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Hablemos de democracia y de desigualdad

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Jesús Cabañas Galán

Dividir las opciones políticas –es decir, el voto– entre izquierda y derecha beneficia en estos momentos, como es palpable encuesta tras encuesta, a los partidos que consigan más apoyos en cada una de las dos opciones (el voto indeciso, que parece ser el decisivo, siempre va a quien parece ganador). En tiempos más calmos, es el partido de centro más fuerte el más beneficiado. Pero hoy es el extremismo de los otros (el partido de uno mismo es siempre moderadamente escorado) lo que crea audiencias y colorea los gráficos de las encuestas.

Y, sin embargo, en cualquier discusión racional sobre el tema, las viejas, sólidas, ideas de izquierda y derecha están olvidadas por la mayoría de los votantes. De lo que se habla (cuando se habla y no se grita) es de democracia y de desigualdad.

De a “cuánta” democracia se puede aspirar y cuánta desigualdad podemos soportar. Y, en mi opinión, es en esta “geometría” en la que debemos encajar a las diferentes opciones políticas.

En un extremo del eje democracia está quienes piensan que la mayoría de las personas no deberían participar en el gobierno, que sólo unas élites (económicas, ideológicas, familiares, académicas…) están capacitadas para elegir y ser elegidas. En el otro extremo, tendríamos a quienes creen que el mejor sistema de gobierno es aquél en el que más personas, y en más ocasiones, participan.

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Un extremo del eje desigualdad lo ocuparían quienes creen que eliminar la desigualdad es la primera prioridad de cualquier gobierno. En el otro quienes piensan que la desigualdad es, no sólo inevitable, sino beneficiosa.

Si analizamos los actos (las palabras de los políticos en año electoral ya sabemos lo que valen) de los partidos (el que más y el que menos ya tiene responsabilidades de gobierno) seremos capaces de situarlos en este sistema de coordenadas que, creo, se ajusta más a lo que esperamos de quienes queremos que nos gobiernen. 

Jesús Cabañas Galán es socio de infoLibre

Dividir las opciones políticas –es decir, el voto– entre izquierda y derecha beneficia en estos momentos, como es palpable encuesta tras encuesta, a los partidos que consigan más apoyos en cada una de las dos opciones (el voto indeciso, que parece ser el decisivo, siempre va a quien parece ganador). En tiempos más calmos, es el partido de centro más fuerte el más beneficiado. Pero hoy es el extremismo de los otros (el partido de uno mismo es siempre moderadamente escorado) lo que crea audiencias y colorea los gráficos de las encuestas.

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