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Tasar más el capital que el trabajo: la última iniciativa de Suiza

El presidente suizo, Ueli Maurer.

Romaric Godin (Mediapart)

La ventaja de la democracia semidirecta suiza es que permite plantear ciertos debates molestos que los grandes partidos desearían evitar. Los Jóvenes Socialistas Suizos (JSS o Jusos) han registrado una iniciativa popular que plantea de entrada el problema de las desigualdades y la distribución de la riqueza entre el capital y el trabajo.

Este texto propone incluir en la Constitución suiza (toda iniciativa debe proponer una reforma constitucional) dos artículos. El primero indica que las rentas del capital deben tributar al menos 1,5 veces más que las del trabajo. El segundo dirige las ganancias complementarias ligadas a esta reforma bien hacia la fiscalidad de las rentas bajas y medias, bien hacia la financiación de subsidios sociales y servicios públicos.

Esta iniciativa, bautizada como “99%”, ha conseguido las 100.000 firmas necesarias y fue admitida el pasado 14 de mayo por la Cancillería federal. Por tanto, los suizos votarán sobre el tema dentro de unos años, cuando termine un largo procedimiento. El texto tendrá que ser examinado por el Consejo Federal (gobierno), que puede proponer un contraproyecto, y por el Parlamento. Las dos instituciones deben emitir un dictamen sobre el texto antes de ser sometido a votación.

Es imaginable que, en ambos casos, las mayorías de derechas rechacen ampliamente el texto. Pero el debate tendrá lugar.

Sí, la pobreza existe en Suiza.

Este debate puede sorprender. Suiza es para muchos un lugar de prosperidad. Según la Oficina Federal de Estadísticas Helvética (OFS), la renta disponible bruta media suiza, es decir, la que está a disposición de las familias para el consumo y el ahorro, era en 2016 de 4.121 francos suizos (3.781 euros). Es verdad que supone 1,5 veces el nivel francés de 2.519 euros pero, si creemos a la OFS, en Suiza había que gastar en 2017 en una cesta de la compra individual cerca de un 58% más que en Francia. Se ve pues que la riqueza de los suizos hay que relativizarla. Junto a los bancos opulentos y a las boutiques de lujo de Ginebra o de Zúrich se esconden verdaderas dificultades sociales.

Porque, como en muchos otros países avanzados, las desigualdades han progresado en este país. Según el World Inequality Database (WID), la explosión de estas desigualdades comenzó en 1995 y, tras un período de estabilización en los años 2000, estas desigualdades volvieron a aumentar a partir de la crisis financiera.

En 1995, la parte de la renta nacional, antes de impuestos, del 10% más rico era equivalente a la de la mitad de la población más modesta: 27,8% los primeros y 27,7% los segundos. En 2016, el 10% más rico se llevaba el 32,3% de la renta nacional, contra el 25,6% del 50% menos rico.

Existe pues un fenómeno muy marcado de profundización en las desigualdades en provecho del 1% de los más ricos: su parte en la renta nacional ha pasado del 8,1% al 11,9% entre 1995 y 2016.

En resumen, en Suiza, desde hace veinte años, los ricos acumulan cada vez más renta y dejan una parte cada vez más pequeña para la gran mayoría de la población. Es cierto que la fiscalidad helvética ha conseguido obstaculizar este movimiento y las desigualdades han permanecido globalmente estables entre 1988 y 2016, según un estudio publicado en marzo de 2019. Pero el coeficiente de Gini, que mide la desviación media entre rentas, es del 0,3 según la OCDE (y la OFS), es decir, un nivel ligeramente superior al de Francia y Alemania (0,29). En otras palabras, Suiza no es más igualitaria que sus vecinos.

La pobreza se ha convertido en un elemento preocupante en la Confederación. Entre 2013 y 2016, la tasa de pobreza calculada por la OFS y que se define como la tasa de personas “que no tienen los medios financieros para adquirir los bienes y servicios necesarios para una vida social integrada”, pasó del 5,9% al 7,5% de la población, es decir, unas 615.000 personas.

Según la definición de la OCDE, que define la tasa de pobreza como la de personas que tienen una renta inferior a la mitad de la renta mediana, esta tasa sube al 9,1% en 2015, lo que coloca a Suiza por encima de Francia y de Países Bajos (8,3%). Por lo demás, la intensidad de la pobreza, es decir, la diferencia entre las rentas medias de las personas pobres y el umbral de pobreza, es más elevado en Suiza que en Francia (0,262 contra 0,239). Finalmente, la tasa de personas en riesgo de pobreza era en 2017 Suiza, según el Eurostat, del 15% de la población. Es un nivel bajo, comparado con el 17% de la UE y con el 16,1% de Alemania, pero superior a la tasa francesa del 13,3%.

