“El abuso de las drogas aumenta desde la pandemia por el déficit de vínculos reales entre personas”
Johann Hari insiste en el fracaso de la llamada "guerra contra las drogas" antes de viajar a Sudáfrica para promocionar Stolen Focus, su nuevo libro, en una entrevista para infoLibre. El periodista británico pide compasión y empatía hacia las personas que sufren algún tipo de adicción, como ya lo hizo en , el libro que publicó en 2016 sobre adicciones y que se tradujo al castellano con el título de Tras el grito.
“Lo primero que hay que hacer es distinguir entre consumo y adicción”, afirma Hari, que insiste en que la elección de introducir un químico en tu cuerpo no debería constituir un delito. El periodista británico argumenta que la amplia mayoría de consumidores no desarrollan una adicción y consumen porque les hace sentir bien, porque les gusta, como les gusta el alcohol.
“Hay que reducir la ansiedad parental, poner las cosas en perspectiva. Sin banalizar la marihuana, un porro no convierte a nadie en drogadicto”, dice Hari al recordar la necesidad de ir a las causas y ofrecer a los jóvenes alternativas de ocio saludable y de trabajar en su autoestima.
Lejos de hacer apología de las drogas, alerta de los peligros del consumo temprano del cannabis y de otras sustancias porque el cerebro de los jóvenes, aún en formación, puede sufrir daños irreversibles.
“Los padres deben asumir que el enfoque habitual contra las drogas provoca tráfico ilegal en las calles, lo que permite que cualquiera persona de cualquier edad pueda acceder a sustancias peligrosas si tiene dinero para pagarlas”, argumenta el periodista, convencido por años de investigación y viajes de que la despenalización de los estupefacientes acaba en gran medida con las mafias y, cuando se controla su acceso con el apoyo de expertos, los menores no las consiguen con la misma facilidad.
“Por otro lado, les recordaría a los padres la importancia de trabajar en una mayor conexión real entre las personas en nuestra sociedad. El abuso de las drogas ha aumentado desde la pandemia a causa de esta desconexión”, dice el periodista, que pide que todo el dinero empleado en arrestar, acusar, juzgar y castigar a estas personas se destine a educar a los niños y en ayudar a las adictos a recuperarse.
Causas de la adicción a las drogas
Hari recuerda los tres factores que determinan una adicción: los biológicos, los psicológicos y los sociales. “Solemos centrarnos en los genéticos y biológicos al asumir que la adicción está provocada por el gancho químico que provoca en el cuerpo el consumo de drogas, lo que de forma automática convertiría en adicto a toda persona que las probara una sola vez en su vida”, dice el autor, que tuvo la oportunidad de conocer y de entrevistar a médicos y expertos como Gabor Maté o Bruce Alexander.
Este último científico desmontó aquella teoría clásica del enganche químico de las adicciones, respaldada por el conocido experimento en el que se introducía a una rata en una jaula con dos recipientes. Uno de ellos contenía agua y el otro una mezcla de agua con cocaína o con otras drogas. En la mayoría de los casos, la rata moría de sobredosis al cabo del tiempo.
En los años 70, Alexander introdujo una variante en el experimento. En lugar de hacerlo con una rata aislada, introdujo a otras ratas en una jaula más grande, donde además había comida diversa y juegos. Los roedores probaban el agua mezclada con la droga, pero no morían de sobredosis y al cabo del tiempo apenas la consumían. Esto llevó al profesor a concluir que la adicción no sólo tiene una explicación química, biológica o incluso psicológica, sino también social.
Para abordar los problemas de adicciones, propone a gobiernos, organizaciones de la sociedad civil y la sociedad en general que dejen de imitar el enfoque puesto en marcha por Estados Unidos a principios del siglo pasado, que ha costado miles de millones de dólares y que sólo ha servido para humillar a las personas con adicción y que ha creado el caldo de cultivo para la violencia y el crimen organizado en distintas partes del mundo. En su lugar, propone que los gobiernos conozcan de primera mano los casos de éxito de enfoques puestos en marcha por países como Portugal, Suiza y Uruguay. Sin haber alcanzado la perfección, han transformado el problema de las adicciones con algunos resultados prometedores.
