El 5N desde la frontera: de las promesas sin cumplir de Biden a las deportaciones masivas de Trump

El expresidente de los Estados Unidos y candidato presidencial, Donald Trump, y la vicepresidenta de los Estados Unidos y candidata presidencial, Kamala Harris

Anna Closas

La migración y el asilo se han convertido en un campo de batalla en estas elecciones. Junto con los derechos reproductivos y el acceso al aborto, la frontera y las políticas migratorias están marcando la agenda política electoral americana. Y no es casualidad. Más de la mitad de la población estadounidense quiere que se reduzca el flujo migratorio, un 14% más que el año pasado, y el 42% considera que la situación en la frontera con México es una crisis

En 2020, Biden lideró la campaña demócrata con una promesa: desmantelar la política migratoria de Trump. “Si soy elegido presidente, vamos a acabar inmediatamente con el asalto de Trump a la dignidad de las comunidades de inmigrantes. Vamos a restaurar nuestra posición moral en el mundo y nuestro papel histórico como sitio seguro para refugiados y solicitantes de asilo”, dijo Joe Biden en su discurso de aceptación como candidato demócrata.

Esta ambiciosa promesa ha quedado incumplida. Parcialmente forzado por la presión republicana, que ha criticado a Biden por tener la frontera abierta y descontrolada, la administración demócrata recientemente aprobó el famoso decreto presidencial, también llamado orden ejecutiva. Vio la luz el 4 de junio, solamente 5 meses antes de las elecciones, y buscaba limitar severamente el acceso al asilo, contraviniendo la propia ley estadounidense y los convenios internacionales que EEUU mismo había firmado. Más allá de los números, que todos prometen están a niveles históricamente bajos, estas políticas han venido acompañadas de un cambio de retórica: Biden quiere el poder de cerrar la frontera. El énfasis ya no está en los derechos de las personas que buscan protección humanitaria, y en su contribución económica en el país, sino en la seguridad y fortificación de la frontera sur

En julio viajé a Nogales y Tijuana, México, para entender el impacto de esta orden ejecutiva, y lo que nos estamos jugando en estas elecciones. 

“Fue un cambio muy drástico”, me dijo Víctor, voluntario en un albergue que acoge a población migrante. “La población deportada que recibíamos [antes de la orden ejecutiva], era gente que realmente no tenía casos de asilo… Nunca vimos familias deportadas, eso era impensable. Y de repente, casi solo recibíamos familias deportadas”, explicó.

Una de estas familias es la de María. Conocí a María en un albergue en Tijuana. Ella venía del estado mexicano de Guerrero, con sus hijos de 8 y 11 años. Su marido lleva en EEUU tres años. Como otros miembros de su familia, María huye de la violencia, y buscaba asilo en EEUU. Llevaba años aguantando con la situación de inseguridad, viendo como amigos y familiares eran amenazados y, al poco tiempo, desaparecían. Pero solamente se decidió a empezar su camino para el norte, en busca de asilo, cuando el cartel intentó reclutar a su hijo de 11 años, episodio al que María se refería como “el intento de robo de uno de mis hijos”. “Fue en una fiesta”, me dijo, “se acercaron a él y le ofrecieron dinero”. “Fue en ese momento que vi que tenía que hacer algo”, añadió. Siguiendo los consejos de una de sus mejores amigas, que había cruzado la frontera en mayo, también en busca de asilo, María se entregó a la patrulla fronteriza americana, con las pruebas y evidencia que había traído desde Guerrero, y, acorde con la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, pidió asilo a los oficiales. 

María estuvo en detención durante dos días, en “las hieleras” -las llaman así porque son cuartos muy fríos del que uno no puede salir. Y ahí “nos hicieron firmar, y nosotros cuando firmamos era porque estábamos pensando que íbamos a pasar [a EEUU], que fue mentira, porque era la orden de deportación. Y como no sabemos inglés, pues la firmamos”. 

Violación del derecho internacional

Al deportar personas al país del que están intentando huir, el gobierno de Biden no solo está rompiendo la promesa que hizo a la ciudadanía en 2020. También está violando su obligación bajo el derecho doméstico e internacional − la famosa obligación de non-refoulement, o la prohibición de devolución al territorio en el que peligra la vida o la libertad de alguien como María.

María no sabía qué hacer. Regresarse a Guerrero no es una opción, me decía, pero a la vez, también tiene “miedo de que nos vayan a agarrar otra vez. Y nos dicen que apliquemos por el CBP one, que de hecho ya lo hicimos. Pero pues dicen que están tardando las citas, y yo no me siento segura en Tijuana con mis niños. Ellos sufren cada vez que salgo buscando trabajo. Y el otro miedo es que nos salga la cita y me la nieguen igualmente porque ya tenemos una deportación.” 

La historia de María no es única. A diario veía decenas de personas deportadas en los puertos de entrada. Algunos no sabían dónde estaban. La mayoría no sabían dónde ir, ni qué hacer. Sus apuestas, esperanzas y sueños estaban puestos en encontrar protección humanitaria en Estados Unidos. Pero ese derecho se les había negado. A todos les dijeron que, después de la orden ejecutiva, la única manera de solicitar asilo era a través de una aplicación de teléfono: Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) One

Pero la aplicación CBP One no está libre de defectos y para la mayoría de las personas que huyen de la violencia no es una opción real. Juan, un chico mexicano que está escapando de la persecución que sufría por su orientación sexual, lleva esperando la cita de CBP One más de un año, escondido en un albergue. Cada mañana abre la aplicación y solicita la cita, con la esperanza, de momento vana, de que esta vez sí la conseguirá. 

