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Carme Artigas: "El mundo digital se ha desarrollado de espaldas a los ciudadanos"
– Dicen que es una de las mayores expertas en inteligencia artificial y ‘big data’ de España, además de una indiscutible emprendedora tecnológica. ¿Estoy ante un cerebrín?
– No, para nada. Yo me he esforzado, he trabajado mucho, he estudiado mucho, pero como muchísimas personas. Lo que sí tuve en su momento fue la capacidad de anticiparme a una revolución tecnológica que estaba por venir. En 2006 lancé la compañía Synergic Partners, de big data. En ese año se presentó el primer Iphone y nacían Twitter y Amazon World Services. Y de experta nada, porque tú solo eres experta durante un tiempo. Cuando te dejas de formar y las cosas van tan rápidas, dejas de serlo. Yo no estoy actualizándome al cien por cien.
– No necesita cuidar el sillón, su perfil le permite trabajar donde quiera y cobrando más. ¿Qué le hace inmolarse en este puesto?
– [Ríe] Pues yo creo que mi caso no debería ser tan raro. Somos profesionales que hemos dedicado nuestra vida a estos temas, que hemos tenido suerte, nos ha ido bien y podemos aportar a nuestro país una cosa que antes no sonaba tan rara, que es la vocación por lo público. Aportar durante cuatro años, o los que confíen en ti, con lo que tú sabes y poner tu experiencia al servicio de lo público es algo que me he planteado hacer. Yo digo que España es mi ONG.
– ¿España le debe una, como a Díaz Ayuso?
– No, para nada. No me debe nada. Al contrario, les debo yo a las personas que me han dado esta oportunidad, empezando por la vicepresidenta [Nadia] Calviño y el presidente del Gobierno, y espero no defraudarles.
– Para entrar en materia: ¿le pagan en ‘bitcoins’?
– Para nada [ríe].
– No se fía.
– Te puedes fiar, porque ya existe un mercado fiable de bitcoins. El bitcoin en sí mismo a mí no me gusta, porque se genera a partir de una tecnología que no es eficiente ecológicamente, la tecnología blockchain. Pero desde la Comisión Europea ya se está hablando de si va a haber una criptomoneda. Yo me fío más de las entidades centralizadas, de los bancos nacionales, que fijan los precios de cambio.
– Su misión es ejecutar la estrategia digital del Gobierno. ¿Cómo la lleva? ¿Tiene medios o le pasa como a la investigación?
– Evidentemente, tenemos ante nosotros un reto de ejecución sin precedentes. Todos los ministerios estamos absorbiendo una carga como consecuencia del Mecanismo Europeo de Recuperación y Resiliencia. Pero España tiene desde los fondos Feder hasta la PAC. Vamos a contar con 72.000 millones de euros, un 33% de los cuales irá destinado a la transformación digital. Es el país que tiene más porcentaje dedicado a esta tarea. Y eso no solo se va a desarrollar con las acciones propias de esta secretaría de Estado, sino que, por primera vez, el Ejecutivo se lo cree de verdad y la digitalización permea todos los ministerios: desde Justicia, Transición Ecológica, Empleo o Universidades hasta Educación o Economía, de donde depende esta secretaría.
– ¿Se ve dando a España un impulso tecnológico desconocido hasta la fecha?
– Por supuesto. La vicepresidenta segunda es la responsable de la transformación digital y la impulsora de la hoja de ruta España Digital 2025. Y ahí está todo. [El plan] se presentó el pasado julio y no ha habido nadie, ningún agente social o económico, que haya dicho que el diagnóstico esté mal o las medidas que proponemos no estén bien o sean insuficientes. Hay un consenso absoluto también de las fuerzas políticas. Esto es lo que España necesita. Son transformaciones de gran calado y el impacto lo vamos a ver en 10 o 15 años. No podemos perder ese tren. Sin duda a este país le cambiamos el paso en el mundo tecnológico y digital.
– Quiere decir que a España no la va a conocer ni la madre que la parió, en frase atribuida a Alfonso Guerra.
– Sí, me estaba acordando de esa frase.
– ¿Necesitamos la inteligencia artificial porque nos falta la natural?
– La inteligencia artificial parece algo del futuro, de ciencia ficción, de Black Mirror y de mundos distópicos. Y para nada. Está inmersa entre nosotros y nos ha facilitado muchísimo la vida: el móvil que se abre con la cara, la recomendación que te hace tu proveedor de electricidad para que ahorres en la factura, la sugerencia de tu película favorita, la traducción automática en nuestros móviles... Tenemos que asegurarnos de que esta inteligencia artificial sea un factor de transformación que no genere brechas, discriminación, y de que la estemos desarrollando poniendo a las personas en el centro. De eso estamos muy convencidos. España está liderando a nivel mundial el debate sobre el humanismo tecnológico. La inteligencia artificial tiene que funcionar como el paradigma de la tecnología transformadora, que va a impactar no solo en la economía, en los procesos productivos, sino también en la sociedad. Es la primera vez que una revolución tecnológica no se basa en la técnica y en la que la tecnología nos permite pensar. Eso nos obliga a volver a cuestionarnos cuál es el rol del ser humano.
