Se podría hablar de la extraordinaria mediocridad oratoria de Ayuso y Feijóo, de la ausencia de propuestas políticas en los partidos de la oposición, del soez ambiente político, incluso del ñoño boato navideño en pueblos y ciudades. Pero estos días, y desde hace un tiempo, la actualidad recuerda que España es la cuna de la picaresca y patria de bandoleros.
Entre un pícaro, ciertos bandoleros y un delincuente, hay matices que marcan la difusa linde entre la falta y el delito, siempre a criterio de jueces y abogados. Hay diferencia entre la supervivencia alimentaria que lleva al pícaro a cometer faltas y la insaciable codicia que puede llevar a cualquiera a cometer delitos. A medio camino, el mitificado bandolero romántico seleccionaba a sus víctimas por su riqueza o sus desmanes, siendo el origen del arraigo popular de héroes legendarios como Robin Hood, El Tempranillo o Curro Jiménez.
Lázaro de Tormes fue llevado a la Justicia, no por sus faltas como pícaro sirviente, sino por el delito–pecado de que su mujer se amancebara con el arcipreste de San Salvador y abortase tres veces antes de casarse con él. En su testimonio oral, Lázaro denuncia que el juez es “servidor y amigo” del comblezo (así se lo hace saber) y recuerda que el arcipreste lo coaccionó para que, a la hora de declarar, mirase “a lo que te toca: digo a tu provecho”. En el siglo XVI, ya se critica un aparato judicial favorecedor de cristianos viejos, clero y nobleza y prejuicioso con pecheros, conversos y marginados. Lázaro es juzgado y no quienes han cometido delitos (ciego, clérigo, fraile, escudero, buldero, alguacil, capellán).
A comienzos del S. XVII, Rinconete y Cortadillo da testimonio de que para moverse en el hampa hay que estar a bien con el patrón Monipodio, personaje temido, admirado y querido, con prestigio y capacidad para resolver disputas, representar a la cofradía y defenderla. Además de hurtos y engaños llevados a cabo por pícaros, se cometían robos, asesinatos y venganzas por encargo a manos de bravos a sueldo de la nobleza. También aquí se deja constancia de que el alguacil y otros funcionarios de la Justicia, a cambio de dinero, hacían la vista gorda, algo que da fe de lo muy poco que ha cambiado esta corrupta patria.
Cuesta encuadrar a personajes de la calaña de Aldama o Koldo en la tradición española, como cuesta enmarcar las cofradías de truhanes como el PP y el PSOE o el patio de Monipodio que es la monarquía desde tiempos inmemoriales
Por la misma época que la anterior, Quevedo advierte en una “Carta dedicatoria” de La vida del Buscón: “Habiendo sabido el deseo que v. M. tiene de entender los varios discursos de mi vida, por no dar lugar a que otro (como en ajenos casos) mienta, he querido enviarle esta relación…”, una referencia a los bulos y la desinformación que en aquel entonces ya existían. Tratando de huir de la vida de privaciones y pesares que llevaba, don Pablos se enrola en una cofradía de pícaros y rufianes que es delatada y sus miembros son detenidos y encarcelados, pero logran salir sobornando a todos, desde el carcelero hasta el escribano.
Cuesta encuadrar a personajes de la calaña de Aldama o Koldo en la tradición española, como cuesta enmarcar las cofradías de truhanes como el PP y el PSOE o el patio de Monipodio que es la monarquía desde tiempos inmemoriales. Alguien que acude al juez escoltado por un capo del hampa es síntoma de la decadencia de este país, donde un reo burla a la Justicia a cambio de titulares mediáticos contra un Gobierno, donde un presunto delincuente confeso es amparado por su coima y las justicias, donde las mafias promueven causas en connivencia con sus señorías y donde condenan a cómicos, juglares y oposición.
Roto el equilibrio de poderes por la notoria entente entre las derechas y una mayoría del aparato judicial, entregada la mayoría de los medios de comunicación a la propaganda de las instituciones que los subvencionan, ¿qué deparará el futuro a las nuevas generaciones? La decadencia augura un país entregado a una cleptocracia salvaje y violenta, mortal.
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Verónica Barcina es socia de infoLibre.
Se podría hablar de la extraordinaria mediocridad oratoria de Ayuso y Feijóo, de la ausencia de propuestas políticas en los partidos de la oposición, del soez ambiente político, incluso del ñoño boato navideño en pueblos y ciudades. Pero estos días, y desde hace un tiempo, la actualidad recuerda que España es la cuna de la picaresca y patria de bandoleros.