El Acuerdo de París que nadie cumple: los países ricos nunca financiaron tanto los combustibles fósiles
“Es inevitable la eliminación progresiva de los combustibles fósiles", reconoció Sultan al-Jaber, presidente de la COP28 y consejero delegado de la Compañía Nacional de Petróleo de los Emiratos Árabes Unidos (ADNOC), en un reciente discurso previo a la próxima conferencia de las Naciones Unidas sobre el clima, que se celebrará en noviembre en Dubai (Emiratos Árabes Unidos).
Sin embargo, según un nuevo análisis del Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible (IISD), un think-tank canadiense, a pesar de sus reiteradas promesas, los gobiernos del G20 siguen ofreciendo un apoyo financiero incondicional a la industria de los combustibles fósiles.
Basándose en datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) e informes gubernamentales, el IISD informa de que, en 2022, la cantidad inyectada por los países del G20 en el sector había alcanzado la asombrosa cifra de 1,4 billones de dólares. Esta cifra, calificada de "asombrosa" por los investigadores que realizaron el análisis, representa la suma de subvenciones, inversiones y préstamos de instituciones financieras públicas.
"Vemos un aumento masivo de las ayudas públicas a los combustibles fósiles en 2022", afirmó Tara Laan, experta asociada del ISSD y autora principal del análisis, en una conferencia celebrada el miércoles 23 de agosto. "Los que más consumen combustibles fósiles son también los que más dinero ganan con ellos, así que no tiene sentido", afirmó.
Subvenciones a la industria de los combustibles fósiles
La trayectoria climática mundial depende en gran medida de que los países del G20 reduzcan sus emisiones. Aunque los líderes del G20 acordaron ya en 2009 que "eliminarían gradualmente las subvenciones ineficientes" a los combustibles fósiles y se comprometieron a alcanzar un objetivo climático común –mediante la ratificación del Acuerdo de París– para 2021, estos países son responsables en conjunto de alrededor del 80% de los gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera.
La guerra de Ucrania y el auge de las energías renovables no han invertido la tendencia al alza del consumo de energía primaria, en el que los combustibles fósiles siguen representando la gran mayoría (82%). De hecho, el uso de combustibles fósiles ha aumentado. Esto ha sido posible en particular gracias a las subvenciones públicas, que se han cuadruplicado con respecto a la década anterior hasta superar el billón de dólares, señala el análisis del IISD.
A diferencia de una evaluación similar realizada por la AIE en febrero, el análisis del IISD tiene en cuenta no sólo las subvenciones a los consumidores –como los escudos tarifarios y los bonos energéticos–, sino también las medidas para fomentar la producción, que existen en algunos países desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, las exenciones fiscales o de cánones, o la asignación de partidas presupuestarias a investigación y desarrollo a las industrias extractivas.
En Francia, por ejemplo, el gasto fiscal en la industria de los combustibles fósiles está en aumento, pasando de 7.770 millones de euros a 7.810 millones entre 2020 y 2021, según la OCDE.
Nuevas inversiones públicas
Está aumentando la inversión pública en nuevas infraestructuras asociadas a la explotación de combustibles fósiles, sobre todo en los países emergentes. Mientras que China e India han reactivado el carbón en nombre de la seguridad energética, los países de Oriente Medio, por primera vez desde la pandemia, han aumentado sus inversiones en petróleo y gas.
Se trata de una contradicción "flagrante" con las recomendaciones científicas, según el análisis del IISD. De hecho, según el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), el cumplimiento del Acuerdo de París requiere una reducción del 43% de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo para 2030, en comparación con los niveles de 2019. La AIE también declaró en 2021 que "a partir de hoy no habrá inversiones en nuevos proyectos de suministro de combustibles fósiles".
Las emisiones de gases de efecto invernadero, los daños causados por los efectos del cambio climático y la contaminación atmosférica suponen costes colosales para las empresas. "La mayoría de las subvenciones se derivan de una subestimación de los costes sociales y medioambientales asociados al uso de combustibles fósiles", señaló Nate Vernon, economista del Fondo Monetario Internacional (FMI), en la rueda de prensa del 23 de agosto.
Por ello, los expertos del IISD piden a los gobiernos del G20 que reformen las subvenciones e introduzcan un sistema de impuestos progresivos sobre el carbono –con un precio del carbono que oscile entre 25 y 75 dólares por tonelada equivalente de dióxido de carbono (tCO2e) en función de los ingresos de cada país– para que el precio de los combustibles fósiles refleje por fin su coste real. El objetivo es incitar a consumidores e inversores a abandonar los combustibles fósiles.
"Lo fundamental de subir el precio de los combustibles fósiles es que genera ingresos –muchos ingresos– que pueden utilizarse para proporcionar ayudas sociales focalizadas y facilitar la transición a fuentes de energía alternativas y limpias", explica Tara Laan.
Los grandes bancos presumen de su compromiso con el clima mientras financian combustibles fósiles
Ver más
Más allá de los países del G20, en 2022 las subvenciones a los combustibles fósiles alcanzaron la cifra récord de 7 billones de dólares, según un reciente estudio del FMI, que corrobora las conclusiones del IISD. Eso equivale al 7,1% del producto interior bruto mundial, casi el doble del gasto público anual en educación (4,3% de la renta mundial) y alrededor de dos tercios del gasto en sanidad (10,9%), señala el FMI.
Traducción de Miguel López