Cumbre del clima de Glasgow
Los países más afectados por la crisis se plantan: sin dinero para afrontar sus daños no habrá acuerdo en la COP26
Este lunes arrancó la semana decisiva de la cumbre del clima de Glasgow. A partir del ecuador suele empezar lo importante en este tipo de eventos: los ministros de Energía, Clima y/o Medio Ambiente aterrizan en el encuentro, se arremangan y empiezan a negociar, una vez pasados los primeros días dedicados a acuerdos no vinculantes, propaganda y nuevos informes científicos que sitúan el debate. La responsable española de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ya está en Reino Unido e intentará hacer valer su fama de una de las mejores negociadoras climáticas del panorama internacional. Fue ella una de las que logró desatascar la COP25, en Madrid. Sin embargo, el escenario actual es aún más complicado que en 2019.
En este artículo, previo al evento, desgranábamos los tres puntos más importantes del debate, que permitirán estimar si el resultado de la cumbre es un éxito, un fracaso o, como suele ser habitual, una victoria muy limitada. El primero, las contribuciones al recorte de emisiones de cada país: muchos prometen para 2050 y 2060, pero se olvidan del corto plazo y de las políticas que convierten la meta en realidad. El segundo, el mercado global de carbono, que permitirá a los países alcanzar su objetivo con esfuerzos en otros lugares del mundo. Y el tercero es la financiación en base a la justicia climática. Los países más ricos y emisores deben facilitar recursos, ya sea en forma de subvenciones o de préstamos, para que los más pobres afronten la mitigación y la adaptación al fenómeno. No lo están haciendo al nivel del compromiso que adquirieron, de 100.000 millones de euros anuales a partir de 2020.
La otra pata del "elefante en la habitación" es la referente a lo que se conoce en jerga climática como "pérdidas y daños". Los pequeños países insulares se enfrentan a la desaparición de su territorio. Otros, situados en áreas tropicales, ya sufren huracanes y ciclones aún más destructivos que de costumbre. Quieren ayuda para gestionar el sufrimiento, pero no hay ni un solo mecanismo que ponga un solo euro sobre la mesa, hasta el momento. El primer ministro de Tuvalu dejó una imagen para el recuerdo: una conferencia de prensa con el agua hasta las rodillas, en una zona de su isla en la que el mar ha avanzado terreno.
Hasta ahora, el tema había pasado de puntillas por las cumbres del clima. Una y otra vez. Pero las naciones más vulnerables, de rentas altas, medias y bajas, ya se han cansado de esperar y advierten de que el bloqueo puede ser total, hasta el punto de que la cumbre del clima acabe sin acuerdo final consensuado. Sería la primera vez desde la cumbre del clima de Copenhague, en 2009.
Este lunes era el día dedicado a las pérdidas y daños en la COP26. El día de las finanzas acogió a anuncios, recibidos con mucho escepticismo, de los mayores bancos del mundo. El día de la energía fue escenario de varios acuerdos para poner fin a los combustibles fósiles. Pero en este día, silencio. Atronador, para muchos. "Sigue habiendo muchas resistencias", lamentó la viceministra de Medio Ambiente de República Dominicana, Milagros de Camps, en representación de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (Aosis, siglas en inglés).
Estas resistencias se hicieron muy visibles en el documento sobre "posibles elementos" que podrían incluirse en un acuerdo final, que publicó el pasado fin de semana la presidencia de Reino Unido. El análisis pone mucho el foco en los esfuerzos necesarios para mitigar el fenómeno con compromisos anteriores a 2030, en línea con lo que pide la ciencia. Pero las naciones con economías emergentes llevan semanas diciendo que no van a poner sobre la mesa nuevas metas si la financiación no mejora. Y, en cuanto a las pérdidas y daños, el borrador de Reino Unido incluye apenas cuatro puntos: llama a "reconocer" la necesidad de mejorar la financiación y la "urgencia de acción", sin más. "Es muy pobre", aseguró Yamide Dagnet, la directora de Negociaciones Climáticas del World Resources Institute (WRI), una de las organizaciones más reputadas en el análisis de estas conversaciones.
