[N. de la R.: Los textos que siguen fueron escritos, de forma independiente, con un mes de diferencia y remitidos conjuntamente la semana pasada por su autor, quien precisa que ambos "dicen lo mismo, aunque expresan dos estados de ánimo diferente".]
Ya no somos noticia
. Ni él, ni yo. No le conozco, el tampoco a mí, nunca nos hemos visto y tal vez nunca nos veremos. Escuchamos músicas diferentes para relajarnos. No es su foto. Es muy difícil hacer fotos con el equipo puesto.
Pero sí que le reconozco y él me reconoce. Nunca le daré la mano. Él tampoco lo intentará. Chocaremos los puños, el “saludo Ebola”. Y nos sonreiremos el uno al otro, y aceptaremos que tenemos una responsabilidad, la de no tocarnos para protegernos. La de proteger a los otros con nuestra distancia. Este es un mundo de contacto “sin tacto”. Nos aceptaremos en nuestra responsabilidad de proteger y protegernos; en mantener la distancia. Eso nos hace aún más cercanos. Pero es complicado.
Hace ya casi tres meses que no mantengo ningún contacto físico con nadie. Me limpio las manos unas veinte veces al día. Me toman la temperatura otras tantas. Y nos ayudamos los unos a los otros, nadie deja a un colega sufrir solo. Pero sin contacto. Estamos aquí, en la “zona Ebola”. En ningún lado. Porque ya no existimos para vosotros. Hemos dejado de ser noticia. A pesar de que cada día haya nuevos infectados y la pesadilla parezca nunca acabar.
Y nos comunicamos, constantemente. Con la voz y con el gesto. Con la mirada. Y no hacemos ninguna diferencia. Negros y blancos, musulmanes, cristianos, ateos. ¿Qué importa? Trabajamos juntos, pero separados. Acusamos el cansancio y el estrés –increíblemente– sin una mala palabra, sin un mal gesto. Sabemos a lo que estamos.
Mantenemos dos idiomas comunes. Uno nos permite comunicarnos vocalmente. El otro, sobrevivir en la obligatoria distancia. La sonrisa, el apoyo mudo y mutuo, el gesto distante que se convierte en cercano. La mirada. La aceptación de que de alguna manera nos hemos convertido en unos “parias”, en “intocables”. Voluntariamente.
No es tan malo. Es, simplemente diferente. Aquí estamos, aquí seguimos. Hoy y mañana. Mientras esto dure.
Porque aunque la desaparición de enfermos “blancos” conduzca a una ausencia de información en los medios, la enfermedad sigue aquí, a pocos kilómetros de donde todo empezó. En Guinea.
Parafraseando al maestro Forges: “No os olvidéis del Ebola”.
En el corazón del sueño (Camarón de la Isla)
Hemos desaparecido. Los equipos se reducen. Éramos 15. Quedamos cinco. Parece que es cierto, somos cada vez más invisibles. Hace mucho que hemos dejado de ser noticia. Los fondos se reducen. Los últimos mil muertos son sólo africanos. El Ebola ha dejado un desierto en el corazón del sueño africano. No importa. A nadie parece importar.
Las estructuras de salud permanecen casi vacías. No por falta de enfermos, sino porque el miedo a la epidemia ha hecho huir a la población. La enfermedad estaba dentro. Hay que alejarse. El resultado es que en un país con un déficit sanitario importante la población rehúye el sistema y toma caminos paralelos. Y a nadie afecta, porque está lejos.
Alguien, más cercano, tuvo la mala suerte de tocarse la cara, o el brazo, quitándose el equipo de seguridad. Y llegó el pánico. Los medios de comunciación se lanzaron a la noticia. ¡El EBOLA está aquí! Se culpó a quien se había tocado la cara o el brazo y no a quien se tocó la entrepierna y juzgó desde la distancia y la falta de coraje.
Aquí seguimos saludándonos con un choque de puños –el saludo ébola–, evitando el contacto, para protegernos y proteger. Y somos cada vez menos, y estamos cada vez más cansados. Seguimos chocando las botellas para brindar por cada despedida y cada vez menos para celebrar una llegada, un reemplazo.
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Aquí seguimos, unos pocos, hoy, mañana y pasado. Hasta que esto, de una manera definitiva, se acabe. Y para evitar que mañana, o pasado, en un avión no llegue de nuevo el pánico a casa.
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Luis Cremades es consultor Ebola – Guinea y socio de infoLibre
[N. de la R.: Los textos que siguen fueron escritos, de forma independiente, con un mes de diferencia y remitidos conjuntamente la semana pasada por su autor, quien precisa que ambos "dicen lo mismo, aunque expresan dos estados de ánimo diferente".]