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Qué tienen en común los incendios de Canadá y Tenerife: "Son cambio climático al 100%"

Un águila calva atrapa un pez con sus garras en medio de una voraz incendio en Kelowna, Canadá.

En Canadá han ardido ya más de 15 millones de hectáreas este año, más que la superficie de Grecia, y en la Unión Europea ya van más de 300.000, además de otras tantas en Rusia, África Central y Sudamérica. Aunque en total no arde más superficie de la Tierra que en el pasado, los incendios sí son mucho más violentos por las altísimas temperaturas, la sequía y la baja humedad del aire en las zonas de clima templado. 

"Estos incendios son cambio climático al 100%", señala Marcos Gómez, vicepresidente de la Asociación de Trabajadores de las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales (ATBRIF), los bomberos que trabajan para el Gobierno central y que dan apoyo a las comunidades autónomas. "Las masas forestales viven ahora en condiciones para las que ya no están adaptadas y se enfrentan a plagas, sequías y temperaturas que no han vivido antes", añade el capataz. 

El mundo registró su mes más cálido desde que hay registros el pasado julio. Junio también fue el sexto mes del año más cálido del histórico. Esas temperaturas, unidas a la sequía y al abandono rural, facilitan que la madera y los arbustos secos ardan de forma muy fácil. Si a estos se suma que los bosques son ahora masas forestales continuas –por la reducción de las tierras de cultivo– se genera un caldo de cultivo perfecto para que se generen incendios gigantescos. Y eso ha ocurrido este año en Canadá, en Tenerife, en Grecia o en Chile

En unas regiones tiene más peso el cambio climático en la virulencia de las llamas, como en el extremo norte del planeta, y en otras lo tiene el abandono de los bosques, como ocurre en el Mediterráneo. Pero en todo caso, estos dos fenómenos van de la mano. 

En Canadá, donde sufren el mayor fuego de su historia reciente, los bosques tienen una continuidad de miles de kilómetros y hay millones de hectáreas de naturaleza completamente abandonadas. En ese país, los meses de mayo y junio de 2023 fueron los más cálidos desde 1940 y el calor y la sequía convirtieron esas arboledas en un polvorín. La organización de expertos World Weather Attribution publicó este martes que este verano en el este de Canadá los incendios extremos son ahora el doble de probables debido al cambio climático. "Las condiciones cálidas y secas, junto con los continuos vientos del sudeste, favorecieron la propagación de los incendios" en cinco regiones de Canadá, concluye el informe. 

Raúl Quílez, doctor en incendios forestales por la Universidad de León, cuenta cómo las altas temperaturas ya provocan en que la nieve se derrita en los bosques canadienses en marzo y si antes la temporada de incendios allí se reducía solo al verano, ahora se alarga a cinco o seis meses al año. Además, cuenta que la cultura que tienen allí de enfrentarse al fuego es completamente diferente a la europea. "Tienen otra filosofía y a partir de un paralelo simplemente lo dejan arder, salvo que amenace una zona de tala maderera o a población. Ven los incendios como una parte más del ecosistema", opina el experto, que ha trabajado en Canadá y Estados Unidos. 

El Mediterráneo también ha sido otro de los puntos calientes del fuego este verano, con la peor temporada de incendios que se recuerda en Grecia, en la que ha ardido el 1,13% de la superficie del país. En Argelia murieron 34 personas en julio por las llamas y en el último mes también ha habido grandes incendios en Italia, Portugal y ahora en Tenerife, donde todavía arde el peor fuego de los últimos 40 años. El factor común aquí vuelve a ser las altas temperaturas de este verano, la baja humedad y la falta de lluvias, unido al abandono de los bosques. 

Juan Jesús González, meteorólogo superior del Estado, recordaba esta semana en Twitter que hasta este martes se habían registrado 19 días con temperaturas de más de 30 grados en Tenerife este verano, el mayor número desde que comenzó el registro en 1951, y empatado con 2016. Las lluvias en esa isla también fueron extremadamente bajas la pasada primavera, aunque en lo que va de verano han sido superiores a la media. 

José Ramón Arévalo, catedrático de Ecología de la Universidad de La Laguna, cree que es "normal" que haya ardido Tenerife con tanta virulencia porque esa zona sufre incendios recurrentes cada 20 o 30 años. En 2007 el fuego en esa isla arrasó 19.000 hectáreas y en 1995 también hubo otro importante en el mismo lugar que se quema ahora. El experto cree que el principal responsable allí, más que el cambio climático, es el abandono del monte: "En el pasado se usaban mucho más los recursos de estos lugares y los fuegos no pasaban de 5.000 hectáreas, pero ahora tenemos mucha más superficie bajo protección y menos gente viviendo de la agricultura", afirma. 

Marcos Gómez, de las BRIF, coincide en que antes se usaba mucha madera del pino canario en los establos, para calentar las casas o para hacer alcorques en las plataneras, pero ahora la madera ha perdido valor y se sustituye por otros materiales, lo que desincentiva la tala. Además de facilitar que las llamas corran, el exceso de masa forestal en los bosques hace que los incendios tengan más potencia y se produzcan los llamados fuegos de sexta generación, que pueden producir sus propias condiciones meteorológicas y azuzan el viento, lo que hace prácticamente imposible su extinción con medios humanos. En Tenerife, además, el fuego se ha concentrado en zonas de barrancos donde se producen chimeneas naturales donde los bomberos no pueden ni acercarse. 

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Las cifras del fuego en Tenerife han consternado dentro y fuera de la isla, especialmente por su impacto sobre el Parque Nacional del Teide y otros tantos espacios protegidos. De hecho, ha ardido alrededor del 30% del arbolado de la isla, pero los ecólogos no están especialmente preocupados porque afirman que allí la naturaleza es extremadamente resiliente.  

"No hay que tener una visión del fuego como un rodillo que lo mata todo. Hay zonas que solo se han calentado y los árboles perderán sus hojas; otras donde llegarán nuevas especies o donde todo lo que ha ardido se convertirá en nutrientes para el suelo. Desde el punto de vista de la ecología no es tan triste porque va a rebrotar incluso con más fuerza", asegura Arévalo. 

Leonor Calvo, bióloga de la Universidad de León y experta en el impacto del fuego en la naturaleza, añade que casi todo lo que ha ardido es pino canario, "la especie con mayor capacidad de regeneración de Europa" tras ser quemada. "Tiene capacidad de rebrotar, germinar y una corteza muy fuerte que impide que el calor llegue al interior del árbol, que es lo que lo mataría", confirma. La parte negativa es que las primeras imágenes por satélite que están recibiendo muestran una severidad del incendio moderada y alta, aunque es una conclusión provisional. "Eso significa que ha tenido mucho impacto en el suelo, y aunque el pino se recupere el ecosistema tendrá problemas para hacerlo", aclara. 

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