El cine español de 2019: entre la guerra y la gloria

Karra Elejalde, como Unamuno, en 'Mientras dure la guerra'.

Las cosas no iban bien para el cine español, al menos en términos de taquilla. En agosto, que marca el final de la primera parte de la temporada, el sector había alcanzado los 65 millones de euros y los 10,9 millones de espectadores, un 20% menos de lo recaudado el año anterior en ese mismo periodo, que podría haber llegado a una diferencia del 30% si no hubiera sido por Padre no hay más que uno, película de Santiago Segura, que tiró de la taquilla en agosto y se ha convertido en la película española más taquillera del año. Pero quedaba todavía por llegar Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar, que desde su estreno en septiembre ha sumado casi 11 millones de euros. Con todo, el sector apenas pasa de los 90 millones de euros en taquilla, que quedan aún lejos de los 103 millones de euros del pasado año. Parece muy poco probable que en 10 días se alcancen los 10 millones que quedan, lo que rompería la racha de cinco años consecutivos superando el centenar. 

¿Entonces? ¿No es un mal año para el cine español? Depende. Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar, se ha situado como quinta película más taquillera del año, con 5,7 millones de euros, pero, sobre todo, ha puesto al cine español en los premios y medios internacionales. Es la mejor película del año para Manohla Dargis, crítica del New York Times, aunque no entre en el top ten del otro crítico estrella del periódico, A. O. Scott. La revista Time la ha elegido también como mejor filme de 2019, por delante de Scorsese, Tarantino, Historia de un matrimonio de Noah Baumbach, las Mujercitas de Greta Gerwig y Parásitos, de Bong JoonParásitos Ho. Este es el principal competidor del manchego de cara, no ya a las nominaciones al Oscar, que se anuncian el 13 de enero, donde parece tener asegurada una plaza, sino de cara a la ceremonia, del 9 de febrero. Tendrán ocasión de medirse el 5 de enero en los Globos de Oro, donde ambos compiten como mejor película extranjera. Si hay que fiarse de las nominaciones, sin embargo, Almodóvar tiene las de perder: a diferencia del español, Bong Joon Ho es candidato también a mejor dirección. 

Pero Dolor y gloria no podría suponer solo el regreso de España a la competición por el Oscar a mejor película de habla no inglesa, a donde nadie ha regresado desde que lo hiciera Alejandro Amenábar con Mar adentro en 2004. La película ha significado también el regreso del mejor Almodóvar, que, más allá de filias y fobias personales, es ampliamente reconocido como uno de los cineastas clave en la historia de este arte en nuestro país. Julieta (2016) fue bien recibida por la crítica, aunque no con el entusiasmo de Dolor y gloria, pero su promoción y su recepción estuvieron empañadas por la aparición del cineasta en los Papeles de Panamá. Los amantes pasajeros (2013), un intento de regresar a sus comedias irreverentes de los ochenta y noventa, se estrelló estrepitosamente. Para encontrar un aplauso así de unánime, habría que retroceder a La piel que habito (2011), que sin embargo no llegó a los Globos de Oro ni a los Oscar.

El cine español y la Guerra Civil

Ya se conoce el tópico: el cine español solo sabe hablar de la Guerra Civil. Una idea difícil de sostener: en la última década, en realidad, solo el 1% de los filmes de ficción españoles ha tratado el tema. Pero la casualidad quiere que en 2019 hayan coincidido dos películas notables sobre este momento histórico. De un lado, Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar, autor de Mar adentro o Los otros, sobre el viaje ideológico de Miguel de Unamuno al final de su vida, durante el inicio de la contienda. Del otro, La trinchera infinita, de Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga, autores de Handia, que arrasó en los Goya de 2018, la historia de un topotopo, un republicano que se esconde tras un falso muro de su casa durante décadas para evitar la represión franquista. La primera ha llamado hasta la fecha a 1,9 millones de espectadores; la segunda, a 198.000, con 1,1 millones de euros de taquilla.

Pese a su diferencia de fuerzas, la coincidencia ha abierto un interesante debate sobre la representación de la guerra. Y la Academia de Cine les ha puesto casi en igualdad de condiciones de cara a la gala de los Goya del 25 de enero: Mientras dure la guerra es la película más nominada, con 17 candidaturas, mientras La trinchera infinita compite en 15 categorías. Ambas compiten mano a mano en áreas como mejor película, direcció, guion, música original o actor protagonista; La trinchera infinita gana por la mano en actriz protagonista, donde Belén Cuesta juega buenas cartas, pero Mientras dura en la guerra adelanta en la interpretación de reparto y juega con ventaja en los premios técnicos. Más allá del resultado —y teniendo en cuenta, además, que Dolor y gloria puede zanjar la discusión—, el interés del enfrentamiento es, sobre todo, narrativo. 

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Ambas películas presentan unos guiones que hunden sus cimientos en la investigación histórica, que tratan de muy distinta forma. Mientras dure la guerra se acerca a la biografía de Unamuno, mientras recorre el ascenso de Franco, dos nombres propios de peso, y se decide a representan uno de los sucesos históricos más discutidos de la Guerra Civil, la intervención del pensador en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, del que ha quedado la frase "Venceréis, pero no convenceréis". ¿El problema? No se conservan grabaciones del acto, ni Unamuno dejó escrito discurso alguno, por lo que s¡hay que confiar en las crónicas de la época, sometidas a la censura militar, y en unas brevísimas notas de Unamuno. Del otro lado, La trinchera infinita inventa un topo y una familia de ficción, en un pueblo indeterminado de Andalucía, siguiendo las memorias de topos reales, como Manuel Cortés, el último alcalde republicano de Mijas (Málaga), el documental 30 años de oscuridado la investigación periodística de Jesús Torbado y Manuel Leguineche en Los topos

Algunos olvidados

La representación de las mujeres en las nominaciones de los Goya sirve, según la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA), como "espejo de la discriminación" machista en el cine. Si en la pasada edición las mujeres eran mayoría en las categorías de dirección novel y había paridad en una de las categorías de guion, en esta ocasión se da un paso atrás un son clara minoría, o están ausentes. Se encandenan ya dos años sin creadoras nominadas a mejor dirección. Pero el anuncio de las candidaturas no traigo consigo solo quejas por la representación de género, sino también los habituales agravios. Mientras se celebraba la inclusión de O que arde, de Oliver Laxe,en la categoría de mejor película, muchos protestaban por la inclusión de Intemperie, que se ha quedado por detrás en las críticas, y por la ausencia de La hija de un ladrón, de Belén Funes, que sí compite en otras categorías, como la de dirección novel. Igualmente, sorprendió la ausencia completa de Els dies que vindran, de Carlos Marques-Marcet, una película innovadora sobre el parto y la maternidad/paternidad. 

Las cosas no iban bien para el cine español, al menos en términos de taquilla. En agosto, que marca el final de la primera parte de la temporada, el sector había alcanzado los 65 millones de euros y los 10,9 millones de espectadores, un 20% menos de lo recaudado el año anterior en ese mismo periodo, que podría haber llegado a una diferencia del 30% si no hubiera sido por Padre no hay más que uno, película de Santiago Segura, que tiró de la taquilla en agosto y se ha convertido en la película española más taquillera del año. Pero quedaba todavía por llegar Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar, que desde su estreno en septiembre ha sumado casi 11 millones de euros. Con todo, el sector apenas pasa de los 90 millones de euros en taquilla, que quedan aún lejos de los 103 millones de euros del pasado año. Parece muy poco probable que en 10 días se alcancen los 10 millones que quedan, lo que rompería la racha de cinco años consecutivos superando el centenar. 

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