François Ozon (París, 1967) tiene casi un ritmo de producción woodialleniano: desde que en 1998 llevase a la gran pantalla su primer largometraje, Sitcom, ha estrenado 16 películas, prácticamente una al año. El pasado mes de diciembre, el realizador –que ha sido premiado en algunos de los festivales más importantes de Europa- presentaba en España Frantz, cinta considerada por muchos críticos la mejor de su filmografía. Rodada en blanco y negro, Frantz narra la historia de un soldado francés que visita la tumba de otro combatiente alemán, caído en la I Guerra Mundial, donde coincide con la novia de este último. “Con Frantz se empezó a decir que François Ozon se había calmado, que había madurado y ya no hacía cosas malévolas. Pero la verdad es que no me he calmado para nada”, suelta con picardía Ozon, sentado en una terraza de un bar madrileño, en plena promoción de su última película, El amante doble.
En este filme, que llega a los cines el viernes 8, regresa el Ozon más erótico y sexual, el más gamberro y fantasioso, el Ozon al que le gusta hacer peligrosos malabares entre la realidad y ficción. El cineasta repite en este trabajo con la actriz Marine Vatch, que saltó a la fama con Joven y bonitaJoven y bonita (2013) y que comparte escena con otro actor conocido en su filmografía, el belga Jérémie Renier (Amantes criminales, Potiche). Regresa asimismo a una fórmula cinematográfica con la que parece sentirse especialmente cómodo: todos esos juegos metaficcionales que tan bien le salieron en En la casa -la película con la que ganó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián de 2012- y que en esta ocasión la crítica no ha recibido con el mismo entusiasmo.
Inspirada en el relato Vidas gemelas, escrito por la novelista estadounidense Joyce Carol Oates bajo el pseudónimo de Rosamond Smith, El amante doble cuenta la historia de Chloé, una joven con fuerte dolores de vientre que los médicos achacan a un problema psicológico. Chloé comienza a visitar a un psicoterapeuta, Paul, con el que inicia una relación sentimental. “Me documenté con varios psicoterapeutas y volví a ver al mismo con el que trabajé para Joven y bonita”, explica Ozon, “me confirmaron que puede ocurrir que te enamores de tu paciente”. Tras mudarse a vivir juntos, Chloé descubre que su pareja le ha ocultado parte de su identidad y su vida familiar: la existencia de un hermano gemelo (también psicoterapeuta) con el que se obsesiona por completo. La aparición de ese doble maquiavélico desata el lado más oscuro de esta película que el propio Ozon quiere catalogar como thriller erótico, thriller en un guiño a aquel género que vivió su esplendor en las décadas de los ochenta y noventa con títulos como Instinto básico, Vestida para matar o Eyes wide shut. “Tiene toques de terror, de comedia romántica incluso, pero esta película va más allá, ofrece más cosas que el thriller erótico”.
El trabajo más arduo recayó en el actor Jérémie Renier (Bruselas, 1981), que encarna tanto a Paul como a su gemelo Louis. Para adentrarse en el universo de estos personajes antagónicos echó mano de un preparador personal. “Es un trabajo ideal para un actor, pocos profesionales tienen la oportunidad de hacer un doble papel en una película”, valora Renier. El belga ha acompañado a Ozon en la promoción de la película en España y, sentado junto a él, explica que lo más difícil fue meterse en la piel de dos personajes que podían caer en la caricatura o el histrionismo: el primero, Paul, por aburrido; el segundo, Louis, por representar al gemelo oscuro y perverso. “Se trataba de idear el equilibrio perfecto entre los dos para que ninguno fuera demasiado de lo que es”. La diferencia entre ambos recae en los pequeños detalles: el tono de voz, la raya del pelo, la manera de besar o la agresividad de sus gestos.
Sexualidad sin etiquetas convencionales
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François Ozon –que parece estar conforme con esa etiqueta de enfant terrible enfant terribleque muchas veces le acompaña- ahondó mucho más en el personaje femenino de lo que hace la novela original. De hecho, el protagonismo y la densidad de carácter que Ozon otorga a las mujeres de sus películas es uno de los elementos que más destacan de su filmografía. “Esta película no es sexo por sexo. De hecho, la sexualidad de Chloé forma parte de su personaje, de lo que ella imagina. Su inconsciente sale a flote en estas escenas. En concreto, la del cinturón –Ozon se refiere a un momento en el que la protagonista utiliza un arnés en una relación sexual con Paul- desde luego que se podría decir que es transgresora. Me interesaba mostrar que la mujer puede tomar las riendas de una relación sexual, demostrar que domina. A las mujeres que ven la película les gusta esta escena, pero a los hombres no tanto. Nos queda muchísimo camino por andar”.
La suya no ha sido una cinematografía donde se muestren sexualidades convencionales. En Una nueva amiga abordó la transexualidad a través de un hombre; mientras que en Joven y bonita narró la historia de una adolescente que decide dedicarse a la prostitución de lujo. En El amante doble el abanico de fantasías sexuales se expande: del trío a la sumisión, pasando por esa inversión de roles tradicionales. “Muchas de mis fantasías están en mis películas”, confiesa el cineasta con tranquilidad. Cuando le preguntan acerca de la incomodidad de los hombres respecto a la escena del arnés, Ozon responde: “Estamos en una sociedad donde el patriarcado todavía tiene un fuerte peso. Está claro que va a molestar y que el típico machista no lo va a aceptar. El sexo es un juego en el que los papeles se pueden invertir si la pareja es libre. Si se molestan los machistas, es su problema”.
François Ozon (París, 1967) tiene casi un ritmo de producción woodialleniano: desde que en 1998 llevase a la gran pantalla su primer largometraje, Sitcom, ha estrenado 16 películas, prácticamente una al año. El pasado mes de diciembre, el realizador –que ha sido premiado en algunos de los festivales más importantes de Europa- presentaba en España Frantz, cinta considerada por muchos críticos la mejor de su filmografía. Rodada en blanco y negro, Frantz narra la historia de un soldado francés que visita la tumba de otro combatiente alemán, caído en la I Guerra Mundial, donde coincide con la novia de este último. “Con Frantz se empezó a decir que François Ozon se había calmado, que había madurado y ya no hacía cosas malévolas. Pero la verdad es que no me he calmado para nada”, suelta con picardía Ozon, sentado en una terraza de un bar madrileño, en plena promoción de su última película, El amante doble.