Cuando uno llega a esa década prodigiosa en la que sabes que estás de paso y que queda menos para el final de etapa, te planteas muchas cosas. Es cierto que es esa edad en la que piensas en ti mismo y en el mundo que ha tocado vivir porque son muchos años que has pasado trabajando sin parar para poder llegar bien a este final, o por decirlo de otra forma, con la vida solucionada para tu familia.
Pero el problema de pensar es que te das cuenta en todo aquello que antes no lo habías descubierto. Y llegas a la conclusión de que el mundo está lleno de los problemas que hemos llenado los humanos por, quiza, no saber hacerlo mejor. Son muchas las dudas, los desengaños y también las satisfacciones que te ha dado la vida. En mi caso la mayor de todas es haber cumplido con mis deberes, con mi propia conciencia y ser feliz con ello, satisfecho con pocas cosas o con las que conseguí. No estar loco por la riqueza material, que he sabido compensar con serenidad y sin ansias que ahora parecen el único objetivo de muchos. Pero me planteo muchas cosas en la vida de distinto carácter. Por ejemplo: creo en el universo infinito y con la curiosidad de cuanta vida distinta existe en él y en el infinito. Cuantas vidas distintas existirán. Decepcionado de que vivamos en un país con dos sociedades enfrentadas, como dijo hace poco Julia Otero, un país en donde se trata de destruir al que piensa distinto de ti. Un país en donde todos somos gilipollas para el otro. Un país que he vivido entre extremos y trato de evitarlos, pero es tarea casi imposible. Pienso en cómo se crearon los idiomas, una curiosidad que no se resolver. No soy creyente del cuento de hadas que nos contaron, pero creo que se necesita una espiritualidad sin pensar en vírgenes ni en trinos ni en resurrecciones, pero creo que la iglesia, cualquiera de las que existen, debería reaccionar y cambiar su chip para enseñar los valores humanos que se han perdido con una vida exclusivamente material en la que el que no sale en la tv, no es famoso o no dice muchas estupideces, ya no existe. Algo que ha entendido muy bien Ayuso y lo practica. Una sociedad que va a un desastre si se sigue por el ansia material. Una juventud que vive algo errática por no existir un claro futuro. Me preocupa mucho un futuro de cuatro instituciones que sean las que dispongan de la liquidez mundial, porque no entiendo como acabara tanta gante sin ayuda ninguna excepto su inteligencia. Pero hay demasiados sin inteligencia, sin salud o sin potencias personales. Y muchas cosas más que no quiero prolongarlas aquí porque la mayoría son incógnitas eternas. La política me ha decepcionado de tal forma que cuando veo que se hace una obra pienso más en las comisiones que se moverán que en la propia obra.
Por eso y otros muchos pensamientos necesito a Beethoven. Me da fuerza para aguantar. Es el arte que te despierta del letargo, te da fuerza con una música que alguien definió como metafísica y es verdad. Pienso en que algún día se haga verdad esa oda de Schiller de su Novena en la que se habla de la paz entre hermanos. Su piano me enerva. Hay gentes que hacen esas obras geniales para que pensemos que la vida es otra cosa, que hay gente buenísima, que luchan por mejorar la sociedad sin nada a cambio, y todo eso nos lo proporciona Beethoven con su música sin igual. Nada menos que nos hace pensar que merece la pena la vida. Es mi medicina.
César Moya Villasante es socio de infoLibre
Cuando uno llega a esa década prodigiosa en la que sabes que estás de paso y que queda menos para el final de etapa, te planteas muchas cosas. Es cierto que es esa edad en la que piensas en ti mismo y en el mundo que ha tocado vivir porque son muchos años que has pasado trabajando sin parar para poder llegar bien a este final, o por decirlo de otra forma, con la vida solucionada para tu familia.