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'Sálvame', urbit et orbi

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Marcelo Noboa Fiallo

Mi capacidad de asombro no disminuye. Mi capacidad de asombro no es directamente proporcional a mi proceso de envejecimiento, como se supone debería ser a pesar de que siempre he intentado mantener aquello de “nada humano me es ajeno”.

Huyo como de la peste de aquellos programas que hacen caja con el dolor ajeno y de aquellos que exponen sus vergüenzas y las de los demás como en un zoco, donde todo se compra y todo se vende. La prostitución no es sólo la venta del cuerpo de ella o de él, también lo es la exposición y venta de las intimidades al mejor postor televisivo. Nunca me ha interesado la llamada telebasura, ni siquiera como observador para poder opinar. Aquí debería dar por finalizada mi breve incursión en este mundo, pero me siento obligado a continuar.

Como mi ignorancia sobre estos temas es considerable, he tenido que recurrir a otras personas para que me ayuden aclararme de “quién es quién” dentro de ese mundo, porque las crónicas, comentarios, artículos que han aparecido estos días en la prensa seria como El País, infoLibre, diario.es… me han dejado anonadado, ya que creía que ese mundo, ese virus, el de la telebasura pertenecía a otra galaxia, de la cual muchos estábamos vacunados y nos ocupábamos de otras cosas. Craso error el mío.

Una tal señora, Rocío Carrasco (habitual de la telebasura y revistas del corazón) al parecer había comparecido en el prostíbulo de Telecinco con una gran aportación a la cultura de este pueblo, que vive la mayor crisis económica desde la guerra incivil y que se acerca a los 100.000 muertos por culpa de una maldita pandemia que no somos capaces de controlar porque, entre otras cosas, hay que salvaguardar el sacrosanto negocio de las patentes farmacéuticas. En un momento en el cual nuestra política se encuentra cada vez más enfangada en un lodazal que peligrosamente se va acercando a estos programas basura.

Ese es el marco en el que aparecen las “explosivas” declaraciones de esta señora con Rocío, contar la verdad para seguir viva. Nuestra castiza y peculiar fórmula del #MeToo. Es la “dramatización de un problema muy presente en la sociedad, envuelto en televisión basura, omnipresente en Telecinco desde su fundación. Una cadena que minimiza los informativos y basa su cuenta de resultados en la exposición de la intimidad de vidas ajenas”, señala Jaime Olmo en estas mismas páginas de infoLibre, con las que no puedo estar más de acuerdo. No así, considero lamentable, la comparación con el caso de Nevenka Fernández, a cuya protagonista, jamás la hemos visto prostituirse en los platós de Telecinco vendiendo su drama. Fue protagonista hace 20 años del poder machista en la política del PP. Compareció en los medios, a su pesar, para desenmascarar a un depredador sexual y desapareció de nuestras vidas y de los focos para intentar rehacerse a sí misma del trauma vivido. Nada que ver con estos famosillos de la telebasura.

El documental que finalmente accedió a rodar, por consejo de su terapeuta, 20 años después, es su contribución a la permanente lucha que hay que seguir manteniendo en la denuncia contra las abominables prácticas machistas que no paramos de observar en la sociedad y en la actividad política.

Más lamentable, si cabe, han sido los pronunciamientos de personalidades de la política en torno a la dramatización del caso de la tal Rocío (Irene Montero, Adriana Lastra, Iñigo Errejón, entre otros) opinando sobre el evento. La ministra de Igualdad compareciendo en el programa estrella de la telebasura, Sálvame. Blanqueando la telebasura, blanqueando la “prostitución” televisiva que se practica en Telecinco desde que aparecieron en los hogares españoles con las “mama chicho”. Contribuyendo con ello a aumentar la cuenta de resultados de los proxenetas de la telebasura.

Veamos los números: 3, 7 millones de ciudadanos semiconfinados, al parecer, lloraron con esta tal Rocío (32% de audiencia), mientras Telecinco y los anuncios publicitarios hacían caja. Un negocio redondo, con una producción de bajo coste, mientras los programas que deberían añadir valor a la cultura del pueblo, languidecen por falta de audiencia, sobreviven gracias a nuestros impuestos y corren el riesgo de desaparecer porque nuestros políticos prefieren aparecer en Sálvame.

¿Qué no hay otra televisión? Está allí. Sólo es cuestión de un clic. Documentales de historia, Días de cine, Historia de nuestro cine, Atención Obras. Ópera en directo desde el Teatro Real de Madrid, los festivales de Jazz de Vitoria, de Donostia, de Getxo o los festivales de música clásica. Los amantes de la naturaleza disfrutamos de los documentales, bien de producción propia, o los de la BBC, australianos o canadienses. Porque los amantes de la historia y de la cultura nos embobamos con documentales difíciles de encontrar en otros formatos. Porque muchos consiguen “viajar” virtualmente a los lugares más emblemáticos del planeta, sin salir de casa. Y qué decir de los programas dedicados a la ciencia y tecnología, ¡lo que aprendemos! O el insuperable Página dos, dedicado a los libros. Y que decir del programa Imprescindibles, que rescata biografías de personajes claves de la vida cultural, política, intelectual, artística… de la España moderna. ¡Hasta el Telediario! La 2 Noticias de la noche, te traslada a otra atmósfera, tiene otro tono, transmite credibilidad y ese punto de sensatez y apacibilidad tan necesario en una sociedad ya de por si tensionada, agresiva… poco amable. Sí, por supuesto que hay otra tele, otra forma de ver televisión, pero ésta languidece con un 2,5% de cuota de pantalla.

Nos falta, eso sí, un programa decente de debate político. Sábado Noche, de la Sexta, nació con ese espíritu, pero hace tiempo que ha derivado en una especie de reality político con la presencia de un mafioso del periodismo como Eduardo Inda. De vez en cuando hago zapping para saber si ha cambiado. Soy un iluso. Soy un dinosaurio. Echo de menos La ClaveLa Clave (TVE-2), programa con gran audiencia que tuvo una contribución notable durante la transición. Un buen amigo mío suele recordarme que “es el signo de los tiempos”. ¿Será?

Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre

Mi capacidad de asombro no disminuye. Mi capacidad de asombro no es directamente proporcional a mi proceso de envejecimiento, como se supone debería ser a pesar de que siempre he intentado mantener aquello de “nada humano me es ajeno”.

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