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'Por mandato del cielo', una demoledora crítica a las trampas de la fe

Andrew Garflied en la serie 'Por mandato del cielo'.

Siete episodios de una hora en Disney + recrean un crimen real entre mormones. Mucho más allá de eso, la serie limitada Por mandato del cielo, expande su argumento a la tentación del salto entre fe y fanatismo y a los peligros de este.

Un día de verano de 1984, la mormona Brenda Lafferty fue estrangulada con el cable de la aspiradora en su casa. Su hija de quince meses, Érica, fue degollada junto a ella. La serie tarda en desvelar quien es responsable de la atrocidad, pero desde el principio busca indicios en la psicología de los fieles mormones y entre ellos, de los fundamentalistas.

Tres vías para contar la religión mormona

Tres historias se combinan para dar profundidad al cuadro que se pretende pintar. Por un lado, la del propio crimen. Por otro, la del origen de la religión mormona y en tercer lugar, la crisis de fe del también fiel del culto, el policía encargado del caso, encarnado por Andrew Garfield.

Las dos primeras líneas argumentales, crimen e indagación histórica, se hallaban presentes en el libro en el que se basa el material para esta serie, que llevaba el mismo nombre y tiene ya casi veinte años, sobre el que existe una serie documental ahora no disponible en plataformas.

Basada en un éxito editorial de no ficción

El montañero, periodista y escritor Jon Krakauer llevó a cabo aquella investigación. Ya había destacado con dos enormes éxitos de no ficción, Hacia rutas salvajes, que fue adaptado al cine por Sean Penn, y Mal de altura, que investiga la hasta entonces peor tragedia ocurrida en el Everest y de cuya expedición él mismo había formado parte.

Por mandato del cielo se convirtió en un nuevo fenómeno editorial. El enfoque de Krakauer excedía la mera investigación policial, la anecdótica conversión de unos perturbados en criminales. La fuerza de su relato consistía en deconstruir la religión mormona y desmontar muchas de las mentiras en las que se fundamenta.

Ataque a las mentiras fundacionales de una Iglesia

El radicalismo de Krakauer, su falta de contemplaciones con el mormonismo, permite llevar la conversación a terrenos más interesantes, más productivos, también más peligrosos. Actúa como bola de demolición. ¿Fue el origen de la religión bueno, justo, honesto? ¿Funciona la Iglesia como un teléfono escacharrado en el que cada profeta o sacerdote va adaptando a su conveniencia el mensaje? ¿Se trata a los fieles como a menores de edad a los que se ocultan los hechos que les pueden parecer discutibles? Viendo el tipo de preguntas que se plantean se pueden deducir las respuestas.

La religión mormona, también llamada Movimiento de los Santos de los Últimos Días, fue fundada por el estadounidense Joseph Smith en 1830. A pesar de lo moderna y trazable que resulta la historia de esta Iglesia, los mormones han sido educados con incontables mentiras. La serie, como antes hiciera el libro, tumba muchas de ellas.

A veces lo hace de forma un tanto farragosa. Bien es cierto que desde un país como España, en el que la mayoría hemos sido educados en un entorno católico o de antiguas religiones, ver a un profeta aburguesado del siglo XIX al que le ha sido revelado un evangelio antiguo, desorienta un tanto.

La poligamia que los propios mormones no quieren ver

Un problema medular para los mormones reside en mirar a la cara a la poligamia que esconde su religión. A pesar de que se prohibió y han tratado de negar que fuera parte fundacional de ella, han tenido que terminar admitiendo que el profeta y fundador la practicaba. Lo hicieron en 2014, como relata El País.

La serie hurga en la herida y no se anda con sutilezas. Aprovechando que el crimen central de la historia contiene la pulsión polígama insiste sobre ella. Los fanáticos tienen razón en este caso, el profeta la defendía y la practicó. Son los miembros de la corriente mayoritaria quienes niegan la realidad de la fe que profesan. La simple verdad histórica supone para ellos un doloroso baño de realidad.

