Europa no sabe qué hacer con sus tanques para desesperación de Zelensky y alivio de Putin

Ucranianos sostienen pancartas y ondean banderas durante una concentración de apoyo al envío de tanques Leopard en Bélgica.

Justine Brabant (Mediapart)

El anuncio que todos esperaban no se produjo. Todas las miradas estaban puestas en la base americana de Ramstein (Alemania), donde el viernes 20 de enero se celebraba la octava reunión de los países que apoyan a Ucrania. Varios responsables europeos y americanos habían insinuado en los últimos días que allí se tomaría una importante decisión sobre el envío de tanques alemanes Leopard 2 al Ejército ucraniano. Pero el ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, descartó esa opción a media tarde, afirmando que por el momento no se había tomado "ninguna decisión".

Para Kiev, que en los últimos días ha presionado mucho para "liberar los Leopard", la decepción es grande. El anuncio de varios aliados de enviar carros ligeros y la promesa del Reino Unido el 14 de enero de enviar 14 de sus carros de combate Challenger 2, habían sido una primicia y suscitado esperanzas de que seguirían nuevas donaciones de carros pesados de diseño occidental. Los tanques alemanes Leopard 2, de los que varios países europeos poseen grandes cantidades, se consideraban la opción preferida.

Pero el canciller Olaf Scholz no ha accedido a enviar tanques alemanes, ni siquiera a autorizar la entrega de Leopard 2 polacos y finlandeses, que Varsovia y Helsinki dicen estar dispuestos a donar (pero ambos países necesitan la aprobación de Berlín). El canciller y su imprecisa política de defensa suscitaron inmediatamente críticas y sarcasmos.

Esas indecisiones pueden suponer un motivo de satisfacción para el Ejecutivo ruso, según advierten algunos analistas. "Moscú observa el tiempo que se tarda en tomar estas decisiones y lo interpreta como un signo de debilidad de la otra parte. Este titubeo es muy perjudicial y tiene un precio para Ucrania, pero también para Europa", afirma Johanna Möhring, investigadora asociada del Center for Advanced Security, Strategic and Integration Studies (Cassis) de la Universidad de Bonn.

Tales titubeos "refuerzan el análisis de Vladimir Putin de que, a pesar de todas sus aparentes debilidades estructurales, Rusia aún puede esperar ganar, de que los europeos se dejarán intimidar y nunca proporcionarán la calidad y cantidad de armas necesarias para que los ucranianos obtengan una victoria decisiva", dice la investigadora.

El Ejército ucraniano ya ha recibido tanques de sus aliados, pero eran equipos de diseño soviético, y las existencias se están agotando.

Aunque los ucranianos piensen que los nuevos tanques occidentales van a llegar demasiado tarde, no cabe duda de que llegarán. En Francia, el ministro de las Fuerzas Armadas, Sébastien Lecornu, declaró el 18 de enero que, a petición del presidente Macron, estaba "examinando la solicitud" de Ucrania de entregar tanques franceses Leclerc. Los miembros de la mayoría presidencial están a favor.

El Presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, dijo el 19 de enero que "hay que entregar tanques" a Ucrania. El propio ministro de Defensa alemán no cerró la puerta a tales entregas, afirmando que su Gobierno estaba evaluando el estado de sus existencias para poder "reaccionar rápidamente" si finalmente se tomaba una decisión.

El debate sobre la entrega de tanques revela básicamente dos cosas sobre la ayuda militar occidental a Ucrania. El hecho de que la entrega de tanques se considere ahora una opción posible y legítima por parte de muchos Estados demuestra lo lejos que han llegado los aliados, algunos de los cuales hasta hace poco rechazaban la idea de enviar armamento pesado. Al mismo tiempo, las reservas expresadas y las escasas cantidades de que se trata por el momento muestran el principal límite de esta ayuda: sigue siendo en gran medida un "muestreo" por tanto, insuficiente para permitir a los ucranianos cambiar radicalmente el curso de la guerra a corto plazo, además de estar guiada en gran medida por consideraciones políticas internas.

