Crisis del coronavirus
A salvo de matones en el patio, pero más expuestos en la red: las familias, única barrera contra el bullying del covid-19
Los niños y niñas fueron los primeros en confinarse en casa y también han sido los primeros en poder salir de ella para pasear y realizar algo de ejercicio al aire libre. Pero solo para eso. Según anunció este martes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, los menores no volverán a recibir clases en su colegio hasta el próximo mes de septiembre. No verán a muchos de sus compañeros, por tanto, hasta después del verano. Ni tampoco se enfrentarán a posibles situaciones de acoso escolar presencial. Pero eso no significa que el bullying deje de existir. No lo ha hecho ni siquiera durante las semanas más duras de confinamiento, en las que salir a la calle parecía una utopía lejana para los más pequeños. El ciberbullying ha continuado presente en una situación en la que, además, las nuevas tecnologías se han situado como eje articulador de las relaciones sociales y nos hemos expuesto a ellas más que nunca.
Lunes 16 de marzo. Los pocos colegios que quedaban abiertos en algunas comunidades autónomas menos golpeadas entonces por el coronavirus cerraban sus puertas. Todos los niños y niñas en edad escolar quedaban confinados en casa. Las clases y las evaluaciones, por tanto, quedaban reducidas a lo virtual. También la relación con sus profesores y compañeros. Las relaciones sociales más cercanas quedaban limitadas, por tanto, a la familia. Y quienes sufrían acoso escolar —una forma de violencia que adquiere importancia este sábado, Día Internacional contra el Acoso Escolar— obtenían una "tregua", tal y como la califica Diana Díaz, directora del teléfono de la Fundación Anar, que el pasado 23 de marzo habilitó un sistema de chat para atender las situaciones de violencia que podían sufrir los menores durante los días de confinamiento. "Desde entonces recibimos consultas a través de esa vía y hemos comprobado que el acoso escolar no ha dejado de existir, pero ha cambiado de forma y ha disminuido su intensidad", dice en conversación con infoLibre.
"Podría decirse que ha habido como una tregua, aunque hay niños y niñas que todavía nos hablan de consecuencias psicológicas relacionadas con el acoso sufrido en el colegio. Nos dicen, por ejemplo, que tienen miedo al día que tengan que volver" a las aulas, lamenta Díaz. Y algunos cuentan también, dice, que el ciberbullying no ha cesado. "Esto sí que se ha mantenido", asegura, aunque aclara que con menor intensidad. Al menos, así se desprende de sus consultas. "Al final, el acoso a través de las nuevas tecnologías es solo una manera de reforzar el acoso que ya se producía en el colegio de manera presencial", dice. "Ahora se ejerce en menor medida, pero sigue presente", continúa. Según un estudio del grupo de investigación internacional EU Kids Online sobre el uso que hacen los niños de Internet, en la última década estos casos han aumentado un 18%, por lo que tampoco es nuevo.
¿Pero de qué manera se produce ahora? "Al estar todo el día en casa, los estudiantes ahora usan más las redes sociales y las aplicaciones móviles como el Whatsapp, donde ya podía estar produciéndose ese ciberbullying", dice Carlos Sanguino, responsable de educación en Amnistía Internacional España. Es a través de esa vía, confirma Díaz. "Se produce de formas curiosas. Por ejemplo, si la víctima pertenece a un chat en el que hay más personas, estas pueden insultarla o mofarse de ella, pero también pueden dejarla apartada, no contar con ella y, más tarde, expulsarla" para que ni siquiera pueda intervenir o participar, dice Díaz. Y eso les genera mucho "aislamiento y soledad".
¿Y a quiénes afecta? Principalmente, a menores que ya sufrían situaciones de este tipo cuando las escuelas permanecían abiertas. Así lo cree Carmela del Moral, responsable de Políticas de Infancia de Save the Children, que tampoco descarta que los agresores hayan enfocado su acoso hacia víctimas nuevas. "Puede ser que haya habido un nuevo establecimiento de relaciones online y que en ellas hayan surgido relaciones de poder y conflicto que deriven en nuevas situaciones de acoso, que al final se basa en las relaciones de poder y en la voluntariedad de hostigar y de hacer daño", explica desde el otro lado del teléfono. "Aquellos que sufrieran ciberbullying son los que pueden seguir sufriéndolo", coincide Sanguino.
