Lo peor que hacen los partidos políticos en España es pensar que los sufragios que resultan a su favor en las elecciones son votos en propiedad. El ciudadano lo que hace es prestar su papeleta, durante un cierto tiempo, a un representante que se postula como cabeza de cartel de una formación que, en principio, tiene unas directrices futuras de alguna forma en consonancia con las ideas o intereses particulares de ese ciudadano, o de una visión de conjunto y futuro colectivo para su comunidad política. Más allá del votante parroquiano que es afín al partido pase lo que pase, y el súbdito que suele protestar por diversas cosas, pero que al final se somete al liderazgo del mismo, existen electores que se acercan unas veces a un partido, pensando que la coyuntura le es más proclive, y otras veces a otro, porque ha cambiado el cuadro de representantes o se acercan a tal o cual postura. Existe entonces un criterio pragmático que, según quien lo mencione, se trata de la economía (impuestos), ser de centro (algo que no existe), o de situarse de una forma u otra ante cualquier política de moda, bien sea territorial (autonómica) o internacional (Europa o inmigración). Se trata del comportamiento social y económico en el que el individuo tiende a buscar su propio beneficio y a intentar tener los menores riesgos posibles: se conoce como “elección racional”.
Los encuadrados en el cuatro, cinco y seis de la escala de autoubicación ideológica no se agrupan tanto por cercanía de pensamiento como de circunstancias puntuales. Es algo así como una amalgama de individuos que comparten diferentes posiciones y se enfrentan en otras muchas, por lo que es la suma de varias apuestas de cada partido la que los lleva a situarse en uno u otro o bien situarse en la abstención. Este último es otro grupo importante junto con los descontentos de cada partido y los que no se ubican nunca en ninguno de ellos.
En estas elecciones han entrado en juego diferentes estrategias: la estrategia suicida de Casado, la de los codazos a un lado y a otro de Rivera y la del miedo a la ultraderecha de Sánchez. Por su parte, Iglesias se ha deslizado de forma moderada con la intención de recuperar algún transversal en una dinámica errejonista que les haga perder lo menos posible dentro de lo ruinoso de su situación, para por lo menos ser útil a un posible gobierno de izquierdas.
El kamikaze Casado, en una carrera hacia el abismo y con un estilo que pensamos que no es el que seguro tiene propiamente, parece haber sido aconsejado por algún agente doble, a las pruebas nos remitimos, o ha hecho de abogado de sí mismo, metiendo la pata hasta el fondo. Rivera ha forjado un partido en medio de los demás a codazo limpio, aunque no se sepa muy bien qué tipo de formación política aspira a ser. Quizá la racha que le ha hecho crecer hasta ahora, más por fallos de los demás que por aciertos propios, no sea suficiente, ya que parece que haya podido perder una oportunidad única de llegar a ser un partido que pudiera estructurarse de verdad, en torno a una ideología moderada con una visión liberal europea creíble, algo en lo que los españoles están todavía muy verdes. Se postulan como líderes de la oposición, cuando lo que parece a priori es que van a estar muy solos durante cuatro años en el hemiciclo.
En Cataluña, bastión de la izquierda en sus múltiples y diversas formas, la formación de carácter independentista ERC ha ganado poder señalando que la circunstancia que ocupa el centro del panorama político de este país sigue ahí encima de la mesa. Quienes sustituyen a la antigua Convergència no han perdido tanto como se esperaba, aunque perder frente a ERC siempre es doloroso. Piensen, además, que también hay independentistas dentro de los comuns y hasta en el PSC. Hay que buscar una salida que nos incluya a todos y dé contenido a las creencias que algunos significan por encima de las demás. De igual forma, en el País Vasco, aunque de forma más sosegada por su “tranquilidad” económica, van a seguir recordando que, tras casi 40 años, todavía no somos autónomos de verdad.
En estas circunstancias, los poco más de 120 diputados socialistas tienen un valor y una misión. El valor de ser suficientes para poder pactar desde la moderación y la misión de ejercer liderazgo político en todas las direcciones posibles. Cuando decimos en todas direcciones, también incluomos los otros poco más de 120 diputados representados por otras dos formaciones que llevan ideas muchas veces contrapuestas, pero que también tienen detrás a un número similar de votantes. El “cordón sanitario” que Rivera lleva propugnando desde el principio se romperá en las diferentes votaciones en el Congreso y los apoyos de otros grupos aparecerán también según cuáles sean las partidas a aprobar. Más allá de las circunstancias puntuales, es lógico que existan acuerdos sobre materias comunes para la mayoría de los ciudadanos, que tendrán algún tipo de refrendo general para la legislatura; sobre todo con partidos como Podemos o el Partido nacionalista vasco, que pueden dar estabilidad a un Gobierno que como en los demás países, cada vez más tiene que contar con la visión de Europa para todo.
Es lo que podríamos denominar “geometría variable”, una gestión del funcionamiento del motor democrático, adaptándose a los diferentes tiempos, velocidades y necesidades de cada momento en los próximos cuatro años. De dicha gestión moldeable para el bien común y si no viene un tsunami económico desde el exterior, pueden recogerse frutos suficientes como para que la alegría socialista de la noche electoral dure ocho años en lugar de cuatro, lo que daría de sí para la profunda reformulación de muchas de las maneras encorsetadas, que organizan nuestro sistema político-económico, pero contando con todos, no como se ha hecho con la gestión de esta crisis que ya es cansina dejando a muchos conciudadanos atrás. ____________________
Pablo Quirós Cendrero es socio de infoLibre
Lo peor que hacen los partidos políticos en España es pensar que los sufragios que resultan a su favor en las elecciones son votos en propiedad. El ciudadano lo que hace es prestar su papeleta, durante un cierto tiempo, a un representante que se postula como cabeza de cartel de una formación que, en principio, tiene unas directrices futuras de alguna forma en consonancia con las ideas o intereses particulares de ese ciudadano, o de una visión de conjunto y futuro colectivo para su comunidad política. Más allá del votante parroquiano que es afín al partido pase lo que pase, y el súbdito que suele protestar por diversas cosas, pero que al final se somete al liderazgo del mismo, existen electores que se acercan unas veces a un partido, pensando que la coyuntura le es más proclive, y otras veces a otro, porque ha cambiado el cuadro de representantes o se acercan a tal o cual postura. Existe entonces un criterio pragmático que, según quien lo mencione, se trata de la economía (impuestos), ser de centro (algo que no existe), o de situarse de una forma u otra ante cualquier política de moda, bien sea territorial (autonómica) o internacional (Europa o inmigración). Se trata del comportamiento social y económico en el que el individuo tiende a buscar su propio beneficio y a intentar tener los menores riesgos posibles: se conoce como “elección racional”.