicie de oxígeno

azul que respiras. Crece

donde se extienden los líquenes grises

concéntricos en las piedras,

como estanques de la luna.

¿Hacia dónde te dirigen apenas

respirando? ¿Qué secreto te esconden?

Perito Moreno nunca es como tú o como yo,

ni es una ciudad, ni un parque:

Es un corazón que se hunde en el mar.

El negrero confeso

El negrero confeso

Es el llanto de un glaciar derritiéndose.

*Juan Carlos Abril es poeta y profesor de Literatura. Su último libro es Juan Carlos AbrilLecturas de oro. Un panorama de la poesía española (Bartleby, 2014).

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