Una sola mujer de Vox es más hombre que toda la mesa del Congreso y tiene más hombría y más valentía que todos los diputados zurdos. Algo así gritó un diputado afectado de iracundia magna, cuyos exagerados gestos, acompañados de espumarajos, presagiaban una inminente deyección que finalmente ocurrió en forma de palabras fecales. La explicación, aunque pudiera parecer escatológica, no pretende sino reflejar la impresión que me produjeron las barbaridades que estos individuos soltaron por la boca. Quisieron dejar claro, además, que la gran cualidad de las mujeres de su grupo es la condición de hombre. La insoportable hombredad del ser como signo de superioridad.
Es de suponer que, calificándola así, el facha colérico quiso ensalzar a la colega que había dirigido unas palabras infames, con indudables connotaciones sexuales, a la ministra Irene Montero: «Su único mérito es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias», le soltó, además de «obsesa sexual» y «libertadora de violadores». Este tipo de insultos retratan a quien los realiza, no a quien los recibe (y cuidado, nada hace prever que la violencia que acumulan se vaya a quedar solo en voces).
Otro de entre ellos presumió de ser moralmente superiores, lo que contesta, quizá sin querer, pero con rotundidad, a Ignacio Sánchez-Cuenca, quien, en La superioridad moral de la izquierda, se pregunta por qué la derecha no reivindica para sí superioridad moral alguna. Daniel Innerarity piensa, sin embargo, que «en cualquier caso, tratándose de cuestiones políticas es preferible aspirar a ser mejor que a ser superior».
La gran cualidad de las mujeres de su grupo es la condición de hombre. La insoportable hombredad del ser como signo de superioridad
Hay sectores a los que les cuesta llamarlos fascistas, pero lo que piensan y dicen se parece mucho a aquella doctrina italiana. El Diccionario de la Lengua Española llama así también a los movimientos políticos similares surgidos en otros países, aunque en este caso lo disimulen bajo el eufemismo Vox. Pues vale, les llamaremos machistas, racistas, xenófobos, victimistas, antiintelectuales y odiadores de la clase trabajadora envueltos en exageraciones rojigualdas. Yo lo hacía por resumir.
Hoy, sin embargo, pretendo poner el foco en la defensa de una mujer que tiene demasiadas cualidades para ser perseguida por las derechas. La primera de ellas es ser mujer (a la que no le hace falta la hombría), liderar el ministerio de Igualdad y proponer leyes que nos acerquen hacia esa igualdad. Es hija de la clase obrera. Gran estudiante, trabajó como cajera mientras obtenía becas gracias a las matrículas de honor; militante de izquierdas desde muy joven, atesora suficientes méritos para ser odiada desde la extrema derecha.
A veces discrepo de decisiones y declaraciones de la ministra y de algunos de sus más cercanos desde una posición de izquierdas (no milito en UP). Dejo las interpretaciones jurídicas y políticas a los expertos, tan abundantes en este país. Hoy, insisto, solo quiero ponerme del lado de Irene Montero frente a los fascistas, la derecha nacional y los tibios en general.
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José Félix Sánchez-Satrústegui Fernández es socio de infoLibre.
Una sola mujer de Vox es más hombre que toda la mesa del Congreso y tiene más hombría y más valentía que todos los diputados zurdos. Algo así gritó un diputado afectado de iracundia magna, cuyos exagerados gestos, acompañados de espumarajos, presagiaban una inminente deyección que finalmente ocurrió en forma de palabras fecales. La explicación, aunque pudiera parecer escatológica, no pretende sino reflejar la impresión que me produjeron las barbaridades que estos individuos soltaron por la boca. Quisieron dejar claro, además, que la gran cualidad de las mujeres de su grupo es la condición de hombre. La insoportable hombredad del ser como signo de superioridad.