El único país que ha cifrado su contribución al fondo de pérdidas y daños es el que acoge el evento: Escocia. Por ahora, están solos. El Ejecutivo del país anglosajón prometió el pasado miércoles un millón de libras para apoyar a las víctimas de los desastres climáticos. "Creo que este capital inicial que el gobierno escocés está poniendo a disposición va en la dirección correcta. Debe quedar muy claro que deben ser fondos separados para pérdidas y daños, además de la ayuda climática existente", declaró Sonan Wangdi, de Bután, que preside un grupo de 46 países menos desarrollados. Este lunes, nadie se ha sumado.
Un estudio de 2019 cifra la cantidad necesaria en este concepto en 300.000 millones al año a partir de 2030. Los países africanos, con el apoyo de China e India, subieron el cálculo este lunes: 1,3 billones de dólares a partir de 2025. El portavoz del grupo, el guineano Ahmadou Sebory Touré, volvió a insistir en que no solo falta dinero, también falta la intención de hablar del tema por parte de los países ricos.
La separación entre los dos tipos de financiación que se reclaman y que reivindicó Wangdi es pertinente. Por un lado está el fondo de pérdidas y daños, dirigido a los países que sufren con más intensidad los fenómenos extremos asociados al cambio climático. Y por otro lado, el flujo de dinero que piden los países que no forman parte de lo que históricamente se ha denominado como "Primer Mundo", estén en primera línea de los desastres o no. Aseguran que es justo que los más responsables del fenómeno arrimen el hombro más allá de su parcela. En ese sentido, el Norte Global se comprometió a abonar 100.000 millones de euros anuales cada año entre 2020 y 2025. No llegaron a la cifra en 2020 y probablemente tampoco lo hagan en 2021, quedándose en unos 80.000 millones.
El documento de "posibles elementos" utiliza un verbo que los más asiduos a la política de la Unión Europea conocerán, por ser sinónimo de inacción: "concern", que puede ser traducido como "preocuparse". El análisis de la presidencia llama a una preocupación "profunda" por no haber alcanzado el objetivo. Ni rastro de una propuesta que Reino Unido movió entre los negociadores la semana pasada, que incluía el compromiso de llegar a la cifra entre 2022 y 2023, entre dos o tres años más tarde, y que de todos modos no había sido vista con buenos ojos por el grupo de países más vulnerables.
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Pero no solo se trata del número. Como declaró De Camps este lunes, "no solo se trata de cuánto dinero, sino de cómo se ofrece ese dinero". Los posibles préstamos deben ofrecerse en condiciones ventajosas, que no generen aún más deudas imposibles de pagar para el Sur Global; y deben dedicarse tanto a la mitigación del fenómeno (evitar más emisiones) como a la adaptación a sus efectos irremediables, en una relación de 50/50 a ser posible. Las negociaciones están en punto muerto.
Tampoco se sabe demasiado de cómo avanza el asunto del artículo 6 y los mercados globales de carbono. Los borradores publicados hasta el momento incluyen toda una gama de opciones que van desde un mecanismo realmente ambicioso y útil para afrontar la emergencia, como pide la Unión Europea, hasta una herramienta llena de trampas y dobles contabilidades, como reclaman Brasil y Australia para beneficiarse de su posición de partida. Los observadores tienen muy limitada su presencia en las discusiones, en teoría con motivo del covid-19, lo que está resultando en una de las cumbres del clima menos transparentes de la historia; así lo denunció la semana pasada la activista Greta Thunberg.
"No tenemos textos, básicamente", alerta Javier Andaluz, de Ecologistas en Acción, uno de los activistas más veteranos en la cobertura de cumbres del clima. Y "nadie está levantando la mano" para romper el bloqueo. Cree que la financiación climática, más incluso que el artículo 6, tiene la capacidad para llevar la falta de entendimiento hasta el final y que la COP26 sufra el descrédito absoluto de la COP15 de 2009 de Copenhague: que se llegue a un texto final sin consenso, o a un documento que, una vez más, vuelva a dejar sin abordar los asuntos importantes. En la cumbre del clima de Madrid se alcanzó el pacto in extremis. El miedo al fracaso sobrevuela el encuentro con más fuerza que nunca.