El sonajero en 'Madres paralelas'

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Marcelo Noboa Fiallo

Hace algunos años, circuló la noticia, comentario o información a medias (nunca pude confirmarlo) acerca de que Pedro Almodóvar estaba trabajando sobre la posibilidad de rodar una película sobre el poeta y preso que más años sufrió en las cárceles franquistas, Marcos Ana. Conociendo la filmografía del manchego universal, la verdad es que no me encajaba la historia del poeta salmantino en su discurso fílmico. Lo cierto es que, con el tiempo, no se ha vuelto hablar de aquel proyecto, después de que, al parecer, el director de cine se había hecho con los derechos de la obra Decidme que es un árbol, autobiografía del poeta.

Almodóvar, desde entonces, nos ha ofrecido otras obras suyas entre las que, en estos días, se nos ofrece en las salas de cine, Madres paralelas.

Se ha destacado entre los críticos de cine, más allá de la valoración de la cinta, el aspecto político de la misma. “Es su obra más política”, se ha dicho. Elemento nada desdeñable porque todos sabemos que esa no ha sido nunca una de las referencias del cineasta manchego en su filmografía (otra cosa son sus declaraciones públicas). Conviene no olvidar que en medio de todo ello está el debate sobre la futura Ley de la Memoria que sustituirá a la inoperante y fallida Ley de la Memoria Histórica del gobierno de Zapatero.

Conocí a Marcos Ana en diciembre del 2007, con motivo de la presentación de su libro, Decidme cómo es un árbol, en el Colegio Fonseca de Salamanca. Libro en el que narra su estancia en las prisiones franquistas durante aquellos largos e interminables 23 años, “no narra la vida de un hombre, sino de una generación” que, a su vez, es “un canto a la lucha por la libertad y la vida” En él, descubrimos a un poeta conmovedor, distinto, a quien los años en la cárcel, no mermaron ni un ápice, su ideología comunista ni su inmensa talla humana. Ni un gramo de rencor hacia sus carceleros. “Mis poemas, no sé si son buenos o malos. Sólo sé que son necesarios”.

En Decidme que es un árbol, relata su salida de las cárceles franquistasDecidme que es un árbol, su encuentro con la libertad, sus mareos en el coche que no puede controlar, fruto de la pérdida del equilibrio en la celda, el incómodo y temeroso encuentro con la España fascista, la entrañable a la vez que inquietante experiencia amorosa por primera vez a los 41 años, con una prostituta que se niega a cobrarle. Configuran las primeras experiencias de éste irrepetible poeta salmantino que tiene que aprender a sobrevivir en la España tenebrosa. Estos son los mimbres que, al parecer, conmovieron a Pedro Almodóvar pero que, hasta la fecha, no ha sido capaz de trasladarlo a su mundo fílmico.

En Madres paralelas, nos volvemos a encontrar con ese universo único e irrepetible de la psicología femenina. Esos primeros planos que por sí solos configuran el discurso paralelo al que nos ha acostumbrado Almodóvar pero que, un cierto sentimiento de déjà-vu, termina por incomodarnos y a ratos aburrirnos. “Esta es una película que habla de maternidades distintas, o de formas distintas de abordar la maternidad” (Almodóvar). Los personajes, una vez más, pertenecen al mundo fílmico de Almodóvar. Nadie como él para transmitir silencios y personajes únicos, pero ya no me emocionan como sus primeras películas.

Por ello, ante el anuncio de que nos encontrábamos ante su “film más político” despertó mi curiosidad (y supongo que la de muchos otros). Una cierta sensación de decepción se instaló en mí, según transcurría los minutos. El drama configurado en torno a dos mujeres que sufren la traumática experiencia del cambio de sus bebés en el hospital, el día de su nacimiento, aderezado por entornos familiares propios del mundo fílmico del manchego, es el núcleo de la película. La referencia que sobrevuela en el film sobre a la excavación de una fosa común de víctimas del franquismo en la que se encuentra el abuelo de una de las protagonistas (admirable Penélope Cruz), en mi opinión, se incrusta en la película con fórceps (valga la metáfora con los partos de las protagonistas) y el “sonajero” que, a la mayoría del público, le habrá recordado, acompañado de alguna lágrima, aquellos días en los que los medios de comunicación nos mostraban una y otra vez el sonajero de aquella madre, Catalina Muñoz; llevara a su fusilamiento, a su ejecución por los verdugos de Franco. Eso fue todo.

Marcos Ana tendrá que esperar. Su vida nada tiene que ver con los personajes del mundo de Almodóvar. Nos quedan sus versos.

Decidme cómo es un árbol,

contadme el canto de un río

cuando se cubre de pájaros,

habladme del mar,

habladme del olor ancho del campo

de las estrellas, del aire.

Recitadme un horizonte sin cerradura

y sin llave como la choza de un pobre,

decidme cómo es el beso de una mujer,

dadme el nombre del amor

no lo recuerdo.

¿Aún las noches se perfuman de enamorados

tiemblos de pasión bajo la luna

o solo queda esta fosa,

la luz de una cerradura

y la canción de mi rosa?

22 años, ya olvidé

la dimensión de las cosas,

su olor, su aroma,

escribo a tientas el mar,

el campo, el bosque, digo bosque

y he perdido la geometría del árbol.

Hablo por hablar asuntos

que los años me olvidaron.

No puedo seguir:

escucho los pasos del funcionario.

                                              Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre

Hace algunos años, circuló la noticia, comentario o información a medias (nunca pude confirmarlo) acerca de que Pedro Almodóvar estaba trabajando sobre la posibilidad de rodar una película sobre el poeta y preso que más años sufrió en las cárceles franquistas, Marcos Ana. Conociendo la filmografía del manchego universal, la verdad es que no me encajaba la historia del poeta salmantino en su discurso fílmico. Lo cierto es que, con el tiempo, no se ha vuelto hablar de aquel proyecto, después de que, al parecer, el director de cine se había hecho con los derechos de la obra Decidme que es un árbol, autobiografía del poeta.

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