De los cascos a los tanques, un largo camino recorrido

A pesar de sus diferencias, los partidarios de ayudar a Ucrania han recorrido ya un largo camino. Hace un año, como "señal muy clara" de su apoyo a Ucrania, Alemania anunció el envío de 5.000 cascos. Era entonces 26 de enero de 2022, Rusia aún no había lanzado su ataque pero había concentrado 100.000 soldados alrededor de Ucrania y algunos ya advertían del riesgo de abrirse el "mayor conflicto terrestre desde la Segunda Guerra Mundial". La respuesta del alcalde de Kiev al anuncio alemán fue contundente: "Esto es una absoluta tomadura de pelo.”

¿Cómo han pasado los aliados en Kiev de modestos cascos a bestias de 60 toneladas capaces de atravesar trincheras de dos metros de largo y aplastar un coche a su paso como si fuera una botella de plástico?

La invasión rusa de Ucrania, que comenzó el 24 de febrero de 2022, cambió lógicamente la situación. Ya el 26 de febrero, Alemania abandonó su postura oficial que desde la Segunda Guerra Mundial había sido la de no entregar armas a zonas en guerra al prometer a Kiev el envío de lanzacohetes antitanque, obuses y misiles tierra-aire.

Pero en los primeros días de la ayuda militar a Ucrania, sus aliados suministraron principalmente armas ligeras (ametralladoras y fusiles automáticos, entre otros), equipos de protección (cascos y chalecos antibalas), combustible y equipos antitanque. De París a Washington y de Berlín a Lisboa, se repitió una consigna: se trataba de "equipamiento defensivo", y las entregas no incluían "armamento pesado" como cañones, vehículos blindados o aviones.

Dos argumentos presidían entonces esa lógica. En primer lugar, el deseo de "evitar una escalada" con Rusia (y/o verse como "cobeligerantes" a efectos legales); un temor a la escalada alimentado por varios arrebatos de Vladimir Putin que parecían meter miedo con la amenaza del uso de armas nucleares.

Las precauciones de los aliados de Kiev estaban motivadas, en segundo lugar, por la idea de que esas armas llegarían desgraciadamente demasiado tarde y no bastarían para salvar a un Ejército ucraniano que entonces se creía demasiado débil para resistir más de unas semanas al rodillo ruso.

Desde entonces, los hechos han llevado a revisar esos dos argumentos. "Los temores parecen haberse calmado un poco" en cuanto al riesgo de escalada y cobeligerancia", afirma Johanna Möhring, de la Universidad de Bonn. Aunque Putin supo, durante un tiempo, "utilizar con bastante eficacia la carta de la amenaza nuclear para frenar la hipótesis de un apoyo militar más sólido", desde entonces se han "cruzado líneas rojas sin consecuencias directas": "La recuperación de tierras en los oblasts de Jersón y Zaporiyia (oficialmente integrados en la Federación Rusa desde el anuncio de su anexión por Moscú a finales de septiembre de 2022), no ha provocado una lluvia de cabezas nucleares. Los militares y los expertos en disuasión ya habían señalado la relativa improbabilidad o la inutilidad del uso de armas nucleares; quizás esto ayudó a los políticos a entenderlo también".

En cuanto al Ejército ucraniano, ya ha demostrado, sobre todo desde el inicio de su contraofensiva en julio de 2022, y luego con sus grandes éxitos de septiembre (penetración en la región de Jarkov) y octubre de 2022 (reconquista de Jersón), que puede hacer mucho más que resistir unas semanas.

