Bajemos a la política de cada día. La paulatina extinción de imprescindibles seres vivos en nuestra sociedad debería ser una de nuestras mayores preocupaciones. De ellos depende nuestra vida, la de nuestros hijos y nietos. La desaparición de mariposas en nuestro ambiente parece la última manifestación que se contempla en campos y poblaciones de nuestro entorno. Repito la palabra nuestro. Sucede después de constatar la disminución de abejas, de gorriones, vencejos y una numerosa serie de nuestros beneficiosos compañeros vitales cuya desaparición representa la merma indispensable de y para la polinización y, como consecuencia, la extinción de plantas, frutas, verduras, infinidad de animales, en definitiva, la vida. Produce, entonces, estupor el constatar que una gran causa de esa desaparición de pequeñas aves e insectos polinizadores es la ambición colonizadora con la construcción de grandes moles de edificaciones y barrios en muchas de nuestras ciudades, gran parte poblaciones “dormitorio”, es decir, una extensión de las grandes urbes para albergar, de forma más asequible, a una población que suele pasar del campo a la ciudad. Una paradoja fomentada por la ambición humana.
Investigadores y científicos que han estudiado el entorno de Los Carriles de Alcobendas han señalado que es un enclave fundamental para mantener la biodiversidad
Con motivo de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente se celebraban en España incontables manifestaciones que reivindicaban la lucha por mantener la biodiversidad que el planeta necesita para combatir la degradación del calentamiento global. Si hace medio siglo ya se buscaba en el entorno de la gran urbe de Madrid el mantenimiento de zonas emblemáticas para el desarrollo de “microclimas” como las montañas de La Cabrera y su abundancia de lepidópteros, con estudios científicos para su desarrollo y conservación, hoy día la lucha se acerca a la ciudad, que crece sin detenerse a contemplar si conviene a sus residentes el conservar su gran nivel de mantenimiento verde que constatan informes de la Unión Europea. Si en distintos barrios madrileños se lucha contra la destrucción de zonas verdes, desaparición de árboles y vegetación para la construcción de un suburbano o una gran avenida, en localidades vecinas la lucha tiene menos repercusión mediática pero quizá sea más importante para combatir la destrucción letal de ámbitos verdes que mantienen esa biodiversidad con la que soñamos al constatar el avance de la edificación masiva, una ambición de empresas constructoras con la aquiescencia de corporaciones gobernadas por conservadores y no conservacionistas. Un ejemplo lo tenemos en la localidad de Alcobendas donde en un entorno “regulador de temperaturas, sumidero de carbono, filtro de agua pluviales”, como razonaba su manifiesto, y hábitat de casi más “especies de mariposas que en todo el Reino Unido”, hábitat donde existen encinas centenarias, majuelos, sauces, almendros, en los que viven gran número de aves, entre ellas, interesantes rapaces y distintos tipos de pájaros, el Ayuntamiento se plantea la edificación de casi 9.000 viviendas para más de 25.000 personas y la circulación de miles de vehículos.
Investigadores y científicos que han estudiado el entorno de Los Carriles de Alcobendas han señalado que es un enclave fundamental para mantener la biodiversidad y los “servicios ecosistémicos”. Los residentes en esta gran población del norte de la urbe madrileña quieren proteger, nada menos que, el futuro de sus hijos y nietos.
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Fernando Granda es socio de infoLibre.
Bajemos a la política de cada día. La paulatina extinción de imprescindibles seres vivos en nuestra sociedad debería ser una de nuestras mayores preocupaciones. De ellos depende nuestra vida, la de nuestros hijos y nietos. La desaparición de mariposas en nuestro ambiente parece la última manifestación que se contempla en campos y poblaciones de nuestro entorno. Repito la palabra nuestro. Sucede después de constatar la disminución de abejas, de gorriones, vencejos y una numerosa serie de nuestros beneficiosos compañeros vitales cuya desaparición representa la merma indispensable de y para la polinización y, como consecuencia, la extinción de plantas, frutas, verduras, infinidad de animales, en definitiva, la vida. Produce, entonces, estupor el constatar que una gran causa de esa desaparición de pequeñas aves e insectos polinizadores es la ambición colonizadora con la construcción de grandes moles de edificaciones y barrios en muchas de nuestras ciudades, gran parte poblaciones “dormitorio”, es decir, una extensión de las grandes urbes para albergar, de forma más asequible, a una población que suele pasar del campo a la ciudad. Una paradoja fomentada por la ambición humana.