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Olas de calor marinas: "El océano es tratado como un gigantesco basurero de CO2”

Inmersión fotográfica del programa 'Viu la posidònia', dentro de los planes para proteger este especia amenazada.

Sophie Boutboul (Mediapart)

Valérie Masson-Delmotte, paleoclimatóloga y copresidenta del subgrupo de científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), lanza una alerta sobre el aumento de las olas de calor marinas. Se han duplicado desde 1982 y serán entre 4 y 50 veces más frecuentes para 2081-2100 si nuestras emisiones siguen aumentando, según el informe especial del IPCC sobre "el océano y la criosfera en el contexto del cambio climático" publicado en 2019, en el que trabajó la investigadora.  

Mediapart: ¿Qué es una ola de calor marina?

Se trata de una anomalía de temperatura en la superficie del mar, un acontecimiento extremo en condiciones particularmente cálidas. La gente suele centrarse en lo que es visible: el plástico, por ejemplo, que es un problema, pero las olas de calor marinas también lo son.

Los gases que se añaden a la atmósfera impiden que el calor de la Tierra se escape al espacio: ése es realmente el principio del efecto invernadero. Así que aportan una gran cantidad de calor al océano cada año. Este calor representa entre 15 y 20 veces el consumo de energía primaria de toda la humanidad.

Es como si tratáramos al océano como un gigantesco contenedor de residuos de CO2 y calor (el 23% de nuestras emisiones de CO2 cada año y el 91% del calor que entra en el océano). Esto conduce a eventos de calor extremo más frecuentes e intensos en la superficie del agua. Es una consecuencia directa de la influencia humana en el clima.

En el informe Océano y criosfera, usted y sus colegas dicen que estas olas serán mucho más frecuentes de aquí a 2081-2100 si nuestras emisiones siguen aumentando, ¿es así?

Estamos asistiendo a un aumento de estos fenómenos cálidos extremos que afectan a una zona más amplia. Entre 1982 y 2016, estos eventos ya eran dos veces más frecuentes. Si tenemos incluso dos grados de calentamiento -que es una proyección relativamente optimista que requeriría un fuerte descenso de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero más allá de los compromisos actuales de los distintos países-, nuestras estimaciones para finales de siglo son que estos episodios serán entre dos y nueve veces más frecuentes que en el periodo 1995-2014. Esto será más marcado en los océanos Pacífico y Ártico, pero los mares de nuestras latitudes no se salvarán. 

¿Cuáles son los efectos de estas olas de calor marinas en los ecosistemas?

Hay un blanqueo de los arrecifes de coral tropicales. Tienen una capacidad de recuperación tras el blanqueo de unos 15 años, pero cuando las olas de calor marinas son más frecuentes, esto socava la recuperación y ejerce presión, por lo que habrá una pérdida de biodiversidad coralina y también una pérdida de la integridad estructural de los arrecifes.

También hay efectos sobre las laminarias (macroalgas) o las praderas de posidonia (plantas marinas). Cada organismo marino tiene un umbral de tolerancia. Cuando se supera este umbral, algunas especies se desplazan para conservar su hábitat. Por ejemplo, ya hay un descenso de las capturas pesqueras en el océano tropical. También hay especies tropicales que entran en el Mediterráneo.

Pero todo lo que no se mueve, como las praderas marinas y los corales, se verá muy afectado por estas olas de calor. En ocasiones, esto provoca una mortalidad masiva en el fondo del océano, y no sólo en la superficie. Cuando el agua del mar se calienta, hay una falta de oxígeno en el fondo y sólo sobreviven los organismos que son capaces de soportar condiciones extremadamente cálidas. En el Mediterráneo, en la costa española, hay una degradación de las praderas de posidonia, por ejemplo. Esto también se ha estudiado en Australia, Tasmania, frente a la costa de California, y también en la costa este de Estados Unidos, donde a veces se han producido efectos devastadores en la pesca de langostas o en la acuicultura.

¿Podemos hablar también de una mayor mortalidad de ciertas especies, especialmente en el Mediterráneo?