Esas observaciones llevaron a los aliados de Kiev a dar pasos importantes en su ayuda militar a medida que se desarrollaba el conflicto. A los misiles antitanque iniciales, que fueron inestimables para repeler la ofensiva rusa sobre Kiev, siguieron armas de mayor alcance (como los lanzacohetes Himars americanos y los MLRS franceses), que se utilizaron para alcanzar con mayor precisión las infraestructuras rusas, incluidos los centros de mando y los depósitos de municiones, y facilitar así la contraofensiva que comenzó en el verano de 2022.

Desde la intensificación de los bombardeos rusos, incluso sobre infraestructuras civiles, los aliados han estado estudiando más seriamente la forma de ayudar a Ucrania con defensa antiaérea. Eso ha llevado a Estados Unidos y Alemania al envío de dos sistemas de defensa Patriot, un arma especialmente sofisticada que costaría entre 3 y 4 millones de dólares por misil disparado y cuyo manejo requiere varias semanas o meses de formación.

Los tanques son un paso más. Antes de dar ese paso, los aliados de Kiev han tenido tiempo de observar a las fuerzas ucranianas en acción y juzgar que podían hacer un buen uso de sus tanques.

“El Ejército ucraniano ha demostrado su valía en el campo de batalla: se ha visto que es capaz de realizar maniobras conjuntas, es decir, combinar fuerzas terrestres para utilizarlas de forma coherente, algo de lo que los rusos no han demostrado ser capaces", estima Johanna Möhring. “Los ucranianos cuentan ahora con mandos y soldados experimentados a los que se anima a innovar; se ve que hay una coordinación eficaz entre las unidades, una rápida comunicación y explotación de la inteligencia, una impresionante coordinación de medios de apoyo al fuego... Los aliados de Ucrania se han dicho: ‘Sí, podrían ser capaces de utilizar estos tanques, y eso podría marcar la diferencia sobre el terreno’".

El conflicto también parece haber alcanzado una fase en la que tendría sentido usar tanques. Si las fuerzas ucranianas quieren continuar su contraofensiva, tendrán que cruzar líneas del frente que las fuerzas rusas han tenido tiempo de reforzar. Los carros de combate, que aparecieron por primera vez durante la batalla del Somme en 1916, se diseñaron precisamente para eso: atravesar trincheras, alambradas de espino y otras defensas enemigas.

Los ucranianos consideran que las entregas son muy urgentes pues muchos observadores (incluido el presidente del comité militar de la OTAN) esperan grandes ofensivas en primavera. Es probable que los tanques occidentales no lleguen a tiempo, pero podrían sustituir a los tanques ucranianos que seguramente serán destruidos o dañados en los combates. 

Volodímir Zelensky y sus aliados también saben que la ayuda militar americana puede no durar para siempre. Los demócratas, acérrimos partidarios de Kiev, que han librado 27.000 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania desde que comenzó el conflicto, han perdido el control de la Cámara de Representantes en las elecciones de mitad de mandato de noviembre. Y las elecciones presidenciales americanas de 2024 podrían ver volver a la presidencia de Estados Unidos a un candidato más rusófilo que Joe Biden.

Todo ello ha puesto la cuestión de los tanques en el orden del día; pero aún no ha convencido a la coalición pro-Kiev para que los entregue en masa.

Ayuda bonsai: un poco de todo y en pequeñas cantidades

A la hora de saber quién daría el paso, no había prisa. Estados Unidos se negó a enviar sus tanques Abrams, explicando que requieren un mantenimiento complicado y consumen mucho combustible, lo que complicaría la cuestión del suministro.

Alemania no dio una razón explícita el viernes 20 de enero para su negativa a entregar sus Leopard 2. En el pasado, los dirigentes alemanes han argumentado que existe un riesgo de "escalada" con Rusia. Probablemente haya otra razón para esta negativa, que tiene más que ver con la política interior alemana: el deseo de Olaf Scholz de no perjudicar a su partido, el SPD, que tiene una larga tradición pacifista y sigue siendo más bien contrario a esas entregas. Las apremiantes demandas de Polonia y Finlandia no han podido con esas reservas.

