El troceo de votos de la “nueva política”

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Mario Martín Lucas

El espectro político español ha evolucionado de una situación de bipartidismo, protagonizada por PP y PSOE –con la peculiar excepción que supuso la UCD alrededor de la figura de Adolfo Suárez–, hasta derivar en un escenario con cuatro actores principales, con la aparición de Podemos y Ciudadanos.

En algún momento de este fenómeno, los dos nuevos partidos se sentían cómodos identificándose como representantes de nuevas formas y procesos, al menos aparentes, en lo que se denominó como la “nueva política”. Incluso, durante algún tiempo, se albergó la posibilidad de una unidad transversal de esos dos nuevos partidos, priorizando medidas regeneracionistas y por encima de los matices más liberales de unos o más socialdemócratas de otros. Pero aquel sueño se evaporó.

Mientras las contiendas electorales se circunscribían a la disputa entre las dos grandes opciones mayoritarias, el bajón electoral de alguna de esas dos formaciones daba muchas opciones a la otra a poco que mantuviera a un mínimo de sus votantes. Sin embargo, el peculiar sistema electoral utilizado en España, a través de la Ley d'Hondt, prima siempre en exceso a la opción más votada y a los territorios menos poblados, y ha supuesto que el troceo de votos haya tenido un efecto perverso en los resultados electorales.

En las elecciones de 2004 votaron 24,5 millones de ciudadanos, cifra muy similar a la que lo hizo el 20D; en aquellas elecciones el PSOE ganó los comicios con 11.026.163 votos, frente a los 9.635.491 obtenidos por el PP, y ello se tradujo en 164 escaños para los socialistas y 146 para los populares. El 20D Mariano Rajoy ganó las elecciones con 7.215.752 votos, obteniendo casi 2,5 millones de apoyos menos que cuando perdió ante Rodriguez Zapatero, y es curioso observar que la suma de los votos de PSOE y Podemos en 2015 (10.720.722) fue muy similar a la que supuso la victoria socialista en 2004, todo ello dejando al margen el apoyo recibido por IU, homogéneo en ambas contiendas

Es decir, el voto de izquierdas el 20D fue muy similar al que supuso la victoria socialista en 2004, sin que se plasmara en una mayoría de escaños. El mismo análisis se podría hacer para el caso PP y Ciudadanos, con la salvedad de que su sinergia, el 20D, si supuso un millón de votos más que los apoyos populares el 2004.

El reto de las nuevas formaciones era, si no eran capaces de aglutinar mayorías por sí mismas, condicionar las políticas de los viejos partidos o la entonación de una unión regeneracionista entre ellas, pero finalmente su rol parece limitado a ser una adición a las formaciones tradicionales. Existe además la curiosa peculiaridad de que, más allá de cómo sean ciertos dirigentes, los más de cinco millones de votantes de Podemos son calificados por parte de dirigentes de otras fuerzas como radicales. En este sentido, habría que recordar que el mejor resultado obtenido por la IU de Julio Anguita fue de dos millones de votos. Por tanto, casi tres millones de votos que han ido a parar a la formación morada han salido de otras opciones como la que representa el PSOE buscando otras posibilidades, sin que estas tengan que suponer la ruptura de nada.

Solo el efecto del troceo de los votos de la izquierda da oxígeno a Mariano Rajoy para seguir defendiendo su candidatura a la Presidencia del Gobierno, a pesar de contar con el menor apoyo popular que un ganador de las elecciones haya recibido nunca en la historia democrática de España desde la transición: tanto Felipe González en 1982, 1986, 1989 y 1993, como Aznar en 1996 y 2000, como Rodriguez Zapatero en 2004 y 2008, recibieron una cifra de votos superior a la que ahora pretende capitalizar Rajoy, con la única salvedad de Adolfo Suárez en 1979, cuando el total de votantes fue un tercio inferior al actual.

Efectivamente, el señor Rajoy recibió algo más de siete millones de votos, pero habría que recordar que nuestro sistema no es presidencialista, sino parlamentario, y que hay cerca de catorce millones de votos que votaron a las otras tres grandes opciones, en un no expreso al actual presidente en funciones.

Querido compatriota Rivera

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Cabria preguntarse qué sucedería si aparecieran otras formaciones capaces de trocear más el voto, tanto dentro de la izquierda como dentro de la derecha, y que el posible ganador de unas elecciones con varios partidos en el entorno de los dos millones de votos, exigiera, por el mero hecho de ser la minoría más votada, que los demás le facilitasen una "alfombra roja" sobre la que ejercer la acción de gobernar, sin más.

Si este es el escenario al que nos llevan las nuevas formaciones y la nueva política, es necesaria una profunda reflexión, tanto de los propios partidos, nuevos y viejos, como por parte de la ciudadania. ¿Cómo es posible que Rajoy vuelva a gobernar con un apoyo ciudadano inferior, en dos millones de votos, a los resultados de su derrota en 2004 frente a Rodriguez Zapatero, tras todo lo que ha sucedido en la legislatura 2011-2015? Sin duda, el troceo de votos y no aprovechar oportunidades como la que se presentó hace pocos meses en el Parlamento tienen mucho que ver en ello. _________________

Mario Martín Lucas es socio de infoLibre

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