La red de expertos mediterráneos en cambio climático y medioambiental (MedECC) publicó a finales de julio un resumen sobre la mortalidad masiva recurrente en el Mediterráneo en la revista Global Change Biology. Los expertos señalan que olas de calor marinas como la de 2003 podrían convertirse en norma en el Mediterráneo. Entre 2015 y 2019, tras las olas de calor marinas en miles de costas, cincuenta especies sufrieron una mortalidad masiva recurrente, entre ellas corales, esponjas y macroalgas. También se refieren a las praderas de posidonia y a los conjuntos de corales que son hábitats emblemáticos de esta región. El MedECC menciona, por ejemplo, el caso de los episodios de calor en Córcega o en el litoral mediterráneo francés.

Estas olas de calor marinas también pueden provocar toxicidades para los seres humanos, así como para los animales y las plantas...

Los informes del IPCC subrayan que esto provocará una explosión de plancton vegetal. Las floraciones de algas tóxicas tienen implicaciones para el consumo de productos del mar (pescados y mariscos), pero también para el uso del litoral. Esto plantea cuestiones de seguridad sanitaria ya que esta toxicidad puede provocar problemas respiratorios. El fitoplancton produce toxinas: para nosotros, es un veneno que puede causar irritación respiratoria y puede agravar patologías como el asma. Se han observado floraciones de algas tóxicas en Grecia, España (varios episodios en el verano de 2018 en Galicia), pero también en 2013 en Australia, también en el noreste del Pacífico en 2015 en la costa oeste americana...

En términos de salud, también hay un aumento de ciertas bacterias. Es el caso del Mar Báltico, con condiciones más cálidas en las que las bacterias patógenas pueden causar efectos en el ecosistema, pero también en nuestra alimentación, problemas digestivos tras el consumo de estos productos. Este ha sido el caso de Alemania, por ejemplo.

En términos de impacto, ¿estas olas de calor también provocan la muerte de las aves marinas?

Sí, es en relación con los pequeños peces de los que se alimentan, que son muy dependientes de las condiciones de frío. Las aves marinas se alimentan de ciertos tipos de plancton, por ejemplo. Hubo una mortalidad extrema en el Pacífico nororiental, con un millón de aves de la especie arao común (Uria aalge) en el periodo 2014-2016. Esto se debió a una intensa ola de calor marina frente al Golfo de Alaska. Este número se estimó a partir de las aves muertas encontradas en la costa tras la ola de calor.

También hay interacciones con todos los demás fenómenos extremos, como la canícula y las sequías.

En el informe del IPCC sobre los impactos, los riesgos y las palancas de adaptación para Europa y el Mediterráneo, se identificaron cuatro riesgos clave en un clima que se calienta: el calor extremo (efectos sobre la salud humana y sobre los ecosistemas terrestres y oceánicos), las perturbaciones de la producción agrícola, la escasez de agua y las inundaciones, debidas a los episodios de lluvias intensas. Por el momento, tenemos tres de estos cuatro riesgos clave; aún no tenemos las inundaciones de este verano (después de realizada esta entrevista, han caído lluvias torrenciales en Kentucky que han causado 16 muertos).

Este tipo de acumulación de calor en el océano también puede interactuar con las tormentas y aumentar su intensidad. Esto se debe, sobre todo, a que estas olas pueden promover fuertes movimientos verticales o llenado del agua del mar más caliente con vapor de agua. Una de las posibles consecuencias puede ser la intensidad de los episodios de gotas frías.

¿Qué se puede hacer para frenar estas olas de calor oceánicas?

Lo único que las detendrá es limitar el nivel de calentamiento global. Mientras emitamos CO2, el clima seguirá calentándose y sólo se detendrá cuando nuestras emisiones globales de CO2 lleguen a cero. El primer factor es reducir masivamente esas emisiones. Y la segunda es reducir las emisiones de metano [un gas de efecto invernadero que tiene un poder de calentamiento 84 veces superior al del CO2 en un periodo de veinte años - nota del editor], que provienen principalmente de la ganadería y la producción de gas fósil.