– ¿Pero no nos amenazan las máquinas?
– No, las máquinas lo que van a hacer, como siempre en todas las revoluciones tecnológicas del pasado, es cambiar la naturaleza de los trabajos. La robotización nos va a desrobotizar a nosotros, nos va a liberar de las tareas más repetitivas y nos va a permitir que pongamos la inteligencia de las personas en aquello que las máquinas no pueden hacer: la creatividad, la imaginación, la empatía. La inteligencia artificial nos hará más humanos, porque aquello que es más inhumano, la toma de decisiones automáticas, cosas que son previsibles, lo podrá hacer un robot. Nosotros vamos a hacer lo imprevisible.
– ¿Todo esto resulta rentable o solo ineludible para avanzar?
– Esto supondrá la clave de grandes avances y del desarrollo económico. Hablamos de dos millones de puestos de trabajo nuevos de alta calificación. Un 40% o el 60% de crecimiento en el PIB. En España y el sur de Europa creo que supone el 11,5% del PIB, y avances de la productividad del 40%. La totalidad de los sectores de la economía se van a ver impactados hacia una transición a la economía del dato y de la inteligencia artificial. Todos los sectores que conocemos verticales van a pasar a ser horizontales. Todos van a ser negocios de datos, y la diferencia competitiva entre un sector o entre una empresa y otra la van a constituir los datos únicos que tú tengas y la inteligencia única que seas capaz de extraer de esos datos. Lo que tenemos que regular es que la partida no la ganen solo los grandes gigantes tecnológicos. De hecho, Europa está siendo muy vigilante e imponiendo ya unas directivas para regular el poder que las plataformas han tenido hasta ahora sin cortapisas. No olvidemos que son los nuevos monopolios.
– Son temas que requieren alta especialización. Si se empieza por la educación, ¿cómo transformar el sector educativo y formativo con la inteligencia artificial?
– Uno de los ejes fundamentales de España Digital 2025, que hemos presentado en esta Secretaría de Estado, es el Plan Nacional de Competencias Digitales. Si tuviera que elegir un solo plan para los próximos cinco años, elegiría este. Somos un país que puede sacar pecho de nuestras grandes infraestructuras de telecomunicaciones, de nuestra conectividad, el que tiene más kilómetros de banda ancha de Europa y el que tiene mejores redes. Pero la siguiente gran infraestructura de país que tenemos que construir es nuestro talento en competencias digitales. En España hay solo un 43% de personas que tienen competencias digitales básicas. Tenemos que conseguir que sean como mínimo el 80% antes de 2025 y asegurando que el 50% sean mujeres. Las habilidades digitales son la nueva alfabetización. El Plan Nacional de Competencias Digitales cuenta con más de 3.750 millones de euros en tres años. Hay una parte muy importante, la alfabetización digital de la ciudadanía, que llevo yo; pero hay 1.700 millones para la transformación del sistema educativo de nuestro país. Tenemos que transformar la educación primaria, la secundaria, la FP y las universidades, tanto desde el currículum que se enseña hasta el cómo se enseña. Y hay que dotar a las escuelas de capacidades técnicas, de redes, de aparatos, de herramientas, de cámaras, de ordenadores.
– Formación del profesorado y medios suficientes. El quid de la cuestión.
– Cuando empezó la pandemia nos encontramos, de la noche a la mañana, con que todo el mundo necesitaba teletrabajar. No solo las grandes empresas, que lo tenían preparado, sino muchos autónomos o la propia Administración pública. Entonces descubrimos las grandes brechas que hay en nuestro país: 700.000 hogares no podían ofrecer educación online a sus hijos porque no tenían un ordenador. El pasado mes de marzo pusimos en marcha el programa Educa en Digital, a través del cual estamos distribuyendo ordenadores entre las Comunidades Autónomas para que no exista la brecha del acceso. Pero hay otras brechas, como la de competencias, porque un niño puede tener un ordenador, pero los padres dicen que no pueden ayudarle a hacer los deberes. Y eso es lo que queremos resolver. Al mismo tiempo que nos faltan competencias básicas también nos hacen falta muchas competencias especialistas, porque el mercado y la industria demandan profesionales mucho más específicos. Y ahí la formación profesional va a tener un rol muy importante, igual que la universidad, a la hora de formar nuevos perfiles especializados en inteligencia artificial, en ciberseguridad o en computación avanzada. Esto supone dar la vuelta a España como un calcetín, no hay otra. Toda Europa está más o menos igual. Si nos comparamos con el resto de países europeos, estamos en el grupo intermedio de la tabla, en el número 11. Pero es un poco engañoso, porque es un promedio, y hay cosas en las que estamos mucho mejor —somos el número dos en conectividad, acceso a banda ancha y administración digital— y otras en las que figuramos muy por debajo de la media, como la digitalización de las pymes y las competencias digitales de la ciudadanía. Son datos de antes del covid. Ahora hay estudios que dicen que hemos avanzado siete años. Hace un año no nos planteábamos que íbamos a ver el menú con el móvil en todos los restaurantes de España. Nuestro país no tiene ningún problema para estar al máximo nivel en Europa en temas digitales. Ahora, las mujeres también tienen que desarrollar algoritmos e incorporarse a estos temas.
