José Felix Sánchez-Satrústegui Fernández

Ramón Tamames se prestó a ser el títere del guiñol de censura sin emoción presentado por Vox en una visión teátrica del Congreso. El anciano profesor, hace tiempo ya viudo de ideología, tuvo una actuación que por momentos pareció la versión demodé y sin gracia de una marioneta con pretensiones de Petete que devino en un Pinocho de nariz creciente. Lo importante no era el resultado, sino el espectáculo, montado para exaltación del ego del candidato —dicen que animado por Sánchez Dragó, ese ente instalado en una especie de batiburrillo ideológico dentro de la ultraderecha— y no sé exactamente para qué más. Su perorata balbuciente no pudo alcanzar la categoría de discurso. Juan José Millás, siempre brillante —signifique lo que signifique brillante—, la calificó de combate entre la caspa de Tamames y el champú de Yolanda Díaz. Ganó el champú, aunque cometió el error de recriminar al casposo la ausencia de las mujeres en su sermón. Es falso, sí lo hizo cuando citó nada más y nada menos que a Isabel la Católica, conocida embajadora del movimiento feminista medieval. En la actualidad, sin embargo, el papel histórico de la mujer ha sido sustituido por una insufrible «oleada feminista» según el charlador y su orfeón de insultadores.

El anciano profesor, hace tiempo ya viudo de ideología, tuvo una actuación que por momentos pareció la versión demodé y sin gracia de una marioneta con pretensiones de 'Petete' que devino en un 'Pinocho' de nariz creciente

Fue un discurso —o lo que fuera— sin propuestas, con bulos histéricos, mentiras históricas y datos económicos sin el rigor que se le supone a un excatedrático de la cosa. Ni siquiera pronunció la esperada referencia a la situación actual de España como "autocracia absorbente". Los gases anestésicos exhalados con aparente forma de voquibles, entre susurrados y escupidos, provocaron el sopor colectivo, incluido el propio candidato, que precisó de siesta con almohada y manta.

Unos dormitaban y otros reían mientras Feijóo, en repetido chiste, se hizo el sueco en la embajada de Suecia con su habitual sí-pero-no-no-pero-sí-yo-qué-sé. La abstención del PP le vino como anillo al dedo a Pedro Sánchez para hermanarlos con Vox. Cuca Gamarra arremetió contra el rojerío con su habitual verbo agrio, pero quiso mostrar respeto y afecto personal al candidato, con quien la formación encuentra elementos comunes en su relato. Pues eso, no podían cabrear en exceso a sus próximos y futuros aliados.

Feijóo calificó la moción de esperpento, pero el PP se mostró entre ausente —él mismo— y abstinente —los diputados presentes—. Un sindiós.

A todo esto, la izquierda se debate entre Sumar o dividir y la derecha se coloca de perfil para engordar en votos. Los pronósticos para las elecciones venideras varían de un medio a otro y de un rato a otro. Más sindioses.

En este sinvivir de emociones y mociones que se agolpan entre las pesadillas que alternan con mi insomnio, en ocasiones, veo encuestas.

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José Felix Sánchez-Satrústegui Fernández es socio de infoLibre

Ramón Tamames se prestó a ser el títere del guiñol de censura sin emoción presentado por Vox en una visión teátrica del Congreso. El anciano profesor, hace tiempo ya viudo de ideología, tuvo una actuación que por momentos pareció la versión demodé y sin gracia de una marioneta con pretensiones de Petete que devino en un Pinocho de nariz creciente. Lo importante no era el resultado, sino el espectáculo, montado para exaltación del ego del candidato —dicen que animado por Sánchez Dragó, ese ente instalado en una especie de batiburrillo ideológico dentro de la ultraderecha— y no sé exactamente para qué más. Su perorata balbuciente no pudo alcanzar la categoría de discurso. Juan José Millás, siempre brillante —signifique lo que signifique brillante—, la calificó de combate entre la caspa de Tamames y el champú de Yolanda Díaz. Ganó el champú, aunque cometió el error de recriminar al casposo la ausencia de las mujeres en su sermón. Es falso, sí lo hizo cuando citó nada más y nada menos que a Isabel la Católica, conocida embajadora del movimiento feminista medieval. En la actualidad, sin embargo, el papel histórico de la mujer ha sido sustituido por una insufrible «oleada feminista» según el charlador y su orfeón de insultadores.

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