Tocaba los teclados en Alaska y los Pegamoides. Se elevó del underground al culto a golpe de Parálisis Permanente, el grupo que alcanzó la cumbre del after-punk español. Cantaba Unidos junto a Eduardo Benavente, pero su pareja pereció en el abismo de aquel accidente fatal el 14 de mayo de 1983.
Llovía a cántaros. Ana Curra conducía el automóvil en el que ambos se disponían a ir a Zaragoza para ofrecer un concierto. Todo saltó por los aires en un segundo. El trauma se instaló en su vida y durante décadas no tuvo fuerzas para proclamar que himnos como Adictos a la lujuria, Quiero ser santa o Autosuficiencia también le pertenecen.
Después de un año y medio transitando por España y México, llega el momento de poner el broche de oro a la gira El Acto en forma de dos actuaciones en Madrid: el viernes 13 de junio en El Sol y el sábado 14 en la sala Shoko.
Ya no tiene miedo de enfrentarse a sus fantasmas, tal vez porque su colaboración discográfica con Digital 21 la ha convencido de que aquella energía no ha cesado de renovarse en unos tiempos que requieren actitud guerrera.
“Hay razones para otra explosión punk”, dice Ana Curra a infoLibre sentada en el sofá de su céntrico domicilio madrileño. “Veo tantos motivos por los que rebelarse y reclamar nuestra dignidad en esta gran mentira que se ha creado alrededor de la democracia”, explica esta luchadora empedernida, siempre crítica con la excesiva mitificación de la Movida.
“Es indudable que se produjo una revolución cultural. La gente tenía ganas de zafarse del lastre franquista. Unos cogieron la brocha, otros la cámara fotográfica o de cine y luego estábamos los que nos aventuramos a subir a un escenario”, rememora esta profesora de piano en el Conservatorio de El Escorial, consciente de que la vorágine acabó siendo fagocitada por la manipulación política.
“Me siento muy bien por haber saldado una deuda que tenía conmigo misma porque tenía la sensación de que era la única que no había reivindicado un repertorio que, al fin y al cabo, es también mío”, aduce mientras le vienen a la mente algunas de las propuestas musicales que más le fascinan en la actualidad: PJ Harvey, Chrysta Bell, Anna Calvi y las londinenses Savages.
“Existe otra vez un underground. Eso es lo bueno de las crisis”, argumenta en pleno derrumbe del bipartidismo, con la vista puesta en un nuevo álbum, que cocina a fuego lento, “sin presiones”.
Tocaba los teclados en Alaska y los Pegamoides. Se elevó del underground al culto a golpe de Parálisis Permanente, el grupo que alcanzó la cumbre del after-punk español. Cantaba Unidos junto a Eduardo Benavente, pero su pareja pereció en el abismo de aquel accidente fatal el 14 de mayo de 1983.