"¿Y si te tocara nacer en un país de África en guerra?", Benito Zambrano filma 'El salto' de la valla de Melilla

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Ibrahim llegó a España desde Mali en un viaje interminable y ahora sus raíces están en Madrid, donde vive con Mariama y trabaja como albañil. Ambos forman una pareja esperanzada ante una nueva vida que, aún con sus penurias, está repleta de posibilidades en sus lugares de origen inimaginables. Todo se trunca, sin embargo, cuando él es detenido en una redada policial aleatoria y es inevitablemente devuelto a África en un vuelo lleno de desconsuelo junto a otros muchos subsaharianos.

A partir de ese momento, su único objetivo será regresar a España para reunirse con Mariama y su hija a punto de nacer. Tras conseguir atravesar de nuevo África, se instala con algunos compañeros en el Monte Gurugú, un campamento de inmigrantes que separa África de Europa. Un no lugar donde conoce a Aminata, una chica empeñada en saltar la valla y llegar a España. Un anhelo cercano pero a la vez lejano, solo al alcance de unos pocos capaces de trepar a las alturas, soportar los golpes y poner el pie en suelo español. En el sueño europeo.

"¿Qué harías tú si nacieras en una aldea pobre de África o en un barrio pobre de una ciudad de África? Sin futuro, sin perspectivas, con gobiernos corruptos", plantea el cineasta Benito Zambrano (Lebrija, 1965) que este viernes estrena en cines su nueva película, El salto, en el que narra, precisamente, la tragedia constante de unos seres humanos a los que se les niega esa condición humana por no tener los papeles en regla. 

"¿Qué harías tú si fueras una mujer que te pueden casar con alguien que no quieras? ¿Y si te tocara nacer en un país de África en guerra fratricida o genocida -como ocurre actualmente precisamente en Mali o Sudán- y tuvieras que huir por la falta de recursos? ¿Qué harías si vieras que tus hijos se mueren de hambre? Posiblemente serías uno de esos negros que saltan la valla o serías una de esas negras que vendrías en una patera. ¿Qué harías si te tocara nacer en esa parte del mundo?", prosigue en una conversación con infoLibre en la que califica esta situación como "uno de los dramas más dolorosos y trágicos" del mundo, "quitando las malditas guerras de Palestina o Ucrania". "Es un dolor constante tener a esa cantidad de gente muriendo en el Mediterráneo", apostilla.

Con toda la crudeza, intenta Zambrano que el espectador sienta la angustia y la desesperación de tantas personas que pueblan nuestras ciudades pero a las que nunca (o casi nunca) atendemos. "Si ya hoy en día la clase trabajadora vive en general en una situación precaria, imagínate lo difícil que es para un africano, al que le van a tocar los peores de los peores puestos de trabajo", remarca, lamentando que "todos ellos terminan trabajando en situación de precariedad y casi de semiesclavitud en algunas zonas".

El salto retrata también la maldad extrema de los mafiosos que comercian con la desesperación de quienes quieren cruzar el estrecho a bordo de embarcaciones destartaladas sin seguridad alguna y, en el lado opuesto, la de todo ese tejido asociativo que hace lo que buenamente puede por ofrecer dignidad, cobijo, cariño y respeto a los que se conforman con lo más mínimo porque no tienen nada. "Afortunadamente, siempre hay gente buena, y en los últimos años ha crecido mucho el número de ONGs, colectivos, asociaciones de gente que ayuda de verdad con muchísimo cariño a toda esta gente. Es importante esta labor porque es el único apoyo que tienen las personas migrantes con traductores, centros de acogida... Y a pesar de eso hay gente que critica que se esté ayudando a otros seres humanos. El hombre blanco cristiano europeo que se ha enriquecido gracias a la esclavitud y la explotación, encima ahora se queja de que se ayude a esa gente", plantea.

De esta manera, el director andaluz vuelve con esta película a ponerse detrás de la cámara con una nueva historia que denuncia la situación que viven los migrantes subsaharianos, no solo en su periplo por la oportunidad de traspasar las puertas hacia Europa, sino también en su lucha por conseguir una vida digna, una vez han conseguido entrar. Y es que, según denuncia, ya solo con el primer viaje desde su casa hasta el norte de África es un "enorme drama por la cantidad de gente que desaparece y muere en el camino". Después, cuando llegan a España sin papeles sufren la segunda parte del viaje, la de "una vida precaria en un país donde no conocen el idioma" mientras aspiran a tener un "trabajo digno" que les permita al menos tener "una habitacioncita" como humilde hogar.

