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Cartas de amor y amistad a “Miguelillo” Hernández

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"Mi querido Miguel: (...) Tu carta me ha gustado mucho recibirla, me ha dado una fresca envidia verte dormir en la era, comer pan con tomate y mirar ese eclipse de luna en la tibia madrugada de verano. (...) Tú volverás en septiembre y a su final yo también y en seguida nos reuniremos para charlar muchísimo, y reírnos anchamente. Reírnos o llorar, que todo es uno y lo mismo. Haremos proyectos, leeremos, viviremos... Me las prometo muy felices este invierno, nos hemos de reunir mucho y hacer grandes cosas".

Asomarse a la correspondencia ajena es siempre un acto de voyeurismo. Hacerlo a las 26 cartas escritas por Vicente Aleixandre a Miguel Hernández entre 1936 y 1938 (inéditas hasta ahora y publicadas por Espasa) lo es aún más. Jesucristo Riquelme, editor de De nobel a novel. Epistolario inédito de Vicente Aleixandre a Miguel Hernández y Josefina manresa, bautiza el epígrafe referido a ellas como "Secretos por confesar". "Las cartas desenmascaran muchas cosas: detalles, matices. Podemos conocer, y no es amarillismo, que Aleixandre era bisexual. Eso enriquece la interpretación de su obra, no la hace trivial. Nos acercamos al sentido de Espadas como labios, La destrucción o el amor...", explica Riquelme, catedrático y experto en el poeta alicantino. 

El futuro Nobel, autor reconocido ya entonces, es abordado epistolarmente por Hernández en 1936. Recordaba la nota el propio Aleixandre: "... He visto su libro La destrucción o el amor, que acaba de aparecer... No me es posible adquirirlo... Yo le quedaría muy agradecido si pudiera Vd. proporcionarme un ejemplar... Voy a vivir ahora en madrid, donde estoy...'. Y firmaba así, exactamente: Miguel Hernández, pastor de Orihuela. Desde esos días empezó a venir frecuentemente por casa". El joven poeta entraba así en el círculo de Velintonia, el nombre dado a la casa de Aleixandre (por la calle madrileña en la que se encontraba), frecuentada por Neruda, Cernuda, Lorca. 

"Aleixandre tiene un flechazo sentimental. Queda prendado. Hernández tiene una memoria prodigiosa, recita… Aún no ha publicado nada, pero ve en él futuro", explica Riquelme. El "flechazo" atraviesa los primeros folios, escritos en julio, pocos meses después de encontrarse: "Mi querido Miguel: me acuerdo mucho de ti, de nuestras buenas tardes y de esa como reverberación de la tierra que metes contigo en las habitaciones". Pero se diluye en el tiempo, en los meses de amistad, apunta Riquelme: "Luego se le ve ilusionado. Pero de amistad, porque ya ha visto que no tiene nada que hacer en un sentido sensual". Una amistad que duraría toda la vida. Y más allá, como atestiguan las 283 cartas enviadas a su Josefina Manresa, esposa (y viuda) del poeta, entre 1940 y 1984. 

El hallazgo

Fue Manresa quien tenía "sigilisamente custodiada" gran parte de las cartas que conforman el libro, completado con textos de las familias de los poetas, ilustrado con numerosas fotos e iluminado con más de 2.000 notas al pie. Hace una década, Lucía Izquierdo, nuera de Hernández y custodia del legado familiar del poeta, le confesó a Riquelme que tenía "al menos 200 cartas". Habían permanecido años bajo tierra (por miedo a que el franquismo las descubriera y destruyera), habían pasado por baúles y cajones y aguardaban a ser catalogadas. La otra parte se incorporó cuando parte del archivo hernandiano pasó en 2013 a manos de la Diputación de Jaén y el Instituto de Estudios Giennenses.

Así, más de 5.600 registros (manuscritos, poemas...) pasaron, previo pago de tres millones de euros, a la tierra de Josefina Manresa. Allí produjo Hernández gran parte de su obra durante su participación en el Altavoz del Frente, dedicado a la propaganda del Gobierno republicano. Allí dirigió Aleixandre parte de las misivas recuperadas. "Es horrible estar malo en las presentes horas. Se queda uno, ahí, a un lado de la corriente, en la orilla (...). Pero no se pierde la conciencia (...). No, no es uno un tronco inerme", escribía sobre su enfermedad, que le tuvo convaleciente gran parte de la Guerra Civil. Desde entonces, las cartas estuvieron a buen recaudo, aunque sin catalogar. "Ordenarlas fue un trabajo detectivesco", confiesa el investigador. 

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El encarcelamiento del poeta alicantino se siente en el libro. De la prosa alegre de Aleixandre cuando habla a su amigo, siempre optimista ("cuando yo esté bueno, la guerra acabada y tu hijo en el mundo, habrá tiempo de todo"), se pasa a la corrección al dirigirse a Josefina Manresa. Con ella, la educación del "usted" se transforma en la amistas del "tú" durante cuatro décadas de correspondencia y trabajo. Giros postales de 125 pesetas, preguntas sobre la salud de la familia, tristezas por la muerte del amigo, saludos a Manolín ("Mirando al hijo pienso en el padre") y, más tarde, detalles sobre ediciones, esfuerzos constantes por hacer valer la obra del joven.  

"En las cartas se ve la bonhomía de Aleixandre, su generosidad. Es el encumbrador de Miguel Hernández, es él el que lo saca del olvido y hace que se recupere su obra, y el que crea la marca poética", opina Riquelme. Una marca poética que se recuperará en la velada Miguel Hernández vuelve a Velintonia, organizada por la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre el próximo viernes 19, a las nueve de la noche, en el antiguo chalet de Velintonia, 3, hoy calle Vicente Aleixandre, 3. José Sacristán, Alejandro Sanz, y Luis Eduardo Aute, entre otros, protagonizarán un acto que ya ha alcanzado el aforo completo y tiene a 200 personas en lista de espera. 

"Me acuerdo del padre y del hijo y de ti con ellos. Para mí, los tres en uno (...). Ya sabes cuánto os quiero, desde hace tantísimos años, y aquí te envío, con el recuerdo de Conchita, mi abrazo del corazón", escribe Aleixandre con motivo de la muerte de Manolín, el hijo del poeta. Es la última carta que se conserva, fechada el 14 de junio de 1984. Pero parece entroncar con  una escrita en 1936, enviada a Orihuela, antes de que existiera el frente y la enfermedad: "Miguelillo, me alegra mucho ver nuestra mistad tan honda. Qué fuerte me hace ella también. Mientras vivamos seremos amigos. Te abrazo mucho y siempre igual, hasta siempre. Vicente".

"Mi querido Miguel: (...) Tu carta me ha gustado mucho recibirla, me ha dado una fresca envidia verte dormir en la era, comer pan con tomate y mirar ese eclipse de luna en la tibia madrugada de verano. (...) Tú volverás en septiembre y a su final yo también y en seguida nos reuniremos para charlar muchísimo, y reírnos anchamente. Reírnos o llorar, que todo es uno y lo mismo. Haremos proyectos, leeremos, viviremos... Me las prometo muy felices este invierno, nos hemos de reunir mucho y hacer grandes cosas".

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