Todos somos conscientes de que, cuando no se sabe por dónde empezar, difícil es saber por dónde terminar. Desde que Llorenç Vidal creara el Día Escolar de la No Violencia y la Paz, el 30 de enero de 1964, ha llovido bastante, aunque lo haga cada vez menos y con menos fortuna para todos. Cuando este mundo, nuestro mundo, se pone de perfil, como la mayoría de las monedas del mundo por cierto instinto subconsciente, es extremadamente doloroso que no se pueda llegar a acuerdos y no se puedan solucionar los conflictos de manera no violenta.
Nos encontramos con demasiados tropiezos políticos, económicos y sociales que dan al traste con una política de convivencia. Proliferan los debates más que los coloquios por un maniqueísmo secular, sin reparar en que además la verdad se nos queda muchas veces en ayunas.
Desde los años sesenta, empezaron a proliferar las benditas celebraciones del Día Escolar de la Paz en muchísimos centros educativos. A pesar de que algún maestro recriminara a otros: “es que no pegáis”, porque era el único que seguía pegando en el centro. Sin embargo, se fue mejorando la convivencia sin tener que pegar. Por entonces los movimientos pedagógicos ya empezaron a programar actividades de convivencia, de respeto, de ayuda mutua, de cooperación. Se leía, se investigaba y se creaban estrategias de convivencia como los role playing, que entrañaban un aprendizaje social completamente divertido y, además de colaborativo, hasta bastante edificante.
Podemos recordar, según nos contaron, que un día, al bajar las escaleras, un niño empujó a otro, si bien no hubo accidente. El maestro les dijo a todos que “al volver del recreo tenemos que estudiar el problema” (aunque no estuviera previsto en la programación). Al volver a clase el maestro sacó a dos estudiantes y quien iba detrás le empujaba al de delante y el de delante tenía que responder al empujón. El maestro en la pizarra iba anotando las respuestas originales. Enseguida se dieron cuenta de ello y las respuestas al empujón eran la mar de diversas. La última respuesta de la serie fue la de una niña que le dijo a quien le empujó: "¿Qué pasa, cariño?" Luego se confeccionó un texto colectivo y se copió en las libretas, aunque no venía en el libro de texto aprobado por el Ministerio.
Hay infinidad de danzas internacionales y de juegos de distintas culturas que nos demuestran que somos más inteligentes para convivir de lo que nos representan en tantas películas, series, concursos, tertulias...
En aquellos años se comenzó a difundir entre el profesorado el aprendizaje de danzas del mundo mundial. Así, en las fiestas de final de curso siempre se realizaban bailes de todas las naciones y era una manera de admitir y reconocer que somos bastante respetuosos y que aprendemos con y en la diversidad. Algunos ofrecíamos la exhibición de una danza palestina junto a otra israelita, sin más. Siempre recordaremos a un maestro que realizó una danza noruega que se desarrollaba por parejas. En su clase había un estudiante que era paralítico cerebral y el maestro hizo de pareja de aquel niño, que iba en su sillita de ruedas, porque el número de compañeros era impar.
De éstas y como estas actuaciones sabemos que danzan por todo el mundo escolar, tan lleno de posibilidades y al servicio de una creatividad educativa. Estas estrategias educativas nos favorecen totalmente en nuestras vivencias y por ello en nuestra educación, que es algo diferente que el académico aprendizaje, que sin querer, a veces, troquela al alumnado en la competitividad y en el supremacismo. Incluso, a veces, crean problemas de convivencia de muy difícil solución.
Pues sí, hay infinidad de danzas internacionales y de juegos de distintas culturas que nos demuestran que somos más inteligentes para convivir de lo que nos representan en tantas películas, series, concursos, tertulias... que nos ofrecen los medios de comunicación, sobre todo la televisión, que nos dan a entender que tienen que educarnos forzosamente en el enfrentamiento y que parecen querer demostrarnos que la humanidad es violenta por naturaleza. Sería cuestión de echar números y ver el porcentaje de actos violentos que nos podrían dar de la población mundial y el de actos violentos que nos mediatizan. Esto lo podemos decir antes de que se líe una confrontación mayor que la que hay. Hoy no hablamos de política, que está tan carente de educación y respeto.
Todo el mundo puede hacer la prueba de cambiar en pro del “amor universal, la No-violencia y la Paz, porque el amor es mejor que el egoísmo, la no-violencia es mejor que la violencia y la paz mejor que la guerra”. R. Alfonsín nos dijo que prefería una paz imperfecta a una guerra perfecta. Como en nuestras clases sabíamos que la paz es una tarea diaria, que no queda circunscrita a una efeméride, cantábamos, entre otras, la canción del Estornudo de María Elena Walsh, que nos afirmaba que “es mejor la Paz resfriada que una guerra con salud”.
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José María Barrionuevo es socio de infoLibre.
Todos somos conscientes de que, cuando no se sabe por dónde empezar, difícil es saber por dónde terminar. Desde que Llorenç Vidal creara el Día Escolar de la No Violencia y la Paz, el 30 de enero de 1964, ha llovido bastante, aunque lo haga cada vez menos y con menos fortuna para todos. Cuando este mundo, nuestro mundo, se pone de perfil, como la mayoría de las monedas del mundo por cierto instinto subconsciente, es extremadamente doloroso que no se pueda llegar a acuerdos y no se puedan solucionar los conflictos de manera no violenta.