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Los Beatles giran de nuevo

Tras unos segundos de oscuridad en una sala de cine repleta de periodistas, se hace la luz. Suenan un par de golpes de batería, unos que cualquier adulto del mundo occidental (al menos) reconocería. Paul McCartney y George Harrison se acercan al micro: “She loves you yeah, yeah, yeah / She loves you, yeah, yeah, yeah…”. La audiencia que acudirá a partir del jueves a ver The Beatles: Eight days a week ha escuchado mil veces estos versos, pero no así. Los cuatro de Liverpool lucen sus cortes a tazón en el ABC Cinema de Manchester, en 1963, pero las imágenes a color y la música remasterizada hacen que parezcan pisar de nuevo el escenario.

El documental de Ron Howard (Una mente maravillosa, Frost/Nixon) se presenta con el subtítulo “El grupo que ya conoces. La historia que desconoces”, pero su mayor baza no está en lo que desvela sobre los primeros años de la banda, sino sobre las imágenes y el sonido que los documentan. Es tal la nitidez con la que McCartney agita su cabeza al entonar el “Uuuuh”, o del sudor de Ringo Starr al castigar la batería, que parece que esas imágenes jamás se hubieran visto. La voz de Lennon ya no se ahoga entre el griterío de los seguidoras que han llegado a ser la marca de las grabaciones en vivo de aquellos años, los instrumentos ya no forman una masa indistinguible. Todo suena limpio, recién hecho.

No es casualidad que este sea el primero largo documental en obtener el beneplácito y la colaboración de Apple Corps, la empresa que gestiona los derechos de la banda, desde que esta se separó. Tanto sus responsables como los de las otras productoras, White Horse e Imagine, saben que tienen entre manos un caramelo para los beatlemaníacos. Un filme sobre los inicios del grupo, desde la incorporación de Ringo en 1962 hasta su última actuación convencional en directo en 1966, que ofrece temas como "Twist and shout" o "Hold your hand" e imágenes inéditas, sin adentrarse en sus ajetreadas vidas privadas ni en las fricciones y desencuentros de los últimos años. Y lo han convertido en un acontecimiento: la película se estrena a la vez en todo el mundo y solo podrá verse en las salas durante una semana, hasta el 22 de septiembre.

Además, tras ella se proyectará un metraje remasterizado de su concierto en el Shea Stadium de Nueva York en agosto de 1965. La compañía asegura que la cinta de media hora solo estará disponible en cines. Los que asistan al concierto desde sus butacas lo harán en muchas mejores condiciones que las 56.000 personas que lo hicieron en directo. Ringo Starr –que, junto a Paul McCartney ha participado activamente en el proyecto y cuyas declaraciones sirven para conducir el relato— recuerda, con sorna, que el único equipamiento que tuvieron entonces era la propia megafonía del estadio y unos amplificadores de 100 vatios que, aunque muy potentes para la época, apenas les permitían escucharse a sí mismos. El batería, sin las voces de sus compañeros, tenía que guiarse por el movimiento de los traseros de los guitarristas.

Al principio todo era sencillo, luego se fue complicando”, resume Starr. Y la historia que cuenta Howard, de entre el millón de relatos posibles a partir del fenómeno cultural que fueron los Beatles, es también sencilla: un cuarteto de chicos de clase obrera que, con su talento y ambición y el buen hacer de su mánager Brian Epstein, consigue alcanzar la fama. Pero, ay, esta les aleja de su potencial creativo, y rechazan el dinero –aseguran que lo que realmente les resultaba rentable no eran los discos, sino los conciertos— y el ritmo loco de la carretera para enclaustrarse en un estudio de grabación. La tesis que defiende Eight days a week es, por tanto, que la revolución musical de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band solo fue posible por el hartazgo de la banda de todo aquel griterío, aquellos shows y aquellos cuatro jóvenes trajeados en torno a los que giraba todo.

Howard toca, de pasada, otros aspectos de aquellos años frenéticos. Aunque los de Liverpool admiten haber estado encerrados en su burbuja mientras el mundo se resquebrajaba a su alrededor, desde la guerra de Vietnam al asesinato de Kennedy, la película señala un acto que entonces sonó transgresor: la banda se negó a tocar en Jacksonville, Alabama, y otras ciudades del sur de los Estados Unidos, si el público se separaba entre blancos y negros. No lo hicieron con grandes discursos, eso sí: "Nah, es estúpido", zanjó Lennon. Whoopi Goldberg, uno de los dispares personajes (y fans de la banda) a los que hace hablar el documental, recuerda cuando los descubrió en televisión: "Tuve la sensación de que podía ser amiga suya. ¡Y soy negra! No los veía como blancos. Eran los Beatles y no tenían color". 

Pero era su aislamiento del mundo exterior lo que interesó al director en un primer momento. "Están en ellos juntos, se tienen los unos a los otros, saben cuál es su objetivo, pero, ya sabes, hay un mundo peligroso ahí fuera", contó al diario The Guardian. "¿Adónde vamos?", lanzaba, como un grito de guerra, el líder carismático John Lennon. "¡A lo más alto, Johnny!". "¿Y adónde es eso?". "¡A lo más alto del pop!". Sería, en realidad, mucho más que eso. Aunque los periodistas les preguntaran una y otra vez qué pasaría cuando estallara la burbuja. Aunque Paul McCartney respondiera, a la pregunta de qué papel jugarían en la cultura occidental: "Esto no es cultura. Esto es pasar un buen rato".

Howard refleja el fenómeno social único que supuso la banda, que era capaz de formar colas de kilómetro y medio ante sus conciertos y cuyo éxito intrigaba a los padres de aquellas chicas que se desmayaban en los estadios, de aquellos chicos que entonaban sus canciones como si fueran himnos de fútbol. Sostiene, incluso, que supusieron el nacimiento de la cultura juvenil y que fueron los inventores de los conciertos de masas cuando las autoridades pedían a su mánager que, por favor, tocaran en aforos amplios para no tener que enfrentarse a miles de jóvenes descontentos. 

La revolución musical que promovieron, llevando las vanguardias al mainstream mainstreamen Revolver (con "Tomorrow never knows"), Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band o The white album, es apenas esbozada. Se queda tras las puertas del estudio, ese espacio que ya no abandonarían más que para tocar en la azotea de Apple Corps en 1969. El filme se cierra con unas declaraciones incluidas en un vinilo de 1963. Suena la voz de McCartney: "Mucha gente nos pregunta qué preferimos, si tocar en vivo o el estudio". Adivinen qué respondió. 

Tras unos segundos de oscuridad en una sala de cine repleta de periodistas, se hace la luz. Suenan un par de golpes de batería, unos que cualquier adulto del mundo occidental (al menos) reconocería. Paul McCartney y George Harrison se acercan al micro: “She loves you yeah, yeah, yeah / She loves you, yeah, yeah, yeah…”. La audiencia que acudirá a partir del jueves a ver The Beatles: Eight days a week ha escuchado mil veces estos versos, pero no así. Los cuatro de Liverpool lucen sus cortes a tazón en el ABC Cinema de Manchester, en 1963, pero las imágenes a color y la música remasterizada hacen que parezcan pisar de nuevo el escenario.

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