'Día Cero', el zarpazo de Donald Trump a las series de intriga política

Fotograma de 'Dia Cero'.

Robert De Niro estrena su primera serie televisiva como protagonista. Le habíamos visto en algún papel, como en la argentina Nada, donde hacía de si mismo. Pero en esta ocasión la miniserie entera se pone al servicio de su interpretación. En este caso sobria, sin una mueca, y carismática como siempre. 

Se trata de una ficción política en Netflix en la que, en unos tiempos como los actuales pero diferentes, Estados Unidos sufre un ataque informático masivo durante un minuto que causa numerosos muertos y muestra la vulnerabilidad de absolutamente todo en nuestro modo de vida. 

Robert de Niro al rescate

De Niro interpreta a un querido ex presidente de la nación que es convocado por la actual líder de la Casa Blanca para liderar la investigación del incidente que tiene al país en vilo. Así que el político traslada su despacho a unas oficinas del FBI.

La serie tiene todos los avales posibles. De Niro no está solo en el reparto. Le acompañan un nutrido grupo de atractivos intérpretes. Un adelgazado Jesse Plemons, Angela Basset, Matthew Modine o Lizzy Caplan entre otros muchos nombres destacados.

De uno de los autores de ‘Narcos’

En la parte de la creación de la serie sobresale uno de los creadores de Narcos, Eric Newman, está vez asociado al ejecutivo de televisión y guionista Noah Oppenheim y al periodista Michael S. Schmidt. 

Este último aporta el conocimiento profundo del funcionamiento del estado. Ha sido corresponsal del The New York Times en Washington, especializado en seguridad nacional y agencias federales.

Escrita por un periodista experto en la política de Washington

Lleva entre sus galones haber destapado la existencia de un servidor privado de correo electrónico de Hillary Clinton y varias noticias sobre los esfuerzos de Trump de tumbar los resultados electorales de 2020, entre otras.

Schmidt ganó dos premios Pulitzer, además en el mismo año, en 2018. Pero nada le libró de las críticas por haber utilizado un problema menor de Hillary Clinton en plena campaña favoreciendo que ganase las elecciones Donald Trump, en su primer mandato. Su esposa es una periodista televisiva, especializada en política, que hace un pequeño cameo en esta serie haciendo de presentadora de noticias, como en la vida real. 

En la dirección se encuentra una primera figura como es Lesli Linka Glater, que ha dirigido episodios de Mad men y de Homeland, además de trabajar con David E. Kelley en Love & death y firmar otros episodios en decenas de series.

Correcta, entretenida, poco más

A pesar de la solvencia del equipo la serie se queda en correcta y entretenida, pero no llega a ser grande. Correcta por su factura. Da gusto verla. Buena fotografía, el reparto ya señalado y una producción de lujo que se agradece. Entretenida porque no se estanca en ningún momento y mantiene el interés y la intriga.

Es la parte política la que no termina de cuajar. Se evita mencionar a los partidos y a que extremo pertenecen los radicales o conspiradores a los que se alude. Se quiere hacer un producto que cada espectador o espectadora interprete como quiera.

Malos tiempos para la equidistancia

En una entrevista promocional de la plataforma junto a Robert de Niro, Newman afirma que “la verdad es bipartita” en referencia a que no está en posesión de ninguna de los dos partidos que se disputan la alternancia en su país. 

Demasiada ambigüedad para contar algo sustancial. Suena más a cobardía, equidistancia o mercadotecnia. Pero, además, la realidad le ha pasado por encima como una apisonadora.

Estados Unidos ya no es lo que era, no se puede contar igual

El mes largo de mandato de Donald Trump ha tumbado cualquier ilusión de seriedad o rigor en la administración. Ya veremos si es temporal o definitivamente, pero de momento ese alto nivel que se suponía al alto funcionariado parece haber caducado cuando Elon Musk despide a miles de servidores públicos blandiendo una motosierra. 

Cuando acaba de ser nombrado director del FBI Kash Patel, divulgador de las teorías más locas, como QAnon o que el asalto al Capitolio el seis de enero del 21 fue organizado por el FBI. 

Cuando acaba de ser nombrado su segundo, Dan Bongino, un famoso presentador de espacios de la derecha alternativa considerado uno de los mayores difusores del bulo que afirmaba que Trump había ganado las elecciones de 2020, entre otras cosas.

Cuando acaba de ser nombrado Pete Hegseth como secretario de defensa, ministro en nuestra terminología, un tipo que afirmó que la variante del coronavirus ómicron fue creada por los demócratas para ayudarles a ganar unas elecciones. O se lamenta de que la gente se preocupe por los efectos adversos del calentamiento global.

Se acabó la sutileza en los despachos

Con esta retórica macarra, con esta testosterona bravucona, con estas acciones que galopan hacia el autoritarismo, que las series nos hablen de un sistema que funciona, aun con sus claro oscuros, que nos hablen de fineza política, de personajes sofisticados que se mueven por los despachos parece una broma de mal gusto.

Y no ocurre esto solo con la serie de De Niro. También pasa con El agente nocturno, que recrea las andanzas de un joven agente del FBI o con El nuevo empleado, que hace lo propio con un abogado de la CIA. Las tres series se ofrecen en Netflix, que va a tener que replantear el tono con el que se abordan las intrigas en los servicios secretos o en la administración.

Ruptura del pacto entre los guiones y la audiencia

Esta veta de las series de entretenimiento suele jugar en varios planos. Primero, unos personajes atractivos y bien escritos y sus aventuras, pero de fondo un contexto que da por sentado una forma de funcionar de Estados Unidos en el mundo. 

Se establece un pacto en el que la audiencia la entiende y acepta como verosímil. El giro de timón de la Casa Blanca ha sido tan brusco, tan brutal, que de pronto todas esas convenciones han quedado obsoletas.

‘Cien años de soledad’, una monumental adaptación colombiana a la altura de un libro reverenciado

‘Cien años de soledad’, una monumental adaptación colombiana a la altura de un libro reverenciado

Probablemente ahora mismo hay muchos y muchas guionistas en Estados Unidos rompiendo folios ya escritos y reflexionando sobre las maneras de contar esta nueva realidad. 

Llegarán las series que conecten con estos nuevos e inquietantes tiempos

En 2016 la serie de abogados The good fight comenzó a rodarse justo cuando Trump ganaba las elecciones por sorpresa. Michelle y Robert King decidieron añadir textura a sus tramas profesionales con el estupor de la protagonista ante la presidencia del magnate inmobiliario. Su mirada alucinada hizo crecer a la serie en interés. 

Esperemos que se estén creando ficciones que aporten reflexiones al desasosiego del nuevo mundo propuesto en este segundo y brusco mandato de Trump. Ahora mismo pretender que haya unos códigos de normalidad en las instituciones de Estados Unidos se atraganta, parece cinismo.

Más sobre este tema
stats