"Es que la gente rica viaja por placer o por formación, pero la gente pobre siempre viaja por necesidad", continúa Zambrano mientras recuerda el pasado de emigración español hacia otros países europeos en los cincuenta y sesenta del siglo pasado y lanza otra pregunta más: "¿Le hemos pedido perdón a África? Porque los países europeos se apropiaron de todo el continente y se lo repartieron para quedarse con sus recuerdos. Nos olvidamos de que los recursos más importantes de África no están en manos de los africanos, pues hay montones de empresas internacionales aprovechándose de todo eso".

Remarca, asimismo, que "la mayoría de la población extranjera que llega y luego se queda de manera irregular en nuestro país viene en avión desde China, Rumanía, Ecuador y otros muchos países. "Los que llegan en patera o entran saltando la valla son los menos, pero son los más impactantes y por eso se dice eso de que hay una especie de invasión de los negros africanos saltando la valla, de manera violenta, o que vienen en patera como si estuvieran aquí desembarcando los bárbaros", denuncia, lamentando en este punto que en todo este asunto haya un "nivel de desinformación importante". "A la población africana se la criminaliza porque vienen con esa cosa violenta de saltar una valla y enfrentarse a la policía, por lo que parece que vienen a invadirnos", apostilla.

El punto culminante de la película es, efectivamente, el salto a la valla de Melilla. Una acción desesperada y que los subsaharianos acometen con la certeza de que solo unos pocos conseguirán llegar al otro lado. Sin embargo, a pesar de las incertidumbres y los peligros, no tienen más remedio que intentarlo, pues es la única opción que tienen de una vida decente. Todo eso es lo que trasmite la escena cumbre de El salto, rodada en las afueras de Madrid con una réplica exacta de la valla original, construida para la ocasión, de hecho, por la misma empresa.

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"Construimos hasta donde pudimos económicamente, treinta metros de valla, una réplica exacta hecha por los mismos constructores de la de Melilla", detalla Zambrano, recordando lo "extenuante" del rodaje porque los actores tenían que estar "muy bien físicamente" para subir una y otra vez con sus propias fuerzas. "Los actores terminaron destrozados, porque era muy duro subir la valla tantas veces, con todos los golpes", agrega, satisfecho con el resultado una vez logrado el objetivo de que el espectador se implique absolutamente y se meta dentro de la pantalla "para que sienta la angustia de estar ahí en ese momento".

Moussa Sylla, Edith Martínez-Val, Nansi Nsue, Mariola Fuentes, Paz Sayago, Vicenta Ndongo, Vicky Peña, Norberto Trujillo y Eric Nantchouang, son algunos de los protagonistas de este film que se rodó entre la ciudad de Madrid, sus alrededores y Tenerife, sobre un guion de Flora González Villanueva. Entre todos ponen en pie este thriller social que nos pone ante la dura odisea de los migrantes que hacen miles de kilómetros en busca de un porvenir que les es negado por su lugar de nacimiento. "Ya es lacerante salir de tu país y emprender viaje a Europa, algo que hacen porque ya vienen de una vida cruel y maldita, pues de lo contrario no abandonarían su pueblo ni a su gente. Antes de cruzar la valla o montarte en una patera ya has dejado atrás un viaje terrible y durísimo", apunta Zambrano.

Y todavía prosigue para rematar: "Europa necesita en los próximos años más de cincuenta o sesenta millones de extranjeros porque estamos paralizados en natalidad. La población española crece gracias a la población extranjera. Mientras tanto, estamos haciendo que sufra muchísima gente que lo pasa mal cuando en el fondo, ¿quién está arreglando las calles de tu ciudad o cuidando a tus mayores? ¿Quién está en la mayoría de los trabajos de la construcción o la limpieza? Los españoles y los europeos no. ¿Cuál es la explicación de ese discurso xenófobo o racista contra el extranjero, contra el migrante? ¿Es porque son pobres? ¿Es porque son negros? ¿Es porque son musulmanes? Es la hipocresía, el absurdo, la sinrazón".

Ibrahim llegó a España desde Mali en un viaje interminable y ahora sus raíces están en Madrid, donde vive con Mariama y trabaja como albañil. Ambos forman una pareja esperanzada ante una nueva vida que, aún con sus penurias, está repleta de posibilidades en sus lugares de origen inimaginables. Todo se trunca, sin embargo, cuando él es detenido en una redada policial aleatoria y es inevitablemente devuelto a África en un vuelo lleno de desconsuelo junto a otros muchos subsaharianos.

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