La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha exigido a Podemos que deje de amedrantar –“acoso y presión”– a periodistas que le critican. Por otro lado, los dirigentes del partido podemita se sienten víctimas de una escaramuza hostil por parte de algunos medios de comunicación. Y han reaccionado negando los hechos (insultos graves y amenazas), y les invitan –a esos posibles intimidados– a que vayan a los tribunales a denunciarles. Y que la justicia explique qué delitos han cometido.
Las supuestas pruebas de los hostigamientos a esos periodistas no se presentan y la cosa huele a chamusquina. Otro ataque más a Podemos de manera chusquera y desmesurada para hacerle daño. Mucho nos tememos que algunos grupos de poder económico, mediático, fácticos, han utilizado a la APM para dar una dura lección a Podemos.
Independientemente de esos posibles pecados de unos pocos podemitas –sin demostrar aún–, lo que dice la presidenta de la APM, Victoria Prego, y su segundo de a bordo, Nemesio Rodríguez, es una barbaridad. Asímismo, varios directores de medios, periodistas, incluso Iñaki Gabilondo en su videoblog de la cadena SER, se sumaban a esta denuncia. Todos estos se han dedicado a criticar más a Podemos que aclarar lo que sufrieron –supuestamente– esos periodistas y de los –presuntos– hechos de amenaza y acoso.
Este partidismo informativo y la poca transparencia de la APM, con las manipulaciones de su presidenta Victoria Prego (se ocultó a gran parte de la directiva esa denuncia), va más allá del lance y le pierde el ser poco autocrática, como una entidad por encima del bien y del mal. Lo importante del periodismo son los hechos, informando de ellos, y no lo que opinan o presuponen sin demostrar nada. Si fuera así, apaga y vámonos, para qué queríamos la libertad de expresión. La nota de prensa de la APM no explica más que calumnias, acusaciones graves, mientras los hechos no han sido probados.
Por cierto, dónde andaban estos dirigentes de la APM cuando, hace poco, el Consejo de Informativos pide que se defienda a la corresponsal TVE en EE.UU., Almudena Ariza, de los ataques de un portavoz del PP de Asturias. En una nota interna, se reclama el amparo de la dirección de informativos ante los mensajes insultantes del portavoz de Asturias contra la corresponsal.
¿Por qué la APM no ha sido más combatiente con el menoscabo sociolaboral que soportan los periodistas en general en Madrid y en el resto de España?
¿Y qué hizo la APM cuando la Policía del ministro del Interior se plantó en la sede de Público sin orden judicial? ¿Y cuando Rafael Hernando amenazó a Jesús Cintora con un "¿usted sabe lo que hace?", como preludio de su despido en Las Mañanas de Cuatro? ¿O las amenazas de Javier Maroto advirtiendo a Javier Ruiz, sustituto de Cintora, de que hacía preguntas muy extrañas? ¿Dónde estaba la APM?
Y cómo actuaron cuando la SER de Cebrián echó a los periodistas Ignacio Escolar, Fernando Berlín, Manuel Rico y Javier Aroca, por “motivos personales, comerciales e ideológicos".
El propio comunicado de la APM contra Podemos demuestra la gran hipocresía de la asociación periodística madrileña. La APM tiene una tradición muy franquista, al menos durante muchos años, y sus prebendas económicas sanitarias, fueron anuladas el año pasado por PSOE, Podemos y Ciudadanos. Nadie denuncia lo poco creíble que ha sido esta APM, a lo largo de su historia, en la defensa de los derechos de los periodistas y de la libertad de expresión. Si habiendo recibido presiones de otros partidos e instituciones, no se denunció, pero sí lo hacen ahora, con las posibles presiones de Podemos, se ve claramente como se "aceptan" las cosas según vengan de un lado o de otro. Vamos, que nos quieren vender cápsulas de la libertad de expresión con cianuro incluido.
Sí, es verdad que existen trolls entre simpatizantes y en el círculo próximo a Pablo Iglesias y a los dirigentes podemitas. Muchos de estos pelean, a veces con demasiada violencia, en las redes sociales, en los foros y actos públicos, en los comentarios y blogs de los propios medios.
Pero lo hacen como en todos los partidos e instituciones. Insisto: nadie ha probado los hechos cometidos por Podemos. El insultar y trolear es, desgraciadamente, “normal” en las redes sociales y en los medios cuando no se está de acuerdo con el periodista o analista. Los políticos, y sus simpatizantes más acérrimos, lo han hecho siempre a cualquier contrincante. Y si no que se lo pregunten, actualmente, a Patxi López cómo le apalean militantes sociatas en las redes sociales.
En la época Zapatero, también existieron coacciones contra periodistas que defendían con su pluma las medidas sociales, sanitarias y de educación. Todo el mundo lo sabe: ha ocurrido con Podemos y con el PP, PSOE, IU, Ciudadanos, etc.
Seguimos con ejemplos recientes: José María Aznar echando un euro, con menosprecio, a una reportera por una pregunta inadecuada. Esperanza Aguirre y su espontaneidad y excesos verbales vía sms contra algunos medios. Rafael Hernando y su grito de hiena –a los periodistas que informaron sobre la corrupción (tildada de organización criminal por el caso Taula) del PP valenciano, y sobre Rita Barberá, imputada.
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Es ciertamente muy hipócrita la actitud de grandes medios y editoriales de comunicación que se dan golpes de pecho ante esta denuncia contra Podemos pero siguen fomentando extrañas y malévolas presiones contra sus redactores base. También los políticos del bipartidismo PP-PSOE han ejercido influencias coactivas, tales como “solicitud de cabelleras, amenazas a directores de diarios, retirada de publicidad institucional o privada bajo presión...”
¿Dónde estaba entonces la lucha por la libertad de expresión de la APM de Victoria Prego? _______________
Ángel Lozano Heras es socio de infoLibre
La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) ha exigido a Podemos que deje de amedrantar –“acoso y presión”– a periodistas que le critican. Por otro lado, los dirigentes del partido podemita se sienten víctimas de una escaramuza hostil por parte de algunos medios de comunicación. Y han reaccionado negando los hechos (insultos graves y amenazas), y les invitan –a esos posibles intimidados– a que vayan a los tribunales a denunciarles. Y que la justicia explique qué delitos han cometido.