– También aquí hay brecha.
– Absolutamente. De hecho, en las carreras científicas, tecnológicas, de ingeniería o matemáticas, las mujeres representan un máximo del 20% o 25% del alumnado. Pero en carreras específicas, como en las de inteligencia artificial o de desarrollo de software, no alcanzan ni el 10%. ¿Qué ocurre? Que esto ya no es que sea bueno para quien quiera desarrollar videojuegos, sino que todas las profesiones van a requerir entender de datos y de inteligencia artificial. Un médico va a necesitar un robot a su lado que detecte patrones de dificultad del habla de su paciente, poder anticiparse al alzhéimer seis meses. Nosotros desarrollamos durante la pandemia una herramienta de inteligencia artificial para localizar dónde estaban los respiradores en España, porque analizamos cuatro años de licitaciones públicas y encontramos 700 donde nadie sabía que estaban. Un abogado, un juez, un médico va a necesitar entender de algoritmos, de la misma manera que los desarrolladores de software deben saber de letras, de ética y de filosofía, porque en el desarrollo de esas decisiones es cuando tienes que imponer los principios éticos que van a regir. La diferencia entre ciencias y letras ha desaparecido. Por tanto, tenemos que enseñar a nuestros hijos a desarrollar capacidades para profesiones que aún no existen. El límite de esto no lo sabemos. Cuando se inventa el fuego nadie sabía la repercusión que eso va a tener, que iba a permitir inventar la máquina de vapor. Ahora, cuando estamos empezando a desarrollar la inteligencia artificial, no tenemos capacidad para conocer la cantidad de aplicaciones que va a generar.
– Están elaborando la Carta de Derechos Digitales. ¿Qué va a permitir o en qué va a proteger al ciudadano medio?
– En derechos individuales y colectivos. El desarrollo de la inteligencia artificial nos pone grandes retos. El primero, el tecnológico: cómo somos capaces de desarrollar una inteligencia artificial que sea segura para las personas, que sea robusta y auditable. Luego, que cuando te deniegan un crédito en el banco, y lo ha hecho un algoritmo, sepas que a ti no te ha sesgado o que puedes pedir una segunda opinión. Además, necesitamos que eso encaje en los principios y valores éticos de cada sociedad, porque el desarrollo de la inteligencia artificial ya está siendo distinto en función de cada una de ellas. En Estados Unidos la propiedad de los datos es de las empresas; en el modelo chino, los datos son del Gobierno. Mientras que en Europa pensamos que deben ser de los ciudadanos. ¿Cuál es la clave? ¿Qué principios y valores queremos preservar en nuestra sociedad? Ahí es donde entra la Carta de los Derechos Digitales. Establecer cuáles son los derechos del mundo analógico que no estoy dispuesta a perder, las grandes conquistas de nuestra sociedad durante siglos. ¿Cómo se traduce en el mundo digital el derecho a la igualdad, a la intimidad, a la libertad de expresión? No está claro. Estamos encontrando muchos conflictos, porque no hemos sido capaces de trasladarlos. Y eso es lo que pone la Carta de Derechos: hay 25 derechos, vinculados a las libertades, a las personas, de no discriminación, de colectivos vulnerables. Y también una serie de derechos propositivos que se están anticipando a las tecnologías antes de que se desarrollen. Ahí hemos hecho, por primera vez en todo el mundo, una propuesta de derechos ciudadanos vinculados a la inteligencia artificial: el derecho a no ser discriminado por un algoritmo o derechos vinculados a las neurotecnologías, los neuroderechos, como a no ser aumentado artificialmente a nivel cognitivo o a que no lean los pensamientos de la misma manera que se leen las pulsaciones con una pulsera digital. Todo esto lo estamos proponiendo por primera vez desde España al mundo. Queremos que sea una Carta a nivel europeo, así que la estamos ofreciendo a debate, a través de la presidencia portuguesa, para la próxima reunión de los ministros de Telecomunicaciones. La estamos haciendo circular por la Comisión, el Parlamento y el Consejo.
