Precarios sin más, sean éstos interinos o laborales.
Más allá del Parlamento actual, aunque esté mal visto, más allá del Gobierno actual, en el panorama histórico de este país y ya tiempo atrás, hubo que calificar el sistema de oposición como “lotería, muchas veces eléctrica” (por lo de los enchufes). Y también que el sistema estaba “técnicamente corrompido", pues el sistema de “oposiciones”, creado a finales del siglo XIX para evitar las “cesantías” –cambio de los funcionarios al hilo de los cambios de Gobierno-, tenía su fundamento en convocar las plazas futuras previsibles en las distintas ramas; no convocar oposiciones para plazas que llevan siendo ocupadas años y años. Entonces, ¿qué es lo que pasa? Que esta situación se repite años tras año, lustro tras lustro, etc.
¿O nos olvidamos de cómo don Adolfo (Suárez) zanjó el problema de los profesores no numerarios de Secundaria y universidad y todos pasaron a ser fijos de una u otra manera?
En 1982, mi primer año como profesor interino de Química, tras haber trabajado en la industria y ser represaliado y despedido gracias a la dictadura de Franco, éramos en todo el Estado unos 2.000 profesores interinos en la Enseñanza; hoy hay, cifra arriba, cifra abajo 130.000. Repito, en la enseñanza. El manido argumento de que entonces no había Constitución y por eso se pudo hacer no cuela, como ya ha demostrado hasta la expresidenta del Tribunal Constitucional doña Emilia Casas y porque además cualquier tribunal y cualquier ley debe poner por encima de todo la lógica y la razón y cerca de un millón de trabajadores precarios en las Administraciones Públicas, es una sinrazón.
El problema es otro; el problema, como en otras cosas, es que el Estado, lejos de actuar como garante de los derechos de los ciudadanos trabajadores, actúa más como patrón para el beneficio del capital y son esos intereses los que marcan el devenir diario generándose problemas de precariedad como éste de los trabajadores temporales, precarios –laborales e interinos– de las Administraciones Públicas, así como en otros muchos sectores y de mayor gravedad aún, como los inmigrantes o las trabajadoras domésticas.
¿O podemos ignorar el gran negocio de las academias en torno a las oposiciones? Y cuando hablamos de “academias”, hablamos de sindicatos subvencionados que tiene intereses similares o cercanos y si no, ¿cómo se explica que firmen a pies juntillas el acuerdo que despedía, de hecho, a miles y miles de trabajadores en precario como ya hicieron en 2017 con el ministro Montoro y ahora con el ministro Iceta?
Pero profundicemos en los comportamientos del propio Estado y de sus “castas“ más rancias. Hay una palabra que aparece en casi todos los legajos y es la de “reconocer”; reconocer los trienios, reconocer los servicios prestados, reconocer la madre... El comportamiento inquisitorial que se encierra en esta cuestión requiere una revisión profunda; su significado es el mismo con el que ahora quieren “reconocer” para hacerlos fijos a los que lleven 10 años “en un puesto estructural” (a saber…). ¿Es que el Estado no tiene conocimiento de los hechos? ¿O es que de esta manera se reserva el derecho de pernada al que nunca renuncia el capital en última instancia?
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No cabe duda que la huelga indefinida convocada el pasado 11 de junio por la Comisión Abierta Estatal de Lucha y Coordinación de los Trabajadores Precarios de las Administraciones Públicas, alguna mella ha hecho, junto a otras movilizaciones, para que a la fofez del decreto de Iceta se le haya tenido que añadir un poquito más de energía de la ministra de Hacienda, pero cómo quede finalmente –en septiembre u octubre– dicho decreto estará en las manos de la lucha de los trabajadores precarios, para los que hay que reclamar: ¡Fijos ya. Basta ya de precariedad! Porque, además, la precariedad no engendra buenos servicios públicos, sino todo lo contrario.
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Benito Laiz Castro es “químico jubilado como profesor interino 'para mofa y escarnio del MEC'” y socio de infoLibre
Precarios sin más, sean éstos interinos o laborales.