Que generosa es la señora marquesa; primero crea a los pobres y luego, un día, los sienta en su mesa.
Fue Berlanga que en Plácido desnudó a la señora marquesa. La hipocresía venía desde lejos y continúa hoy en día.
No parece creíble que una sociedad como la española pueda tener este nivel de desigualdad, donde las estadísticas nos desvelan que el sur está en nuestras calles. Uno de cada tres niños nacidos hoy en España está bajo el nivel de la pobreza. Eso quiere decir, que no habrán ido a la escuela bajo la pandemia, que sus padres viven en la precariedad laboral, que muchas veces van a las colas del hambre para poder pagar los recibos, que no hay como comprar los libros de los niños, que de ordenador en casa, nada (el 386 ya no funciona)… que cuando crezcan serán los ninis encolerizados y expulsados del sistema. De ellos no sabemos qué saldrá.
En lo inmediato, la sociedad civil reacciona e intenta dar solución inmediata. Es histórico el concepto de caridad cristiana al que la Iglesia más conservadora nos tiene acostumbrados. Tenemos en Madrid toda una red de pobres organizados que, a las puertas de las principales Iglesias, arriendan sus puestos de pedigüeño. Es la organización del trabajo. En la Iglesia madrileña del santo de Medinaceli, la caridad es una tradición de los primeros viernes de mes, incluido los pobres, eso sí, bien limpios. Seguro que de otro modo no pasarían las pruebas de selección para pobre de barrio rico.
Ahora la Iglesia no hace más que poner anuncios en la SER para que marquemos su casilla en la declaración de la Renta 2020. Parece que hay mucha gente que piensa que ese dinero no va donde les gustaría. El tren de vida que llevaron algunos altos cargos de la Conferencia Episcopal se comían buena parte de recursos que podrían haber ido a los pobres. Seguimos sin saber cómo se contabilizan esas limosnas en negro o esas entradas a museos como la mezquita de Córdoba. Si ponen anuncios es porque la cosa debe ir floja. Lo de que hay más pobres ya se ve en la calle.
Muchas asociaciones de origen católico se han empleado duro en atender la grave situación creada no solo ahora con la pandemia, sino también con el austericidio made in Rajoy y la entrega vergonzosa al neoliberalismo de la Comisión Europea. El sacrosanto déficit del que hoy nadie quiere hablar. Son las colas del hambre, de esa Es…paña, bisílaba... mejor compuesta. Porque la primera “Es” quiere decir que todo “es” de ellos y, lo que queda, la “paña”, para los pobres. En Peru, “paña” significa recogida del algodón, que, como todo el mundo, sabe se hace encorvada y destroza las manos. No es cosa de ricos. Así queda dividido el país.
A estas asociaciones católicas de base poco dinero público les llega.
Luego, muchas asociaciones vecinales laicas han entrado a cubrir esa necesidad y atienden a algo que muchos ayuntamientos y comunidades autónomas ni miran.
La caridad siempre ha sido y es la de la señora marquesa, porque cumple dos objetivos: primero, no toca su bolsillo. Sus fincas siguen en el mismo sitio, si antes eran esclavos, luego siervos, luego obreros del campo… ahora son mares de plástico tecnológico y, muchas veces, solo para sus toros.
El segundo objetivo es que la pobre sale comida un día año. Además, contenta con la señora marquesa: qué buena es… (mi querida Regula). El pobre no toma conciencia de su propia situación, por lo tanto, no se rebela, se vuelve sumiso, “es lo que hay” que se dice ahora. Le induce a una depresión moral que se extiende en muchos barrios. Podríamos cambiar el escenario de los Santos Inocentes pero el fondo es el mismo. “Que viene el señorito”.
Yo prefiero a Azarías. No perdona que, con una escopeta, el señorito Iván mate por gusto a su “milana bonita”. Es la rebeldía ante la injusticia. Es la insumisión frente a un sistema que tiene a uno de cada tres niños en el umbral de la pobreza.
La atención a las personas que más están sufriendo con la crisis es una cuestión social, que deben resolver los gobiernos, que se debe pagar con el dinero de todos, mucho más los que mucho más tienen. Y sobre todo… sobre todo… se debe recibir como un derecho y no como una humillación. Porque todo ser humano por el hecho de nacer debe tener asegurada, la salud, la educación, el trabajo, la vejez digna. Si no alcanzamos esta conquista, esa nueva sociedad solidaria, esa democracia económica y social avanzada, el mundo camina a su autodestrucción.
La caridad de un signo u otro le es muy útil a la marquesa.
Marcelo Camacho Samper es socio de infoLibre
Que generosa es la señora marquesa; primero crea a los pobres y luego, un día, los sienta en su mesa.