Han tenido que ser las elecciones a rector de la Universidad de Salamanca las que finalmente han obligado al mundo académico salmantino a mirarse (a mirarnos) al espejo de la historia para confirmar lo que el latinazgo que, durante muchos años, a todos aquellos que estudiamos y luego enseñamos en dicha universidad, nos recordaba lo que el proverbio latino nos decía, que una universidad no puede darle a nadie lo que le negó la naturaleza. Eso es lo que ha ocurrido en los últimos años en la Universidad de Salamanca y en esas estamos.
La Universidad de Salamanca es una de las más antiguas del mundo (esa es su divisa), pero jamás ha conseguido situarse entre las más destacadas del mundo académico ni a nivel nacional y, peor aún, internacional (hoy ocupa el puesto 534 en el mundo universitario). El nuevo rector, Juan Manuel Corchado, es quien ha entrado a matar (permítaseme el símil taurino, en tierra de toros). No ha engañado a nadie del mundo académico. Todo el mundo conocía sus chanchullos, sus prácticas cuasimafiosas, tan descaradas que, una vez destapadas, dan vergüenza ajena y nos ruboriza su elección como rector.
Tarde, muy tarde, más de 150 profesores han firmado un comunicado en el que solicitan que el “rector no se investigue a sí mismo”, ante la comunicación que el Comité Español de Ética de la investigación emitió el 11 de junio a la Universidad de Salamanca para que “ejerza sus potestades de inspección y sanción” por las presuntas malas prácticas de su rector. Ante lo cual, Juan Manuel Corchado se ha apresurado a enviar una carta al mundo universitario salmantino, donde no deja “títere con cabeza”, arremetiendo contra todos los que le acusan (con datos e información fehaciente) de su “mala praxis” curricular: “Creo que ni determinados medios de comunicación ni ciertos escritos con efecto mediático están siendo instrumentos aptos para preservar tal prestigio e historia, en la medida en que solo contribuyen a generar confusión y poner en entredicho la legitimidad que las urnas de esta Universidad me han dado” (es indudable el nerviosismo del rector).
Todo el mundo conocía sus chanchullos, sus prácticas cuasimafiosas, tan descaradas que, una vez destapadas, dan vergüenza ajena y nos ruboriza su elección como rector
Uno de los biólogos e investigadores de la Universidad de Stanford (EE.UU.) y conocedor de lo que ocurre en Salamanca, José Aguilar Rodríguez, ha dicho: “Me resulta increíble que Corchado siga en posiciones de gran poder académico y científico, considerando la magnitud de sus prácticas fraudulentas, que están bien documentadas y han alcanzado niveles francamente ridículos. Si no fuera por lo serio del asunto, todo lo que ha hecho sería hasta cómico”.
Pero la pregunta es ¿cómo se ha podido llegar a esto? Conviene aclararlo porque nos referimos a cómo es posible que un profesor con este historial haya sido elegido el máximo responsable y la cara visible de la Universidad salmantina, sin que se haya actuado contra sus prácticas cuasimafiosas (miles de autocitas, perfiles falsos, órdenes por escrito a sus trabajadores para que le “citen 20 veces en cada trabajo”…). Es evidente que nos encontramos ante una crisis institucional en la que han fallado los procedimientos de control y supervisión de las publicaciones.
150 profesores (de 3.000) han firmado el escrito que pretende recuperar el prestigio y la dignidad de la Universidad salmantina. ¿Y los más de 2.800 que no han dicho ni pío? ¿Y el alumnado que ha votado un miserable 6,1% (unos 1.200 de los más de 28.000 matriculados), ¿dónde están?, ¿dónde estaban? Los veremos, eso sí, a principios de diciembre en la Plaza Mayor de la ciudad celebrando anticipadamente (como ya es historia) el fin de año. No nos extraña, por tanto, que el profesor Alfonso Valencia, director del departamento de Ciencia de la Vida (Centro Nacional de Supercomputación de Barcelona) haya señalado que “este es un caso tremendamente grave que socava la imagen del país… Me encuentro en un meeting en Bruselas con científicos de todo el mundo. ¿Cómo les explico que esto pasa delante de nuestros ojos y nadie lo para?”.
El 31 de mayo, en el Aula Magna de la Universidad, se procedía a la investidura como rector, con la presencia del presidente de la Junta de Castilla y león, Alfonso Fernández Mañueco, (ex alumno de la Universidad salmantina), fecha en la que ya se conocían sus trampas y malas praxis curriculares (publicadas en El País desde el mes de marzo). Pese a ello fue ovacionado y aplaudido durante un minuto… Ovación y aplauso que refrendaba su triunfo en las elecciones del 7 de mayo a las que se presentaba como único candidato. Una vez más nos preguntamos: ¿Dónde estaban los profesores que debían articular una candidatura para impedir la llegada de este personaje? ¿“Quod Natura non dat, salmantica non praestat”?
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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.
Han tenido que ser las elecciones a rector de la Universidad de Salamanca las que finalmente han obligado al mundo académico salmantino a mirarse (a mirarnos) al espejo de la historia para confirmar lo que el latinazgo que, durante muchos años, a todos aquellos que estudiamos y luego enseñamos en dicha universidad, nos recordaba lo que el proverbio latino nos decía, que una universidad no puede darle a nadie lo que le negó la naturaleza. Eso es lo que ha ocurrido en los últimos años en la Universidad de Salamanca y en esas estamos.