Juan dice que “la aplicación no está funcionando. Ciertamente no nos ha ayudado a nadie. Por más que ellos digan que es para ayudarnos, sentimos que nos está afectando más o está retrasando más la meta. Eso es lo que hace, retrasarnos más.” "No es nada bonito estar en esta aplicación, la verdad. Se vuelve un círculo vicioso muy horrible. Te termina dañando en vez de ayudarte. Llegué y tenía ansiedad, pero ahora se me ha pegado mucho con la aplicación. Terminé hasta tomando pastillas para mi depresión y ansiedad − se volvieron más fuertes estando acá. Hay personas que se han sentido tan mal que no quieren esperar más. Hay personas que caen, escuchas gritos, personas llorando, y es como que estamos en el mismo cuarto. Es feo. Aquí tienes tanto tiempo que tus traumas reviven y todo vuelve a pasar. Pero al día siguiente vuelves a hacerlo. Tú ya sabes que mañana vas a pedir cita otra vez. Mañana otra vez, pasado otra vez, un mes, dos meses, tres meses, cinco, y así… Así es la vida aquí. Comer, dormir, pedir la cita.” 

Con la implementación de CBP One como el único medio para solicitar asilo, el derecho al asilo se ha convertido “en una lotería, en una tómbola”, me dijo Ricardo, trabajador de un albergue en Nogales. La mayoría de las citas están distribuidas al azar, obligando a miles de personas a quedarse en el país del que están huyendo. La app solamente está traducida en inglés, español o criolle haitiano. Así que, “si no hablas ninguno de estos idiomas, o no sabes leer ni escribir, mala suerte”, añadió irónicamente Ricardo. Además, muchas personas en movilidad no tienen acceso diario a conexión a internet o a un teléfono móvil. A otros se lo han robado. 

Las promesas de Harris

Las promesas de Harris sobre la frontera siguen la línea de este giro a la derecha en la política migratoria demócrata; ella también quiere fortificar la frontera. Harris dice que se va a enfocar en impulsar una ley migratoria que no logró ser aprobada en el Congreso a principios de este año. Ha culpado a Trump por bloquear el proyecto de ley con el fin de mejorar sus posibilidades electorales. Esta ley haría el proceso y sistema de asilo más restrictivo y aprobaría la contratación de más jueces y agentes de patrulla fronteriza. Harris también ha declarado, contradiciendo posiciones que tenía anteriormente, que, con ella en la presidencia, cruzar la frontera de forma irregular tendrá consecuencias legales. Dicho esto, Harris también ha prometido incrementar el número de green cards (es decir, residencias permanentes), y aumentar las vías legales de entrada, residencia, y ciudadanía basadas en mérito. Esto incluye vías de regularización para los Dreamers, los migrantes que llegaron a los EEUU sin autorización cuando eran niños.

Por restrictivas que sean algunas de sus promesas, y por mala que sea la aplicación, sin la aplicación, y sin una presidencia demócrata, EEUU erradicaría el derecho de asilo. O al menos eso promete Trump, que está enfocando casi la totalidad de su campaña en la inmigración. “Dejaron entrar – creo que el número real es 15 o 16 millones de personas en nuestro país. Cuando hacen eso, tenemos mucho trabajo que hacer. Están envenenando la sangre de nuestro país” dijo Trump, criticando a la administración demócrata. “Eso es lo que han hecho. Envenenan instituciones mentales y cárceles por todo el mundo, no solo en América del Sur, no solo en tres o cuatro países que tenemos en mente, sino por todo el mundo. Están entrando en nuestro país desde África, desde Asia, de todas partes del mundo.”

Trump ha dicho que si llega a ser presidente quiere poner fin al ius solis, un principio jurídico mediante el cual se otorga la ciudadanía por el hecho de haber nacido en el territorio de un país, independientemente de la nacionalidad de los padres. También prometió suspender la 'migración en cadena', que permite a los ciudadanos estadounidenses traer a sus familiares, y pausar las admisiones de refugiados y solicitantes de asilo. Trump también ha declarado que quiere revocar el estatus de protección temporal que permite a los migrantes haitianos, que acusó de comer gatos y perros en el debate electoral, permanecer en EEUU. Quizás más famosamente, Trump ha prometido llevar a cabo deportaciones masivas que, según algunos expertos, costarían más de un billón de dólares, causando tanto o más daño económico que la Gran Recesión, y transformando fundamentalmente la sociedad estadounidense. 

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Por lo tanto, quienes se preocupan los derechos de los inmigrantes, no tienen más remedio que votar a los demócratas. Trump apunta a un futuro oscuro e iliberal, donde la discriminación, el proteccionismo y la xenofobia parecen ser más importantes que el Estado de derecho y el respeto a la ley. 

Hemos crecido escuchando que “lo perfecto es enemigo de lo bueno.” Sin embargo, no por ello debemos conformarnos con el mal menor. La valentía con la que Kamala Harris está abordando el tema del aborto subraya la importancia y el poder de los discursos de nuestros líderes políticos, que no solo nos orientan sino que inspiran a esos votantes en busca de un proyecto político que les incluya, como lo hizo Biden con los votantes latinos en su campaña de 2020. Mas allá de obligarnos a discutir políticas específicas, estas elecciones nos recuerdan hacia qué estado liberal nos dirigimos. No es demasiado tarde para cambiar el rumbo.

*Anna Closas es investigadora doctoral y docente en la Universidad de California, Berkeley. Es fellow de Future Policy Lab.

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