Sobre todo, la evolución es también preocupante: en 2014 la tasa era cercana a la de Francia (13,8% en Suiza y 13,3% en Francia). Después ha crecido la diferencia.

Contrariamente a lo que se pudiera creer, Suiza es menos afortunada que Francia en términos de desigualdad y pobreza, con una tasa de desempleo sin embargo casi la mitad más baja (4,1% en términos de la OIT en Suiza contra un 9,1% en Francia en 2018). La diferencia se explica principalmente por la situación de las personas mayores. Los jubilados constituyen el 30,4% de los pobres en los términos de la OFS. La tasa de pobreza en términos de la OCDE de los mayores de 66 años llega en Suiza al 19,3%, un nivel cinco veces mayor que el nivel en Francia (3,4%) y superior al de Chile o Turquía.

Suiza no da pues la imagen que tenemos de ella en el extranjero: un refugio de riqueza al abrigo del resto del mundo. Ciertamente, es un país rico y próspero, pero que sufre tanto como Francia problemas de pobreza y de desigualdad.

Es especialmente un refugio porque, con la crisis financiera y el alza del franco suizo al día siguiente del abandono de la paridad mínima con el euro por parte del Banco Nacional Suizo (BNS), la presión de la carrera de la competitividad se ha ejercido sobre los salarios y singularmente sobre los más modestos. En 2018,  los salarios reales suizos, es decir, los salarios corregidos por la inflación, han disminuido un 0,4% después de la bajada del 0,1% de 2017.

Paralelamente, los precios de la vivienda han continuado aumentando (+38% entre 2008 y 2019 en el precio de las casas) y el índice bursátil suizo, el salario mínimo de Zúrich, ha conocido la misma evolución que el resto de los mercados mundiales, superando el pasado abril el récord histórico de 2007 y duplicando su valor desde su punto bajo de enero de 2009. Dicho de otra forma, existe una deformación del reparto del valor añadido a favor del capital.

Una fiscalidad suiza más bien favorable al capital

Esta deformación no está corregida por la fiscalidad, que sigue siendo favorable al capital. En Suiza se considera que no se puede gravar con impuestos la integridad de un dividendo que ya haya tributado como parte del beneficio de una sociedad. Se aplica entonces una bonificación fiscal para el cálculo del impuesto sobre los dividendos tanto a nivel federal como a nivel cantonal. Así, quien ha ganado 100 francos en dividendos verá que su impuesto confederal va a ser calculado en base a 60 francos y su impuesto cantonal calculado sobre niveles diferentes, pero a menudo sobre 50 francos (en Zúrich, Basilea y Neuchâtel) y a veces sobre 70 francos (en Vaud, por ejemplo).

Este sistema permite a muchos directivos de empresas dar más preferencia a una remuneración sobre el capital que sobre un salario tributable al 100% del total y sujeto a cotizaciones sociales. Hay un arbitraje entre el salario y el dividendo a favor del segundo, lo que evidentemente perjudica la financiación del sistema de protección social.

Para Tamara Funiciello, bernesa de 29 años y presidenta de los Jusos hasta el próximo agostoa, se trata de asegurar “que una minoría de los más ricos, aquéllos cuyos beneficios están basados en el capital, dejen de ganar cada vez más mientras que los que trabajan tienen cada vez más dificultades. Para ella, la iniciativa tiene “claramente un aspecto anticapitalista”: “Se trata de hacer comprender que los que trabajan lo hacen en parte para asegurar la remuneración del capital”.

Por lo tanto, “los que trabajan retoman con ese nivel mínimo de imposición una parte de lo que les corresponde, porque si la gente deja de trabajar no se podrá crear riqueza”. Es en este marco en el que la iniciativa retoma el tema de los “99%” que había hecho furor durante la crisis, sobre todo en los Estados Unidos.

“Evidentemente, los trabajadores no constituyen un grupo homogéneo, pero tienen intereses comunes para evitar una forma de vasallaje en beneficio del capital”, explica Tamara Funiciello. Porque la cuestión de la imposición implica también una cuestión de poder: “Los que tienen dinero acaban por decidir y devolviendo dinero al trabajo se devuelve también poder”. Se trata pues de organizar una forma de contrapoder limitando las rentas del capital. Para ella, lo que está en juego no es sólo algo “socialista”: “Incluso los verdaderos liberales deberían preocuparse por ese poder de una minoría”.

