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Fernando Pérez Martínez

Cuando un ciudadano apoya un proyecto político, plasmado en una serie de propósitos desarrollados por diferentes equipos, integrados por mujeres y hombres con más iniciativas en común que enfrentadas, pero en cualquier caso no idénticas, los ciudadanos particulares, ésos que no lideran nada, pero que respaldan propuestas que conforman el programa que se convierte en la carta de presentación de los diferentes líderes, nunca van a significar un soporte a la búlgara, en el que se suscribe desde la “a” hasta la “z”, todos y cada uno de los planteamientos incluidos en el programa. Bastante es con estar de acuerdo en algunas de las líneas maestras que conforman el esquema que promueve la organización política.

Desde que se estrenó Podemos como partido político, ha venido recibiendo el voto, desde sectores sociales diferentes, heterogéneos, en ocasiones aparentemente opuestos, votos movidos por razones de diferente etiología.

Algunos seguidores incondicionales se manifiestan de manera integrista y maniquea en lo tocante al partido o a sus líderes. Se despachan sin mesura comentando los artículos que les aluden y acaban por ofrecer una imagen desalentadora del militante de dicha organización. Intolerantes, ofensivos, engreídos, en posesión de la verdad y defensores de las más puras esencias del pensamiento político que cinco millones de ciudadanos respaldan a cachos, individualmente. Rematan convirtiéndose en los chusqueros de Podemoschusqueros, los hay en todos los partidos, se manifiestan como acomodadores con ínfulas de propietarios. Comisarios políticos, tal vez, autonombrados.

Un partido político actual no es una organización en la que los ciudadanos independientes que la respaldan devienen en cabezas de ganado cuyo libre albedrío político debe ser uniformemente trasquilado y perseguido y mantenido en orden por los colmillos de comisarios que descalifiquen el pensamiento de quienes libremente decidieron apoyar a la organización por convenir con una parte sustancial de su programa.

El voto que recibe un partido a veces está sustentado en la coincidencia en una, dos iniciativas compartidas, lo suficientemente sustanciales como para precipitar el sufragio. Los ciudadanos votan un paquete de propuestas entre las que se encuentra alguna de las que personalmente les resultan relevantes.

En estos tiempos en que la mayoría de la prensa ha renunciado al servicio de informar a la opinión pública para pasar a ser parte activa en la pugna política como departamentos de agitación y propaganda para atraer a la ciudadanía con informaciones parciales, o forzando la realidad para presentar una sociedad virtual al gusto de los promotores o propietarios de la empresa periodística, los ciudadanos debemos desarrollar la capacidad de leer entre líneas, como en los tiempos de falta de libertad, para entender lo que de verdad está pasando, cuando accedemos al pienso que a diario nos sirven en los pesebres televisivos, radiofónicos, de papel o virtuales, la mayor parte de las veces.

La polémica inducida a toda orquesta, salta de altavoces a pantallas o a páginas de papel y allí por donde pasa pretende prender la incendiaria idea que promueven los que se sientan al banquete neoliberal: Podemos ataca la libertad de expresión.

La actual presidenta de la APM, Victoria Prego, proviene de una familia conservadora, hermana de un conocido juez ultra destituido del Tribunal Supremo que debía juzgar al juez Baltasar Garzón, por manifiesta incompatibilidad: patrono de honor de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes) y vocal del Consejo General del Poder Judicial en representación del PP, conocido por sus conexiones con la organización ultraderechista Manos Limpias… La sra. Prego ve la necesidad de amparar a unos anónimos periodistas que se ven intimidados y acosados por Podemos, sin identificar a los acosadores o intimidadores. Es, al parecer, todo el partido político el que intimida, acosa y asfixia la libertad de expresión de unos periodistas que trabajan para unos medios cuyas líneas editoriales pudieran tener como objetivo acabar con la credibilidad de Podemos.

Los ciudadanos no tenemos el poder de convocatoria que exhiben las baterías mediáticas del ultraliberalismo que asola a diario la libertad de expresión con su discurso único repetido por tierra, mar y aire. Según datos que la propia APM elaboró en 2006, el 56,4% de los periodistas preguntados reconoció haber sufrido presiones por parte de los poderes políticos, económicos y de su propio medio. Ese porcentaje ha subido en 22,5 puntos en la última década. (Léase a Rubén Arranz, en Vozpópuli.)

No conozco a los periodistas que demandan el amparo de la Asociación de la Prensa de Madrid que preside Victoria Prego, protegidos por ésta, como los denunciantes de judíos ante la Inquisición, por el anonimato. Tampoco se sabe para qué medios trabajan. Por lo que debemos suponerlo, y puesto que la mayoría de los medios se manifiestan arbitrariamente contrarios a Podemos, hay muchas posibilidades de que sean trabajadores a sueldo de medios hostiles al partido Podemos contra el que afilan sus crónicas, quizá parciales, pero es seguro que al gusto de quienes las financian. Cuando la información falta, inevitablemente se sustituye ésta por la especulación. Los chusqueros de Podemos deberían dejar de dar bazas a los rivales con su grosera forma de actuar, o lo que es más factible, quienes tengan en su mano la correa de esta jauría, tensen la traílla.

Resulta inadmisible que, con la que está cayendo, desde Podemos se propicien notas, como la de la APM de Prego, en la que se identifica a Podemos con el abuso de los poderosos y se censura la tilde adverbial arbitrariamente: “Solo unos medios firmes en la defensa de la libertad de expresión pueden frenar las tentaciones de los poderosos de eludir la rendición de cuentas a la que están obligados en una democracia como la nuestra” (sic).

La ciudadanía vota libremente a un partido y esto no significa una petición de matrimonio político hasta que la muerte los separe, sino que el votante ha encontrado una parte del programa electoral que le conviene y le motiva para apoyar con su sufragio el proyecto político en el que se reconoce. Nunca va a significar que esté de acuerdo con todo, al cien por cien. El programa electoral de Podemos representa, hoy por hoy, la alternativa progresista en la que más o menos se sienten representados alrededor de cinco millones de ciudadanos, millón arriba millón abajo, provenientes de amplias capas sociales. Esta intriga de la APM de Victoria Prego, como otras maniobras, procurarán desacreditar al partido que puede amalgamar a las fuerzas de progreso. _____________

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

Cuando un ciudadano apoya un proyecto político, plasmado en una serie de propósitos desarrollados por diferentes equipos, integrados por mujeres y hombres con más iniciativas en común que enfrentadas, pero en cualquier caso no idénticas, los ciudadanos particulares, ésos que no lideran nada, pero que respaldan propuestas que conforman el programa que se convierte en la carta de presentación de los diferentes líderes, nunca van a significar un soporte a la búlgara, en el que se suscribe desde la “a” hasta la “z”, todos y cada uno de los planteamientos incluidos en el programa. Bastante es con estar de acuerdo en algunas de las líneas maestras que conforman el esquema que promueve la organización política.

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