Pero con un añadido: ahora las familias son la única herramienta para identificar que un niño o una niña sufre este tipo de violencia. Los profesores ya prácticamente no pueden hacerlo. "Siempre ha sido difícil para ellos, pero ahora lo es mucho más porque no hay clases presenciales ni espacios habituales donde se puede detectar el acoso escolar, como las tutorías, el patio o los intercambios de clase. Ahora hay que esperar a que se enteren las familias, y en muchos casos son las últimas en saber que su hijo sufre acoso", explica Sanguino. Y con él coincide Del Moral. "Este tipo de situaciones casi siempre se detectan en la escuela, pero este tipo de espacios ya no están habilitados", lamenta.
¿Tristeza por el confinamiento o por algo más? Los síntomas pueden confundirse
Según los estudios que manejan en la Fundación Anar, explica Díaz, los niños suelen tardar entre 13 y 15 meses en contar que sufren acoso. Y "los padres a veces son desconocedores" de todo esto, dice. Por eso, ahora que niños, niñas, padres y madres están obligados a convivir entre las cuatro paredes de su vivienda y sin apenas vida social fuera de ella, es el momento perfecto para "comunicarse e identificar" posibles situaciones de este tipo. Pero no es sencillo.
Según alerta Del Moral, los síntomas psicológicos de tristeza, angustia o ansiedad que se atribuyen al propio confinamiento podrían estar enmascarando una situación más grave. "El covid-19 y el confinamiento genera sensaciones de tristeza y miedo que pueden confundirse. Es posible que estos días haya aumentado el nerviosismo y el estrés que en muchos casos son indicadores de estar sufriendo situaciones de violencia pero que, a la vez, coinciden con sentimientos que surgen en este contexto", advierte. "Por eso hay que dar más espacio a la comunicación desde la familia", dice. No hay mejor momento que este.
Hay familias que ya lo han hecho. Y que de hecho han detectado situaciones de bullying que desconocían, explica Díaz. Pero, ¿cómo hacerlo? Atendiendo a las señales, dice. "Hay que pedir a los padres que sean más capaces de percibirlas, que se fijen en si en su hijo o hija está más retraído, más aislado en su habitación, más triste o más irascible y nervioso. También hay que ver si los comentarios que hace el menor sobre el colegio podrían esconder algo o atender a si, tras usar el móvil, cambia su actitud", recomienda. Tras ello, abrir la comunicación, hablar con el niño y, además, ponerse en contacto con el colegio, que también es responsable, dice, en casos de ciberbullying.
Sanguino, además, recuerda que desde Amnistía Internacional se ha realizado un llamamiento al Ministerio de Educación para que refuerce "las medidas preventivas y de protección a niños y niñas durante el confinamiento". Desde la organización proponen que, por ejemplo, se dé más visibilidad al teléfono oficial, que es el gestionado por la Fundación Anar, pero también que se habilite algún tipo de mecanismo de denuncia basado en las redes sociales, en aplicaciones móviles o en alguna otra herramienta más conocida y utilizada por los menores. "Los estudiantes no utilizan el teléfono para llamar, lo utilizan para otras cosas", dice.
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¿Qué consecuencias puede tener el bullying en confinamiento?
Precisamente por el contexto de confinamiento y por las consecuencias psicológicas que este pudiera tener en los más pequeños, aun desconocidas, cabe preguntarse si el añadido de sufrir ciberbullying podría empeorar su bienestar mental. Pero en este punto, los expertos consultados discrepan. "Las consecuencias del acoso escolar siempre son graves porque afectan al desarrollo emocional y de las relaciones sociales de quienes lo sufren, pero desde luego no es nada beneficioso agregar a esta situación de estrés derivada de la pandemia un ciberacoso. Se añaden capas de malestar a una situación ya de por sí mala", dice Del Moral, que incide también en que, durante esta etapa, los pequeños "ven reducidos sus espacios de escape" de la situación. "El acoso escolar ya de por sí tiene consecuencias muy graves que pueden prolongarse en el tiempo, pero en una situación de confinamiento en la que las dinámicas de tensión pueden ser más grandes esto puede verse agravado, sin duda", coincide Sanguino.
Por su parte, Díaz asegura que los pequeños, al estar en casa, se sienten en un espacio seguro. Por eso no cree que las consecuencias sean diferentes a las que sufrirían si se vieran sometidos a un acoso escolar presencial. "Para ellos es igual de aterrador", sostiene. Así que la forma de actuar es siempre la misma: los pequeños deben poder reforzar su autoestima y su capacidad para resolver conflictos de este tipo, dice Díaz. Pero eso no lo consiguen solos. Más si tenemos en cuenta que, según un informe publicado el pasado mes de junio por Amnistía Internacional, "las víctimas de acoso escolar suelen sentirse indefensas y creer que nadie está de su parte".