En Francia, en fin, se inició un debate sobre la posibilidad de enviar tanques Leclerc, con los que estaba equipado el ejército, pero no parece haberse resuelto. A finales de septiembre de 2022, una tribuna en Le Monde abogaba por el envío de "cincuenta" Leclercs, lo que constituiría una "fuerte señal de apoyo".

Su autor, Pierre Haroche, fue investigador en el Instituto de Investigación Estratégica de la Academia Militar (Irsem) y ahora es profesor en la Universidad Queen Mary de Londres. Haroche explica que quería "intentar ejercer cierta presión en el debate público" en un momento en el que, según él, el ejecutivo francés parecía "más bien inclinado a hacer algo más" por Ucrania.

Su texto ha provocado fuertes reacciones de militares o expertos en armamento que consideran que, debido al estado de las existencias de Leclerc en el Ejército francés (unos 215 disponibles y mantenidos), no parece posible entregar más de una docena de ellos sin comprometer peligrosamente la capacidad de defensa de Francia.

Porque, con una docena de tanques, por muy modernos que sean, es difícil hacer algo decisivo en la guerra de Ucrania y su frente de casi 800 kilómetros, aseguran varios expertos. "Diez Leclerc es algo simbólico: es lo mismo que no entregar nada", afirma Marc Chassillan, ingeniero de armamento que trabajó en el desarrollo de ese carro en los años ochenta y ahora es consultor militar.

Incluso si añadiéramos algunos tanques de otros países europeos, los efectos serían mínimos, prosigue. "Una docena de Challengers británicos, una docena de Leopard polacos y veinte Leopard finlandeses no bastarían para llevar a cabo una acción militar eficaz. En un frente como el de Ucrania, se necesitan cientos de tanques, a ser posible del mismo modelo, y estos cientos de tanques deben estar rodeados de otros cientos de blindados de acompañamiento, iluminación, reconocimiento, escolta, protección de artillería...", dice Chassillan.

"Proporcionando una docena de tanques, como van a hacer los británicos, sólo estás creando una compañía que va a ser una especie de pequeño bombero en el campo de batalla, en un entorno en el que hay mil tanques en cada bando, y con munición antitanque merodeando por todos lados. En realidad se trata de quedar bien con lo simbólico", considera también Stéphane Audrand, oficial de reserva y colaborador de la web especializada Theatrum Belli. 

Esa es una de las características de la ayuda militar a Ucrania: aunque ha pasado cualitativamente por muchas etapas, hasta la entrega de armas especialmente sofisticadas, parece seguir siendo demasiado modesta cuantitativamente para cambiar definitivamente el curso de los acontecimientos y permitir a Ucrania recuperar su integridad territorial, incluida Crimea. Sin embargo, ese es el objetivo declarado por Francia y Estados Unidos. Una "ayuda bonsai", por utilizar una imagen a menudo asociada al Ejército francés, con todo tipo de equipos sofisticados pero en cantidades relativamente limitadas.

Este prudente enfoque paso a paso tiene sus virtudes –sobre todo la de evitar una escalada brutal e incontrolada–, pero también una importante limitación: "Reacciona a los acontecimientos en el campo de batalla en lugar de intentar darles forma", resume Michael O'Hanlon, director de investigación del think tank americano Brookings Institute.

Si de verdad queremos ayudar a Ucrania, hay otras soluciones que enviar unos cuantos Leclerc", argumenta Stéphane Audrand. “Podríamos poner dinero sobre la mesa para comprar en otras partes del mundo tanques que sean compatibles y entregarlos. O podríamos abrir nuevas fábricas de munición o de armas Caesar para Ucrania. Pero no lo hacemos: intentamos hacer cosas ‘que no cuesten nada’, como con el AMX-10 RC. Al final, la cuestión es: ¿queremos apoyar a Ucrania de forma convincente, o sólo hacer movimientos políticos?

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Traducción de Miguel López

 

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