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Una vez alejado el clamor

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Mario Diego

Diez años después de haber cedido el poder a su hermano Raúl, murió Fidel Castro. Mientras que en Cuba la población lo homenajeaba, en las cancillerías de las grandes potencias se preguntaban que secuaz podrían enviar para representarlas en el funeral. Funeral presenciado por dirigentes de América latina o de África pero en el que, entre otros, ni Obama ni Hollande estaban presentes. Una manera de confirmar que a pesar de su muerte, las potencias imperialistas no le perdonaron el haberse encarado a ellas durante tanto tiempo.

Por haber participado en el ataque contra un cuartel de Santiago, en 1953, Castro, con 26 años, fue detenido, juzgado y encarcelado. A su salida de prisión y después de haber pasado un tiempo en México, Castro vuelve a Cuba en 1956 con 82 compañeros entre los cuales se encontraban su hermano Raúl y Ernesto Che Guevara. La mayoría de entre ellos morirían a manos del ejército; la veintena de supervivientes lograron refugiarse en Sierra Maestra.

Desde el principio estos contaron con el apoyo de los campesinos para quienes la guerrilla era el instrumento que les permitiría acabar con la apropiación de las tierras por parte de las compañías Estadounidenses.

Como también contaron en las ciudades con el apoyo de una parte de la burguesía moderada que, como los campesinos, estaba harta del putrefacto régimen de Batista. La Habana era el burdel de América, con sus garitos, sus casinos y sus night-clubs. La futura caída del régimen de Batista tendría buena acogida entre la población cubana además de una repercusión mundial.

A principios de enero de 1959, pues, la revolución cubana derrocaba la dictadura de Fulgencio Batista, dictadura respaldada por Estados Unidos para quienes lo esencial era que las empresas estadounidenses controlaran la economía cubana, sus refinerías y su industria azucarera.

En abril de ese mismo año, Castro, a la búsqueda de relaciones cordiales con Washington, hace un viaje a Estados Unidos, pero los dirigentes estadounidenses se negaron a hablar con él. Un mes despues ponía en marcha una reforma agraria moderada, idéntica a la que Batista había promulgado en 1940. Esta reforma afectaba las tierras inutilizadas por sus propietarios, propietarios a los que Castro proponía indemnizarlos a plazos. Estados Unidos, en respuesta, exigió un importe de la indemnización más importante que el propuesto y además abonable sin demora. Castro se negó y acabó confiscando las tierras de las compañías estadounidenses.

Otro tanto pasó, en abril del 60 con las refinerías estadounidenses negándose a refinar petróleo ruso: Castro decidió confiscarlas. La respuesta del Senado estadounidense fue poner fin al acuerdo sobre la compra de azúcar que Estados Unidos tenía con Cuba. Castro nacionaliza una parte de los bienes estadounidenses en la isla y acelera la reforma agraria.

En octubre del mismo año, Estados Unidos instauró el embargo sobre sus exportaciones lo que condujo al gobierno cubano a añadir nuevas empresas a las ya confiscadas. Ha sido entonces cuando capitalistas, cuadros, mafiosos y sus séquitos emprendieron el camino hacia Miami.

Las nacionalizaciones fueron la respuesta pragmática de un gobierno determinado a defender la soberanía nacional cubana frente al intransigente imperialismo estadounidense. A principios del 61, los Estados Unidos rompieron las relaciones diplomáticas e intentaron imponerse por la fuerza organizando el fiasco estrepitoso de la Bahía de los Cochinos que, por otra parte, permitió al gobierno cubano medir el apoyo de la población con el que contaba. En el 62 comenzó el embargo generalizado con el objetivo de obligar al régimen castrista a arrodillarse privándolos de alimentos  y medicamentos.

El temor de que la revolución cubana sea un ejemplo para el resto de los países de  América latina, ha conducido a los Estados Unidos a responder con saña a esa revolución y acabó empujando a los dirigentes castristas a ponerse bajo la protección de la Unión Soviética.

Se piense lo que se piense a propósito del régimen castrista, que sin duda alguna, no era un ejemplo tratándose de libertades democráticas, Castro, también sin duda alguna, encarnaba la rebelión del pueblo cubano, pueblo que durante décadas ha conseguido liberarse de la dominación del muy poco democrático imperialismo estadounidense; pueblo que luchó para conquistar su dignidad sirviendo de ejemplo para todos los oprimidos en general y los de América latina en particular.

Todos aquellos para quienes las cenas de Estado con países tan democráticos como Arabia Saudí o el Estado de Catar, o aquellos que invitados permanentes en los fastuosos palacios del “demócrata” Mohamed VI, rey de Marruecos, aúllan en contra del régimen castrista, mejor harían echando una ojeada al ranking establecido por la ONU. Eso les permitiría constatar que Cuba, pequeño país subdesarrollado y dirigido por gánsteres hasta el 59, a pesar del embargo estadounidense y el cese de la ayuda soviética, se encuentra en el puesto 67 de los 188 países clasificados, en el 30 con relación a la educación y en el 33 tratándose de la esperanza de vida. _______________

Mario Diego es socio de infoLibre

Diez años después de haber cedido el poder a su hermano Raúl, murió Fidel Castro. Mientras que en Cuba la población lo homenajeaba, en las cancillerías de las grandes potencias se preguntaban que secuaz podrían enviar para representarlas en el funeral. Funeral presenciado por dirigentes de América latina o de África pero en el que, entre otros, ni Obama ni Hollande estaban presentes. Una manera de confirmar que a pesar de su muerte, las potencias imperialistas no le perdonaron el haberse encarado a ellas durante tanto tiempo.

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