La única promesa verde de las petroleras se desvanece: el 'flaring' crece un 7% en la extracción de crudo

Flaring' en una planta petrolífera de The Eagle Force, Texas, en 2015.

El año pasado las petroleras anunciaron bombo y platillo durante la COP28 el fin de la quema de metano sobrante de las plantas de gas y petróleo, pero la promesa avanza en dirección contraria. El llamado flaring emitió el año pasado unas 330.000 toneladas de CO₂, un 7% más que el año anterior, y creció especialmente en Estados Unidos, Irán y Rusia. Acabar con esta práctica es uno de los pocos compromisos que la industria del crudo ha hecho durante esta década para reducir el calentamiento global —del que son los principales responsables—, y aun así lo están incumpliendo.

Los datos los ha elaborado la consultora energética Rystad a través de registros satelitales y las propias cuentas de las compañías, y evidencian que el compromiso se está quedando en papel mojado. "La reducción de las quemas se considera la forma más sencilla de las empresas petroleras y de gas para reducir su huella de carbono. El inesperado retroceso en 2023 representa un paso en la dirección equivocada desde el punto de vista climático", señala en un informe Magnus Kjemphol, analista y ejecutivo de Rystad. 

La firma calcula que el proceso de extracción de gas y petróleo genera cada año una gigatonelada de dióxido de carbono a la atmósfera, y el 30% de esa cifra proviene solo del flaring. En contexto, las actividades humanas emitieron el año pasado 36,8 gigatoneladas de CO₂, por lo que el flaring representa casi el 1% de la contaminación global. En concreto, los analistas estiman que en 2023 se quemaron unos 140.000 millones de metros cúbicos de metano en estas antorchas, unas cuatro veces el consumo total de gas natural de España ese año. Las cifras casan con las estimaciones del Banco Mundial, que calcula una quema de 139.000 millones de metros cúbicos de metano el año pasado.

Estas cifras chocan con las promesas del sector petrolífero, que lleva dos décadas prometiendo el fin del flaring. El año pasado, la cumbre climática de la ONU (COP28) se celebró en Dubai, cuya petrolera nacional es la sexta mayor del mundo, y el país acogedor de la cita se apresuró a presentar el Tratado para la descarbonización del gas y el petróleo. Este compromiso, además de ser un oxímoron porque los combustibles fósiles no pueden ser descarbonizados, garantiza que en 2030 habrá unas emisiones cero de metano en los yacimientos de las empresas firmantes. Un 60% de los firmantes son petroleras y gasistas nacionales como la de Emiratos Árabes, Libia o Nigeria, y el resto son compañías globales como Exxonmobil, Repsol, Cepsa o BP.

Los países que más metano queman en sus yacimientos de combustibles son Rusia (28.000 millones de metros cúbicos), Irán (20.000) e Irak (15.000), aunque Estados Unidos (7.000) es de los que más aumentó el flaring en 2023, un 20%. Por zonas globales, Oriente Próximo es el punto caliente de estas prácticas, y allí se practica un tercio del flaring global. También hay una brecha tecnológica entre países cuyas prácticas de flaring son más eficientes que otros, y Venezuela es sin duda el que más contamina por cada unidad de petróleo extraída, 13 veces más que Estados Unidos.

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En este momento hay operativos más de 12.000 pozos de gas y petróleo en el mundo, y en su cúspide hay una antorcha de seguridad para aliviar la presión del yacimiento a la hora de extraer el combustible. Por estas chimeneas debería salir el metano sobrante de las operaciones, pero las compañías optan por quemarlo para evitar que este gas de efecto invernadero tan agresivo llegue a la atmósfera. En su lugar se expulsa una nube de humo compuesta de óxido nitroso, hollín, dióxido de azufre y compuestos orgánicos volátiles que es menos contaminante que el metano, aunque genera importantes daños en la salud de las poblaciones locales en países como Iraq. El metano, si se compara su impacto durante 20 años en la atmósfera, es 80 veces más dañino para la Tierra que el dióxido de carbono porque acumula más calor en la atmósfera, por eso es preferible quemarlo que ventearlo.

Se puede devolver al suelo o almacenarlo para la venta

Hay tecnologías disponibles para almacenar ese gas excedente en lugar de quemarlo, pero requiere de una serie de inversiones costosas que solo están dispuestos a realizar los principales petroestados. El Banco Mundial creó en 20002 un acuerdo global para reducir el flaring, pero en los últimos diez años las cifras se han mantenido prácticamente congeladas en 140.000 millones de metros cúbicos de metano quemados al año, aunque el número ha caído un 19% si se compara con 2003. El Banco Mundial también tiene un compromiso con 92 países para alcanzar la quema cero de metano en 2030, con fórmulas como inyectarlo de nuevo en el suelo, utilizarlo para dar energía a la propia planta, llevarlo en tuberías a otra región o enviarlo en barcos metaneros a países compradores.

Una investigación publicada por infoLibre el mes pasado también identifica a Repsol y Cepsa como las causantes de esta cantidad ingente de emisiones debido a que son propietarias y copropietarias de siete pozos petrolíferos y yacimientos gasistas en Argelia, el quinto país con mayor volumen de flaring del mundo, según Rydstad. Entre las dos compañías españolas han emitido a través de estas antorchas 2,7 millones de toneladas de CO₂. El Banco Mundial también sitúa a España como el octavo mayor importador de combustibles extraídos con prácticas nocivas de flaring, debido al elevado consumo de crudo proveniente de Libia, Argelia y México, entre otros.

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