Además, existe el reto de reducir todas las demás presiones locales sobre los frágiles ecosistemas, especialmente en las costas mediterráneas. Para ello, hay importantes formas de actuación: hay que eliminar los contaminantes que llegan con los vertidos de aguas residuales y eliminar todo lo que daña los hábitats (por ejemplo, usar anclas que dañan los lechos de hierbas marinas es un estrés adicional que se suma a estas olas de calor). Las presiones también incluyen el uso de los océanos, y a veces la sobrepesca.

Por tanto, hay que reducir todas las actividades contaminantes que puedan provocar la destrucción de los hábitats de estas especies, las actividades turísticas, el transporte en el mar, la explotación de los fondos marinos, etc. Ésta es también una de las razones por las que la comunidad científica que trabaja en la biodiversidad marina lanza un mensaje muy claro: una de las cosas que se pueden hacer para aumentar la resiliencia de los ecosistemas marinos es aumentar la cantidad de terreno protegido y el grado de protección de las zonas marinas protegidas.

Estas olas de calor marinas también ¿pueden sensibilizar a la población al mejorar el conocimiento de nuestros territorios?

Sí. Francia es un país con un litoral muy extenso, pero mucha gente se considera más población terrestre que marítima, y creo que es importante conocer los ecosistemas marinos y las amenazas a las que se enfrentan para que la gente pueda verlos y comprenderlos. Recuerdo que una vez vi en Córcega a un buzo proyectando imágenes en tiempo real del fondo marino con corales. Describía los daños causados por los recientes episodios de calor. Lo importante es estar informados para sentirnos actores de esta protección.

Para mí, lo que es complicado en este momento es ver cómo se repiten estas situaciones. Era de esperar, vemos los daños y al mismo tiempo seguimos subvencionando los combustibles fósiles, para diversificar el suministro de gas... Es un poco como "echar leña al fuego". Tenemos que apoyar a la gente lo antes posible para ayudarles a salir de esta situación, especialmente a los que se encuentran en situación de pobreza energética.

Lo que más me llama la atención es la falta de conocimientos sobre el océano y los ecosistemas marinos entre los responsables políticos. Creo que hay algo que no se ha transmitido correctamente.

Por ejemplo, tomemos el debate sobre el aire acondicionado. Comprendo la dificultad de descansar cuando tenemos un calor extremo, el deseo de confort, pero quizá el mensaje que hay que transmitir es que no tendremos aire acondicionado en el océano ni en los bosques, y que por tanto debemos reducir masivamente las emisiones de gases de efecto invernadero.

¿La acción puede provenir tanto de los políticos como de los individuos?

Todos tiene diferentes grados de responsabilidad y capacidad de actuación, pero todos pueden actuar. Por ejemplo, no hay que esperar a los límites de velocidad de las autopistas para reducir la velocidad y consumir un 10% menos de combustible (es la diferencia entre 110 y 130 km/h). A veces se trata de sentido común, pero también de cosas estructurales: renovar las viviendas o cambiar el tipo de transporte. También se necesitan infraestructuras y ayudas para los más vulnerables. En Francia, lo que más pesa es el transporte y la calefacción con gasóleo o gas, y luego la cesta de la compra. Por tanto, hay formas de acción que todos y cada uno de nosotros podemos ejercer, siendo exigentes con lo que se puede hacer a nivel local y nacional.

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Volviendo al océano, ¿qué le gustaría que recordaran los políticos y el público?

Que la capacidad del océano no es infinita. El hecho de que el océano absorba CO2 provoca su acidificación y esto afecta a los organismos marinos, que dependen de la química del agua del mar para hacer sus esqueletos, por ejemplo. La acumulación de calor en el océano es uno de los factores, junto con el deshielo de los glaciares de Groenlandia y la Antártida, que contribuyen al aumento del nivel del mar. Una de las consecuencias de esta subida del nivel del agua es la erosión de las costas arenosas, que se intensificará. Lo que está en juego es enorme para todas las costas y lugares que amamos.

Traducción de Miguel López

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