El raro soy yo

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Jesús Pichel Martín

Cada vez estoy más convencido de que el raro soy yo. Si hiciera un recuento minucioso, que no pienso hacer, estoy seguro de que encontraría que, en general, mis gustos, mis creencias y mis opiniones políticas no suelen coincidir con los de la mayoría. Por poner un ejemplo clarito de lo que estoy diciendo: soy del Atleti. No me gusta hablar alto, ni bailar, ni los sitios concurridos, ni las fiestas populares, ni que Díaz Ayuso haya ganado las elecciones. No me gusta ningún nacionalismo —ni el periférico ni el nacional—, ni el fascismo, ni el racismo, ni el supremacismo, ni la xenofobia —no me gusta Vox, quiero decir—, ni que Díaz Ayuso haya ganado las elecciones de Madrid.

Insisto: el raro soy yo, que no llego a entender cómo es posible que Díaz Ayuso, con lo que ha dicho y hecho, haya arrasado en Madrid. Y si ha arrasado es porque la mayoría de mis convecinos piensan de forma bien distinta a como yo pienso. Es evidente que algo han visto en ella, en lo que ha dicho y hecho, que les ha parecido políticamente adecuado. Y yo, sin embargo, no soy capaz de verlo. Como creo ser demócrata —otra rareza— asumo deportiva y estoicamente la decisión de la voluntad popular expresada en las urnas, aunque probablemente me costará trabajo reconocerme en las decisiones legislativas y ejecutivas de la nueva Asamblea y el nuevo Gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid, que sospecho serán de aprobación general de mis convecinos. John St. Mill, un filósofo utilitarista y liberal de pro, nos avisaba en 1859, en su "On Liberty", del peligro de "la tiranía de la mayoría" que debe ser temida "sobre todo cuando obra por medio de actos de autoridad pública". Como Mill es filósofo liberal, seguro que su obra forma parte de las lecturas de Díaz Ayuso, pero la verdad es que eso no me deja más tranquilo. O sea, que soy raro.

Jesús Pichel Martín es socio de infoLibre

Cada vez estoy más convencido de que el raro soy yo. Si hiciera un recuento minucioso, que no pienso hacer, estoy seguro de que encontraría que, en general, mis gustos, mis creencias y mis opiniones políticas no suelen coincidir con los de la mayoría. Por poner un ejemplo clarito de lo que estoy diciendo: soy del Atleti. No me gusta hablar alto, ni bailar, ni los sitios concurridos, ni las fiestas populares, ni que Díaz Ayuso haya ganado las elecciones. No me gusta ningún nacionalismo —ni el periférico ni el nacional—, ni el fascismo, ni el racismo, ni el supremacismo, ni la xenofobia —no me gusta Vox, quiero decir—, ni que Díaz Ayuso haya ganado las elecciones de Madrid.

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