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Cultura

España-Catalunya: un ensayo de diálogo en medio de la tormenta

Carmen del Riego, David Trueba, Joan Manuel Tresserras y Montserrat Domínguez debaten en la Fundación Diario Madrid el 25 de febrero.

"No hemos encontrado a nadie que haya querido patrocinar esto". Lo decía Miguel Ángel Aguilar en la Fundación Diario Madrid, el martes, presentando la jornada número 19 del ciclo España plural, Catalunya plural. Los asistentes reían, porque el motivo era evidente: qué marca querría verse asociada con semejante berenjenal. En esta nueva entrega, sin embargo, el berenjenal no era mucho: debatían el escritor, periodista y cineasta David TruebaJoan Manuel Tresserras, exconseller de Cultura y Medios de Comunicación de la Generalitat de Catalunya entre 2006 y 2010, esto es, con José Montilla como presidente. Como si la organización temiera la gresca, para dos ponentes había dos moderadoras: Carmen del Riego, cronista política de La Vanguardia, y Montserrat Domínguez, subdirectora de El País.

Tocaba hablar de Lengua y relato, o eso decía el título de la charla. Y por ahí empezó la cosa. Trueba, como habitante habitual del puente aéreo y el AVE Madrid-Barcelona, según la presentación de Montserrat Domínguez, señalaba "un atasco" comunicativo, producido por "la información que reciben unos ciudadanos y otros, en Cataluña y España". Según el creador, que se ha pronunciado abiertamente sobre sus postulados —se posiciona lejos de los nacionalismos y aboga por el diálogo—, esa "divergencia o falta de permeabilidad" entre los discursos genera cierta "incomprensión" que puede acabar siendo usada por "intereses más dañinos" —políticos o económicos, se entiende— que "tratan de crear animadversión". 

Para Tresserras, ese desencuentro tiene cierto sentido, ya que en ambos territorios "hay una lectura distinta del significado de los acuerdos de la Transición". Yéndose a la lengua, que para eso figuraba en el nombre de la charla, el exconseller, afiliado a Esquerra desde 2010, lanzaba una hipótesis: "Entendemos desde allá que el relato de Madrid y en general de España sobre la lengua [catalana] viene a decir que el proceso de construir el Estado-nación en España no se completó, porque no acabó de ser asimilada toda la periferia al Estado nación. La lengua catalana aparecería en este sentido como una reminiscencia del pasado o una anomalía. Este relato contiene la no asunción de la lengua catalana como lengua o cultura española. No se ve como otra posibilidad de ser español, sino como un no-ser, algo por corregir o por resolver".

En el relato de Tresserras, el Estado español "no ha sabido ejercer como Estado también de la cultura catalana, de la lengua catalana, de la economía catalana" de la forma en que lo hace, por ejemplo, el Estado canadiense con Quebec. "Si España en el plano internacional te oculta, te pone en duda o te niega... Nosotros vamos a ir con las manos atadas porque no tenemos Estado", defendía, "y al mismo tiempo el Estado no va a ejercer de protector o estimulador de nuestro proyecto. Es lógico que la gente piense que hay que buscar la resolución por otra parte". Trueba se revolvía ligeramente en la silla, y le tocaba responder. "Estoy seguro que desde España ha faltado mucha integración", concedía, culpando de ello al "españolismo" que ve el catalán "como un fastidio". Frente a esto, el cineasta tachaba de "error" la decisión de no impartir fuera de las autonomías históricas "una tarde o una hora para que los chicos se familiaricen con las lenguas del Estado, con las lenguas que también son suyas, que sepa lo que es el catalán, el gallego, el euskera o incluso algunas variantes".

Pero después se plantaba: "No es real que eso venga propiciado por la función del Estado español o por la ciudadanía española, sino que se utilizan esos posibles errores para magnificarlos y crear una situación de incomprensión. Si presentamos un panorama del descrédito del catalán o que para que el catalán sobreviva hay que tener una potencia internacional... No es cierto. Esa lengua se ha potenciado desde esta forma de Estado". Esa, decía, no era la razón por la que "la lengua ha emergido como factor de división". "La lengua solo emerge como factor de división cuando se pone como elemento de base del conflicto", puntualizaba su interlocutor. Para el exconseller, las políticas culturales en Cataluña han funcionado como "reproducción" de la puesta en práctica por el Estado-nación español, con sus mismos mecanismos. "Lo que se genera después de esta fase es justamente la acusación de que hay demasiado intervencionismo en la escuela", se quejaba, "o se cuestiona la inmersión lingüística, que no se había puesto en duda por nadie".