Esta cuestión del poder da en el clavo ahora que los electores suizos acaban de aceptar en una votación el pasado 19 de mayo, con el 66,4% de votos, una ley federal para la reforma del sistema impositivo.

Esta reforma, llamada RFFA (reforma fiscal y financiación del AVS, el seguro de vejez), ha aprobado la concesión de dos millones más de francos al régimen de pensiones y ha aumentado el mínimo sobre el que se imponen los dividendos (pasaran del 60% al 70% por la parte federal). Pero ese aumento sólo afecta a los dividendos de participaciones de más del 10% y por consiguiente no afecta a la mayor parte de las inversiones en bolsa. Sobre todo se compensa con una bajada notable en el impuesto sobre los beneficios que es ya uno de los más bajos de Europa.

En otras palabras, los dividendos estarán más tasados pero su nivel podrá mantenerse por una mayor redistribución gracias a la bajada del IS.

Esta reforma es producto de un compromiso “a la suiza” entre la derecha y el PS helvético. Sus límites son evidentes. Arrancar un compromiso así para financiar las pensiones, teniendo en cuenta la pobreza de las personas mayores en Suiza, es difícilmente aceptable para Tamara Funiciello: “No se puede comprender ni aceptar que haya discusiones interminables sobre las pensiones, que no haya más dinero para ellas y que haya que aumentar la edad legal a 67 años mientras que los 300 suizos más ricos han ganado 60.000 millones de francos en 2016”.

Por lo demás, la iniciativa se ocupa de dirigir los excedentes de los ingresos hacia los servicios públicos, los impuestos sobre las rentas del trabajo y los subsidios sociales. Es una sabia precaución porque tanto la Confederación como los cantones tienen tendencia a acumular los excedentes en detrimento de esas partidas: en 2018, el excedente presupuestario público suizo era del 1,2% del PIB, mientras que la deuda sólo era del 29% del PIB.

¿Qué posibilidades tiene la iniciativa?

No obstante, esta iniciativa corre el riesgo, tras el compromiso de la RFFA, de hacer rechinar los dientes. ¿Tiene posibilidades la iniciativa de ser aceptada? Tamara Funiciello dice que “juega para ganar” y tiene la impresión de que hay “muchas posibilidades”. Su esperanza viene de la victoria sorpresa de otra iniciativa de los Jusos en el cantón de Basilea Ciudad, que proponía aumentar la tasa marginal de impuestos sobre la renta de la parte cantonal del 26% al 28% para los que ganen más de 200.000 francos suizos al año y al 29% para los que ganen más de 300.000. La iniciativa fue adoptada el 19 de mayo por el 53,71% del 55% de los votantes, cuando además el PS basiliense, que lleva las finanzas cantonales, apenas había hecho nada a su favor.

Tamara Funiciello ve ahí una “compensación por la adopción de la RFFA”. Pero el contexto de la iniciativa será diferente: la reforma RFFA estará lejana y hará falta convencer a una mayoría de votantes y a la mayoría de la mitad de los veinte cantones y seis medio cantones.

El proyecto efectivamente parece difícil que sea adoptado. Los tres grandes partidos de la derecha suiza —los liberales del PRL, los democristianos del PDC y los conservadores xenófobos de la UDC— deberían normalmente rechazar el texto. Ahora bien, ellos representaban en 2015 al 57,4% del electorado helvético y disponen de cinco de los siete consejeros federales (miembros del gobierno). Las próximas elecciones federales del 20 de octubre podrían, a pesar del avance de Los Verdes, dejar igual la relación de fuerzas.

El PS no lo tiene aún decidido pero su vicepresidenta, Ada Marra, consejera nacional del cantón de Vaud, apoya la iniciativa que va “en el sentido siempre deseado por el partido de tasar más al capital”. “En una sociedad en que la renta del trabajo disminuye y la del capital aumenta, en mi opinión es justo tasar no el fruto del trabajo sino el del dinero de casino, el dinero fácil, el dinero de las herencias”, dice Marra. El PS ha obtenido el 18,8% de los votos en las elecciones federales de 2015. De hecho, las grandes iniciativas económicas favorables a la justicia social son a menudo rechazadas por los suizos.