Algunos mormones critican abiertamente el enfoque de la serie, como el periodista de The Atlantic Mckay Coppins (ver aquí), aunque no han querido hacer causa contra ella, como si hicieron incautamente contra el libro hace veinte años, reforzando aún más su difusión.

El autor de la serie se crio como mormón

Además, si aquel ensayo estaba escrito por alguien ajeno a su cultura, la serie está encabezada por Dustin Lance Black, criado como mormón y que abandonó el culto junto a su madre, escandalizado por lo que denuncia que es una de las religiones más misóginas del mundo.

Este guionista, oscarizado por su libreto de la película Milk, descubrió muy de niño que era homosexual y la perspectiva de crecer como tal en el entorno mormón y conservador en el que vivía le llevó incluso a tener pensamientos suicidas. Al mismo tiempo, durante su infancia se preguntaba por qué su madre tenía muchas más limitaciones en todos los aspectos de su vida que su padre dentro de su fe, como cuenta a Gold Derby.

Cuando abandonó la iglesia de joven y leyó el libro de Krakauer sintió que iluminaba sus dudas. Respondía incluso preguntas que no había llegado a formularse. Durante años optó a hacerse con los derechos para su versión audiovisual. Primero intentó adaptarlo como película pero no conseguía que funcionase. Cuando el formato de las miniseries o series limitadas comenzó a ganar el favor de la audiencia, descubrió que era el idóneo para esta historia.

Además de contar con Andrew Garfield, ha coproducido la serie con dos grandes de Hollywood, el equipo formado por el director Ron Howard y el productor y guionista Brian Grazer, que colabora habitualmente con él. Gracias a ello, el proyecto ha atraído talento naturalmente. La víctima está encarnada por la protagonista de Normal People, Daisy Edgar-Jones. Estupendos actores completan el reparto.

Dustin Lance Black ya había escrito para la serie más famosa sobre mormones, Big love, que puede verse en HBO Max, una versión más aculebronada de la poligamia. Ha participado también en otros proyectos que desmontan contradicciones de la religión en la que fue criado.

Un policía entre las creencias y los hechos

En el guion que ha coordinado para esta serie, al material original ha incorporado la historia ficticia de Jeb Pyre, devoto mormón que en el transcurso de la investigación ve tambalearse los principios que han regido toda su vida. Andrew Garfield compone un personaje reprimido, circunspecto y en el que destaca una potente escena en el que las grietas en sus creencias le llevan a un ataque de pánico existencial.

Hace pareja en la investigación con detective Bill Taba, encarnado por el actor Gil Birmingham, nativo americano que se contrapone a todos los demás personajes ya que representa el forastero del culto, el que no participa de las interioridades de la religión asentada firmemente en el estado de Utah.

También ha irritado a los mormones que su personaje encarne el sentido común y la objetividad, frente a la irracionalidad de los creyentes. En un momento catártico del último episodio, Bill provoca a su compañero, le grita para que se deje de fe y prejuicios y contemple los hechos tal cual son.

Una alegoría del extremismo americano actual

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Dustin Lance Black incluye así una de las referencias más explícitas a una segunda lectura que busca con la serie. Según declara, quiere que funcione como cuento con moraleja para advertir sobre la deriva estadounidense hacia el extremismo.

Una deriva que cree buscar el esencialismo que reside en el pasado, reinterpreta la Constitución y desprecia los hechos. La que se ve justificada incluso para el uso de la violencia ante la frustración, para la que siempre se encuentra una excusa ajena a uno mismo. Según afirma Black, en tiempos de incertidumbre la gente se siente pequeña, bucea en el pasado en busca de cimientos y lo que encuentra son falacias.

Unos días después del ataque a Salman Rushdie, unos días después de que el Papa Francisco limite el poder y autonomía del Opus Dei, unos días después de que se analice en el Congreso americano el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 es un buen momento, en realidad tan bueno como cualquier otro, para revisar los mecanismos que llevan de la fe al extremismo y a la sinrazón.

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