Experiencia en Portugal
En 2001, Hari viajó a Portugal, país que entonces había despenalizado la posesión y consumo de drogas. Ahí conoció a Joao Goulao, el médico portugués que encabezó la revolución contra la adicción a las drogas que, en los años 90, azotaba al 1% de la población total de su país.
La adicción a la heroína había llegado de la mano de las crecientes muertes por una rara enfermedad que hoy conocemos como sida y que durante décadas estigmatizó a millones de personas por su orientación sexual o por su problema con las drogas. Portugal seguía una línea similar a la de Estados Unidos, donde el 90% de los fondos de política antidrogas se destinan a labores de persecución y captura, mientras un 10% se dedica a tratamiento y prevención.
Los adictos a la heroína en el país luso temían acercarse a los recursos públicos de atención por miedo a represalias en una guerra que los había convertido en el enemigo a combatir, por lo que el médico portugués puso en marcha un centro de tratamiento en la zona del Algarve donde se les recibía en un entorno amigable. Su equipo de médicos comenzó a atender a un número cada vez mayor de adictos a la heroína en situación desesperada.
Después de haber tratado a centenares de pacientes, en 1997 le dieron la responsabilidad de coordinar el tratamiento de personas con adicción en todo el país. Dos años después, el gobierno lo invitó a formar parte de una comisión independiente con médicos, jueces y un investigador académico independiente al frente con el objetivo de diseñar un plan para abordar desde cero el problema de las drogas.
El plan que desarrolló este médico portugués dio a las autoridades un nuevo marco, que consistía en ofrecer pautas de seguridad y en brindar apoyo para el funcionamiento de los nuevos equipos interdisciplinares que abordaban las adicciones desde un enfoque bio-psico-social. Las medidas humillantes y coercitivas contra las personas adictas intensificaban su enfado contra el sistema, que chocaba con su deseo de alejarse de las drogas.
El médico portugués construyó un sistema para ofrecer a las personas con adicciones la posibilidad de una vida nueva y de enseñarles el camino del placer en lugar de más dolor por medio de humillaciones y castigos. Su labor consistía en identificar lo que hacía insoportable su vida y ayudarles a superar su enfermedad por medio de la compasión y de herramientas para construir una nueva vida llena de sentido.
En 2001 llegó a su fin la persecución judicial contra los adictos en Portugal con la despenalización del consumo y la posesión. En su lugar fue instaurada una Comisión Disuasoria que derivaba a los consumidores con los que la policía se encontraba por las calles a reuniones con psicólogos y expertos con el fin de determinar si existía algún uso problemático de las sustancias. El papel de los policías cambió de la noche a la mañana.
Cuando los expertos se encontraban con alguien que hubiera desarrollado una adicción, el sistema estaba ahí para tratarlos. En este tipo de centros para tratar a personas con adicciones graves, el doctor cayó en la cuenta de que el abuso es sólo un síntoma de algún tipo de sufrimiento y hay que buscar las causas que les llevan a querer estar fuera de su mente la mayor parte del tiempo.
Los adictos en recuperación dibujan en un papel y adivinan emociones en un juego conocido como Pictionary para desarrollar la capacidad de identificarlas. También aprenden a dejarse caer hacia atrás para que una red de manos amigas los sostenga con el fin de desarrollar confianza en los demás.
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“Puedes dejar de usar drogas durante un tiempo, pero el consumo volverá si no se solucionan los problemas de la mente. Tenemos que trabajar en los traumas de la vida de las personas para que aprendan a lidiar con ellos. No podemos decirles que se comporten como ciudadanos ‘normales’ y luego darles la espalda”, afirma Hari.
El Gobierno de Portugal dio exenciones fiscales a quienes contrataran a personas con adicciones que se comprometieran con un proceso de recuperación, lo que arrojó mejores resultados que los encarcelamientos y los tratos vejatorios. Como resultado, el consumo problemático de drogas se redujo en un 50% y disminuyeron las infecciones de VIH por agujas infectadas. La legalización total de las drogas liberaría unos 51.000 millones de dólares al año para programas de prevención, tratamiento y educación en lugar del que se emplea en perseguir a usuarios y a traficantes, según un estudio reciente del Cato Institute que Hari cita.
Juan Pablo Escobar, hijo del capo de la droga más conocido de la historia, le confesó un día que lo que más temía su padre era la legalización de las drogas. “Me puedes citar en esto”, concluye Hari.