Ya en su momento el asesor de economía del presidente estadounidense Clinton espetó aquello de: "Es la economía, estúpidos". Y se puso a hacer la tarea al servicio de... la economía.
Y todo el mundo asintió muy dócilmente.
El otro día, un ex de casi todo, ufano y pagado de sí mismo, un ex de altos vuelos, de la época gloriosa del gran timonel, del sempiterno enfurruñado señor Aznar, comentó con displicencia y soberbia que: "Es el mercado, amigo", para esclarecer que él es el mercado ¿quién marca las leyes de la existencia, también humana, como para colocarse arriba, como para hundirse en el abismo del fracaso más absoluto?
Cuando contemplo los documentales de animales me sorprende, me estremece incluso, poder ver la impasibilidad en la mirada, en sus faces, de los grandes carniceros en el momento de atrapar a sus presas. Y solamente soy capaz de ver los ojos de angustia, saliéndose de sus órbitas, a muchas de esas presas intentando escaparse del acecho, de la loca carrera del matarife que aprieta, que acelera, sin compasión, impasible, por volver a intentar el zarpazo que acabe con la huida desesperada del animal enloquecido, porque se está jugando la vida, por unos milímetros que acabe con la tráquea ¿rota, estrangulada, destrozada?, mientras el predador toma respiro y decide devorar muy tranquilo a la pieza abatida.
Pero, al cabo, "es el mercado, amigo", ¿sí?, ¿solo es el mercado?
En ese trueque imprescindible, ¿inevitable?, en ese juego sobre la vida y la muerte, sin que nada en el paisaje cambie mucho si se produce una baja, y otra, y otra. Claro que si solo ¿es el mercado, amigo?
Como cuando va la señora mayor al mercado y compra dos "carcasas" de pollo, para hacerse un caldito, por muy poquito dinero, ajustándose al magro presupuesto mensual, que apenas sobrepasa los 300 euros de pensión no contributiva, mientras piensa la señora que una noche más de invierno ha pasado sin caer acatarrada, envuelta en un par de toquillas y un montón de mantas, dos o tres, mientras sabe que también vienen briznas de carne en las carcasas, que todo se podrá aprovechar, mientras la buena señora calcula que con ese caldo, si le echa una patata y unos pocos fideos, le puede durar ¿una semana?
Luego se acercará a la pescadería a ver si ha llegado algo de "morralla", esa variedad de pescado chico, de todas las clases, que a dos o tres euros el kilo, permitirá a la paciente parroquiana incorporar algo de pescado a su dieta. Y si no siempre podrá coger uno o dos jurelillos que también vienen arreglaos de precio.
De vuelta a casa, se pasará por algunas fruterías, que ya lo conocen y la aprecian, y seguro que podrá incorporar a su bolsa alguna fruta "tocada", o algo de verdura que ya "no se puede vender", por na, por la amabilidad de los fruteros.
Y es que, ya se sabe, esto también "es el mercado, amigo", dicho sin altivez, antes al contrario sufrido con mucha humildad y mayor entereza. Porque, ¡qué carajo!, "¡es el mercado, amigos!".
Y, al fin, el paisaje seguirá en calma. _________________
Antonio García Gómez es socio de infoLibre
Ya en su momento el asesor de economía del presidente estadounidense Clinton espetó aquello de: "Es la economía, estúpidos". Y se puso a hacer la tarea al servicio de... la economía.