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El Gobierno recompone las alianzas con sus socios: salva el paquete fiscal y allana el camino de los presupuestos

Ciudadano Zaplana

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Jesús Moncho

Esta es la crónica de un afán político (donde se confunde lo personal con lo público), conformador de una mayoría social en el seno de una sociedad, todos en busca del paraíso soñado, que se concretará en el bolsillo personal de los principales artífices-artistas-políticos, y, por otra parte, en la bancarrota social, económica, política y moral de toda una Comunidad, la valenciana.

“Han colgado la luna allá arriba”, así empieza el libro de Francesc Arabí Ciudadano Zaplana (FOCA, Ediciones Akal, 2019). Es ya de noche, en el momento en que Eduardo Zaplana entra en la cárcel de Picassent (València). Mayo del 2018. ¿Acaso dios ha cambiado el cielo por cuatro míseras paredes y un catre descompuesto? ¡El dios de las moquetas y las reverencias, el cielo de las mordidas y testaferros!... Las imágenes de toda una vida (im)política, de toda una oportunidad perdida, vuelan a velocidad de AVE en la mente de nuestro hombre en medio de la oscuridad: no se vive dos veces…

Todo empezó en el lejano 1990, cuando Eduardo Zaplana revelaba que necesitaba una comisioncita, deseaba comprarse un Opel Vectra 16 válvulas. En Benidorm. Ciudad atractiva, solicitada, buscada. A cuya alcaldía se aupó nuestro hombre a través de una dispuesta Maruja Sánchez (tránsfuga del PSOE, y posteriormente dotada de cargo y sueldo casi perennes), sin que se sintiera afectado por el caso Naseiro de supuestos cobros de porcentajes y financiación irregular del PP, ni involucrado tampoco por la displicente salida de tono de su correligionario Vicente Sanz (presidente provincial y secretario del Grupo Parlamentario PP) de quien se dice que proclamó “estar en política para forrarse”. Estos tres escándalos, base y fundamento de la escalada (im)política de Zaplana, no constaron, no se tuvieron en cuenta nunca para su ascenso a la presidencia de la Generalitat, año 1995. El resto es materia de jueces y fiscales.

¿Cómo es posible? ¿Cómo puede producirse tal estado de cosas? ¿Cómo puede llegarse a un cielo podrido bajo un dios engreído?… El control de la mayoría de los medios de comunicación fue el instrumento principal, juntamente con el aherrojamiento de las Cajas de Ahorro para la financiación de sus intereses megalómanos, y el fomento de una identidad colectiva basada en lo emocional, fuera de toda argumentación racional. Sirva de muestra Agua para todos, una de tantas consignas y movilizaciones, donde “todos” son (somos) los valencianos, y quienes nos la niegan (el agua) son nuestros grandes enemigos, es decir, los izquierdistas, los ecologistas, los socialistas, los catalanistas, los comunistas, los…, no la hidrografía, no la pluviometría, el clima, la orografía, el sentir y el derecho de otras cuencas hidrográficas…

Y, como complemento necesario, la Justicia. La Justicia para quien la trabaja. El partido dominante controla el Poder Legislativo, quien elige y controla el Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de todos los jueces y que tiene la llave para designar a los magistrados del Tribunal Supremo y presidentes de Sala, de los TSJ, de las Audiencias...

Podía ocurrir todo. Desde platós de la televisión valenciana parados porque se producía y grababa en privados (el programa infantil Babalà, que costaba 60 millones de pesetas se encargó a privadas por la nada impactante, para nadie, cifra pagada de 477 millones). Comisiones por la privatización de las ITV, o por la adjudicación de costosos planes eólicos. Creación de CIEGSA, una tapadera para construir colegios con una sobrevaloración final de 1030 millones de euros destinados a mordidas, que habrían representado unos 108 colegios más para los niños valencianos que se hacinaban en barracones. Terra Mítica, más de 400 millones de euros invertidos (con sobrecostes, obras no realizadas, facturas falsas…), saldada por 65 millones de euros. O la caja CAM (en otros tiempos, 4ª de España) vendida al Banco Sabadell por 1 euro. O el caso estelar de la contratación de Julio Iglesias como embajador y promocionador de la Comunidad Valenciana: 1435 millones de pesetas (8’6 millones de euros) pagados por una Administración pública, asómbrense, en paraísos fiscales, con circunstancias añadidas, por ejemplo, de satisfacer 1’8 millones de dólares por el concierto de México cuando no había costado nada a la Generalitat por haber sido organizado y explotado y pagado por la comercial Rac Producciones; en este caso, el señor juez Presencia Rubio, después de archivar la causa y ser reabierta de nuevo por la Audiencia, después de no citar a ninguno de los que habían cobrado, obligado de nuevo el juez por la Audiencia, ocupó más de una década de investigación errática y sin ninguna convicción…

Todavía nuestro hombre, Eduardo, pronunciaba en el Ateneo de València en abril del 2018, ante una glamurosa audiencia: “Reivindico el noble ejercicio de la política”. Dos días después era interceptado pronunciando “necesito liquidez, Ignacio [González] no me pasa dinero de Andorra”. Entraba en la cárcel de Picassent al mes siguiente, mayo del 2018.

Toda una vida en que lo de menos son las ideas, lo importante era aprovechar las (sus) oportunidades.

Jesús Moncho es socio de infoLibre

Esta es la crónica de un afán político (donde se confunde lo personal con lo público), conformador de una mayoría social en el seno de una sociedad, todos en busca del paraíso soñado, que se concretará en el bolsillo personal de los principales artífices-artistas-políticos, y, por otra parte, en la bancarrota social, económica, política y moral de toda una Comunidad, la valenciana.

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