La ruina que siguió a la Segunda Guerra Mundial dio fuerzas a unos cuantos políticos europeos para emprender un camino hacia la unidad de los pueblos. Fue el resurgir de un ave fénix, una flor de primavera en la primavera de 1950, un lustro después de la catástrofe bélica que destruyó Europa. Unos tres cuartos de siglo después hemos de votar para que no se hunda nuestro continente en un mar de negaciones ultraderechistas que ponen en peligro los logros conquistados en estos largos años.
Las elecciones al Parlamento, que ahora se renueva, tienen un carácter similar. Las amenazas de involución son reales ya que la ultraderecha va cogiendo fuerzas en todo el continente y en América. Los parlamentos nacionales –y autonómicos– en España se están poblando de representantes de la derecha reaccionaria que va recortando derechos conquistados e intenta hacerse con la mayoría en el Europarlamento. Y el continente americano, además de la amenaza de Donald Trump, se va llenando de estos gobernantes, unos directamente como Milei y otros desde primarias elecciones democráticas, y quienes parecían demócratas se van perpetuando en el poder modificando las leyes que regían su modelo democrático. Las persecuciones a maras y traficantes de droga van pasando de limpieza democrática a las detenciones masivas de todo el que disienta (véase el caso de Bukele en El Salvador)
En Europa los ultras van llenando escaños en los diferentes parlamentos y propugnan el rechazo a los refugiados e inmigrantes, el acoso a propuestas culturales, fomentan brotes homófobos y antifeministas, aplauden represiones como la de Gaza y hasta se alían con el antiguo monstruo ruso del putinismo. Cuando inicie sesiones el nuevo Parlamento presidirá el semestre comunitario el líder más ultra de los gobiernos europeos, expulsado del PPE por sus rechazos a la política de la Comisión de la actual presidenta “popular”. Viktor Orbán se caracteriza por desandar derechos conquistados en su país y en la Unión Europea.
El progreso está a la defensiva en toda Europa y los síntomas de involución proliferan. Aunque la situación no es desesperante, tras la puerta de salida abierta por la derecha británica con sus mentiras y su logro con el brexit, la tendencia de desunión corre por el continente, con campañas nacionalistas y poco unioneuropeistas, mientras señalan con la boca pequeña que el europeísmo es esencial. Al tiempo, para mantenerse en el poder, la derecha contemporiza con los ultras y en muchos casos los defiende o se mimetiza.
Si la abstención cunde en los partidos progresistas, la ultraderecha triunfará y comenzará el regreso de la regresión
La connivencia entre ambas ideologías cada vez es más patente, a la vez que su línea divisoria se difumina. No les importa el argumento. El poder da más poder. Ambas campañas electorales se solapan. Hemos de tener en cuenta que Vox nació con la intención y con la vocación de suplantar al Partido Popular. Ya lo dijo Giorgia Meloni en la concentración ultraderechista de semanas atrás en Madrid: “Es hora de la movilización". Mientras el mensaje enviado por Orbán es la intención “de ocupar Bruselas”.
Pero si en los demás países europeos los partidos tienden a proponer medidas continentales, en España la campaña sigue siendo muy local, prima la disputa entre los partidos mayoritarios que se enzarzan en la refutación o defensa del “sanchismo” en su vertiente familiar o sobre la amnistía aprobada en el Parlamento nacional. Las ventajas sobre el progreso comunitario siguen en la penumbra mientras la extrema derecha va ganando terreno. Si la abstención cunde en los partidos progresistas la ultraderecha triunfará y comenzará el regreso de la regresión, que ya intenta hacerlo en Hungría, Eslovaquia, Italia, lo hizo en Polonia y lo fuerza en Países Bajos. Estudios realizados en el continente han demostrado que los españoles somos los más europeístas. Para continuar siéndolo debemos acudir a votar por el progreso el día 9J para no interrumpir lo que un político democristiano como Robert Schuman proclamó en 1950.
________________
Fernando Granda es socio de infoLibre.
La ruina que siguió a la Segunda Guerra Mundial dio fuerzas a unos cuantos políticos europeos para emprender un camino hacia la unidad de los pueblos. Fue el resurgir de un ave fénix, una flor de primavera en la primavera de 1950, un lustro después de la catástrofe bélica que destruyó Europa. Unos tres cuartos de siglo después hemos de votar para que no se hunda nuestro continente en un mar de negaciones ultraderechistas que ponen en peligro los logros conquistados en estos largos años.