En septiembre de 2016, la propuesta de aumentar las rentas del AVS en un 10% había sido rechazada por el 63,6% de los votos. En junio del mismo año, la renta básica fue rechazada por un 67,6% de votos. El salario mínimo en marzo de 2014 y las seis semanas de vacaciones pagadas en mayo de 2012 habían sido también ampliamente rechazadas por los suizos.

Pero hay una señal esperanzadora para la iniciativa: las propuestas para reducir los ingresos más elevados dan resultados más ajustados. Si la propuesta de reducir las diferencias salariales en una escala del 1 al 12 fue también rechazada en noviembre de 2013 al 65%, la supresión de las tarifas fiscales fue ampliada sólo un año más tarde al 59,3%. Sobre todo, una de las pocas iniciativas adoptadas por el pueblo y los cantones estos últimos años en materia económica ha sido la de reducir las retribuciones abusivas de los grandes dirigentes de empresa, en mayo de 2013, con el 68% de los votos y la mayoría de los cantones.

Un debate mundial… y filosófico

Aunque siempre es posible una sorpresa, esta iniciativa de los "99%" tiene pocas posibilidades de ser aprobada, pero abrirá un debate sobre la acumulación de la riqueza por una ínfima minoría en un país donde la cuestión de la pobreza de los trabajadores y los jubilados a menudo es eludida y escondida detrás de la exigencia de un rendimiento económico.

La iniciativa helvética se inscribe por otra parte en un movimiento global de reflexión sobre las desigualdades y una justa tasación del capital y de las empresas. Este movimiento de opinión ha obligado al G20 y a la OCDE a iniciar un trabajo de fondo sobre las formas de lucha real contra la evasión fiscal.

Pero en todas las partes, y especialmente en los Estados Unidos, la voluntad de terminar con el reflejo de acumular capital para “salvar empleos” en detrimento de los salarios está ahora en discusión. La representante demócrata Alexandria Ocasio-Cortez propuso en enero pasado una tasa marginal del 70% para el impuesto sobre las rentas de más de 10 millones de euros, provocando así un debate que había resonado hasta en el Foro Económico Mundial de Davos… en Suiza.

Ante las urgencias económicas y sociales, aparece en el centro la cuestión de la justificación y de la utilidad de las grandes riquezas. Sesenta y dos personas acumulan la mitad de la riqueza del planeta y consumen mucho más de lo razonable. En Alemania, en 2018, el  filósofo Christian Neuhäuser publicó una libro destacable, Reichtum als moraliches Problem (La riqueza como problema moral), de la editorial Suhrkamp. Desde un punto de vista ético, estima que es legítimo no sólo limitar, sino suprimir la extrema riqueza.

Para él, la riqueza no es que sea un problema económico, es una ofensa a la “dignidad” del resto de la población. Una ofensa que se da a través de la influencia política pero también por las consecuencias de esas inmensas riquezas sobre la capacidad de desarrollo de otras personas, sobre su propia estima y sobre la inmensa pobreza en el mundo. Neuhäuser propone un ideal del 100% como tasa marginal de imposición, es decir, un tope de riqueza. Pero él cree imposible esta decisión en un mundo donde los capitales circulan libremente y propone avanzar progresivamente en cuatro frentes: una tasa marginal cada vez más alta, un impuesto sobre la fortuna, un impuesto más alto sobre las herencias y un refuerzo impositivo sobre el capital de las empresas.

Para terminar, el modelo propuesto por la iniciativa suiza parece razonable. Como la Constitución federal no permite fijar tasas impositivas, pues una parte es competencia de los cantones, el texto de la iniciativa fija un marco que no prohíbe llevar a cabo una política competitiva de imposición del capital, pero impone no hacer pagar al trabajo y a los subsidios sociales tal política.

Es igualmente razonable que Suiza disponga de márgenes de maniobra importantes en la competencia fiscal internacional, pues tiene los medios para dar ejemplo y para ocuparse del problema central de este momento que es la extrema riqueza. Y nos ponemos a soñar con un debate así en Francia ahora que el actual gobierno lleva completamente la contraria a los ejes de reforma propuestos por Christian Neuhäuser: reforma del ISF,  bajada del impuesto de sociedades y de las cotizaciones sociales y negativa a reformar el impuesto de sucesiones. Pero es verdad que el modelo de democracia suiza sigue estando aún muy lejos de su vecino francés. ____________

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  Traducción de Miguel López

Puedes leer el texto completo en francés aquí:

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