– ¿Cómo proteger nuestros datos? Me temo que Siri y Alexa y lo que sepan de nosotros son el menor de nuestros males.
– Lo que ha ocurrido hasta ahora es que el mundo digital se ha desarrollado de espaldas a los ciudadanos. Llevamos 15 años regalando nuestros datos sin que nadie se preocupara de si nos los podían pedir y, evidentemente, sin ser conscientes de que cuando nos daban un servicio gratuito no lo era: o lo pagas con dinero o con datos. ¿Cómo hace negocio la empresa que te ofrece un navegador gratis? Con tus datos. No éramos conscientes, hasta que nosotros empezamos, desde la Unión Europea, a regular lo que las plataformas pueden hacer o no. Un servicio como Spotify te dice: si lo quiere recibir gratis, se tiene que tragar los anuncios; si no, paga cinco euros al mes. Y tú decides. Al final es tu decisión, pero nadie te elimina ese servicio, te dan opciones. Con las cookies no es así. La normativa de privacidad de la Unión Europea intenta regular lo que llamamos las cookie walls, que no funcionen como que estás en la esquina y te dicen “la bolsa o la vida”. Como la tecnología siempre va por delante de la legislación, primero te tienes que encontrar con un problema para saber cómo lo has de resolver. La Comisión Europea ha puesto ya en marcha dos grandes directivas, la Digital Services Act y la Digital Market Act, limitando el problema de las grandes plataformas digitales.
– ¿Qué hacen con nuestros datos las empresas y organizaciones?
– Están obligados a publicar qué hacen con tus datos. Si usted quiere que yo le dé un buen servicio de localización, tengo que geolocalizarle. Ahora, que yo ese dato de geolocalización se lo envíe a una tercera empresa para que me haga publicidad de zapatos, eso es lo que no estoy autorizado a hacer, a menos que tenga su consentimiento explícitamente. Eso sí que está regulado.
– ¿Cómo anda España en materia de ciberseguridad? ¿Es difícil evitar ataques como el del Servicio Público de Empleo, aún no del todo resuelto?
– El sistema se ha restablecido, pero el resto estamos solucionándolo. Esto no es algo único ni del SEPE ni de este Gobierno. Ha pasado en grandes instituciones americanas. Lo que resulta clarísimo es que las nuevas amenazas vienen del ámbito cibernético. A medida que se incrementan los procesos de digitalización aumenta el territorio de riesgo. Por eso es un eje fundamental: no podemos apostar por la transformación digital si no estamos dando seguridad a nuestras personas, a nuestras empresas, a nuestros profesionales. Estamos hablando de grandes organizaciones del crimen. Estas cosas no las hace un niño de 14 años, como en las películas, que se entretiene y entra en la Casa Blanca.
– Con sus conocimientos, ¿no ha intentado nunca ser ciberdelincuente?
– Para nada [ríe]. Y además, soy la presidenta del Instituto Nacional de Ciberseguridad, donde nos encargamos justamente de poner remedio a estas situaciones y de que todo el mundo sea consciente de los riesgos de la seguridad, empezando por los chavales. Tenemos el teléfono 017, que es muy importante, un número gratuito para cualquier persona —un autónomo, una persona que tiene un comercio y le dan una factura falsa o nuestros hijos, que se han enganchado mucho a internet por culpa de que la pandemia— que tenga problemas o ataques de ciberseguridad.
– Vivir en un mundo digital, virtual, incierto. ¿No tiene miedo de que estos temas nos conduzcan a una distopía? ¿Está todo bajo control?
– El futuro no está escrito. Ni un mundo utópico ni un mundo distópico. Lo estamos diseñando ahora con estas decisiones. Por eso resulta importante que nosotros, que somos una generación de transición, a caballo entre un modelo económico y social que no existe, y uno que aún está por construir, seamos conscientes de la responsabilidad que tenemos a nivel histórico. Nuestra generación tiene dos grandes responsabilidades con las generaciones venideras: resolver el tema del cambio climático, porque si no lo hacemos esta generación ya no va a haber planeta, y resolver todos los conflictos éticos de la seguridad de las tecnologías.
– Lo de Aldous Huxley le parecerá un juego de niños.
– Sí, lo del mundo feliz yo creo que está obsoleto ya [ríe].
– ¿Es usted feliz?
Enredados: la era de la distopía
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– Muy feliz. Emocionada e ilusionada con el reto que tenemos como país.
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*Esta entrevista está publicada en el número de abril de tintaLibre, a la venta en quioscos. Puedes consultar todos los contenidos de la revista haciendo clic aquíaquí