Esta crítica generó, en su opinión, una reacción más exacerbada en la sociedad catalana, que pasó a reclamar el catalán como "única lengua oficial". "Ahí está servido el conflicto", diagnosticaba. Pero Trueba tenía una objeción: "No podemos pretender que no exista la critica. Cuando se comienza a tener conciencia del catalán como lengua vehicular y comienza a haber una critica desde España, no me parece que sea correcto convertir esa crítica en una excusa para eludirla", reflexionaba. La crítica es necesaria, defendía, porque "es lo que te va a hacer pensar en lo que creías que era perfecto". "Que la voz crítica viniera de España era natural, lo que habría que preguntarse era por qué no se escuchaba una crítica desde Cataluñano se escuchaba una crítica", lanzaba, recogiendo la idea de que se ha silenciado las voces que diferían del procés.

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En ese momento de la conversación, Trueba ofrecía un elemento de consenso: el enemigo común. "Le dije a Albert Rivera", decía, haciendo memoria sobre un encuentro que habría tenido lugar hace una década, "que hacía muy mal convirtiendo a la lengua en el elemento de disputa, que si había pasado a ser de uso para el separatismo no debíamos picar en ese anzuelo. Ahí era donde la Cataluña más sentimental iba a asociarse al independentismo". Ante esa mano tendida —aunque, claro, Tresserras es independentista—, el exconseller ofrecía otra: una crítica al "modelo identitario" catalán. "Hay una parte del independentismo", admitía, "que no ha dejado de ser nacionalista nunca, se comporta como un nacionalismo de Estado-nación pero sin Estado, y eso crea tanto malestar que tiende a exacerbarse". Frente a aquellos que en Cataluña saben "lo que es Cataluña y lo que debe ser", él proponía otro modelo que según él propone "el grueso del independentismo": "Se plantea más bien el trayecto, el procés, como la idea de un país en construcción permanente. Ninguna generación puede defunir lo que es Cataluña a priori, o lo que es la cultura catalana de manera definitiva".

Hasta aquí, en fin, la cosa iba bien. Pero el ambiente empezó a caldearse según la conversación se iba pegando a la actualidad. Concretamente, a la mesa de diálogo entre el Gobierno y el Govern. Entonces, el debate a dos se convetía en una especie de entrevista a tres, con Tresserra contestando a las preguntas de unos y otros. ¿Qué se podía esperar de la mesa? "El margen de maniobra del Gobierno español es muy limitado, por cuestiones ambientales y de los medios, pero también porque el PSOE en cierto momento renunció a construir una idea de lo que era España contra la idea hegemónica", valoraba, asegurando que el diálogo es una oportunidad para "hablar de lo que no se pudo hablar" durante la Transición. Carmen del Riego inquiría entonces: ¿de qué no se pudo hablar? "De la forma de Estado, entre monarquía o república", contestaba el exconseller, y de las "relaciones" entre los territorios. Entre el público, algunos empezaban a torcer el gesto. 

Y el ambiente no tardaría en caldearse. Trueba planteaba la "amenaza" al diálogo desde las posturas independentistas, con las referencias a la partida al exilio y la vía unilateral —con la que Tresserras, por cierto, fue muy crítico, tachándola de "errada" y "estúpida"—: "¿Hay alguna posibilidad de que se sienten a la mesa dejando la pistola fuera?", preguntaba el cineasta usando una metáfora quizás desafortunada. El exconseller respondía: "Mi impresión es que lo máximo que se puede esperar es construir un modelo de urbanidad en las relaciones políticas, consagrar una relación bilateral que durante mucho tiempo se planteó como algo imposible de conseguir. Pero hay que resolver el tema de los presos políticos". Murmullos entre el público. "Estando Cuixart, Junqueras en prisión es muy difícil hablar". Entre los asistentes, alguien dice: "Esto es para levantarse e irse". Tresserras sigue: "La impresión que hay desde Cataluña es que el juicio realmente no se sostiene por ningún lado. Hay que hacer una revisión crítica de lo que ocurrido. Acabar con la judicialización y la represión... y eso probablemente exige algunas modificaciones del marco jurídico". Más murmullos, alguien se levanta ostentosamente y abandona la sala. La charla continúa, pero algo se ha roto. El diálogo, ese ejercicio de riesgo, incluso sin mesa de por medio. 

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