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La madurez de los Goya: una gala por Saura, por quienes nos cuidan, por todas las mujeres

Patricia Godino

Sevilla —

Hace 20 años, en aquella gala de los Goya en la que el mundo del cine aprovechó para clamar contra la guerra de Iraq que el Gobierno de Aznar, con su mayoría absoluta, estaba bendiciendo, la filmografía de Antonio de la Torre andaba todavía encallada en papeles muy, muy secundarios en los títulos que entonces llegaban a la cartelera. Hombre en terapia en Te doy mis ojos o chico coro en Días de fútbol son algunos de sus papeles por entonces. Poco más registra Wikipedia de aquel 2003 en la carrera del intérprete.

Hoy, de la Torre, periodista en Canal Sur durante un largo tiempo y, por tanto, conocedor de cómo hay que contar lo que ocurre en la calle, es el actor con más nominaciones en la historia de estos premios –materializados en dos galardones– y pasa por ser una de esas voces indiscutibles del cine español al que se le entiende todo clarito, clarito. Dentro y fuera de la pantalla (y si no que se lo pregunten a Ayuso) como intérprete, como ciudadano y como presentador de la ceremonia de los Goya, rol en el que se ha estrenado este sábado en Sevilla, su ciudad adoptiva.

“El 92% de los actores hacen lo que pueden porque sólo el 8% vive de esto. La precariedad existe, en el audiovisual y en otras profesiones donde no se pueden perseguir los sueños. La gala debería ser de ellos y la responsabilidad nuestra”, expuso cuando se rebasaba el ecuador de la gala el protagonista de Caníbal.

Aplauso del público en la sala. Golpe de realidad para aquellos que erróneamente sólo asocian el cine con el brilli brilli, la alfombra roja y el taconazo.

Dicen que la madurez se adquiere cuando se es capaz de defender las ideas con serenidad y consistencia, con sobriedad y acierto, formas que están lejos del ímpetu nervioso propio de la juventud, tachada con frecuencia, y sin más, de agitadora. Hace 20 años, los Premios de la Academia sólo tenían 17 ediciones a sus espaldas y el No a la guerra pesó demasiado en el imaginario colectivo: a unos les ayudó a no callarse –Jordi Évole- y a otros –la derecha- les reforzó los prejuicios.

Ésta que se ha celebrado en Sevilla –por segunda vez de manera exitosa, ¡enhorabuena!– ha sido la gala número 37… y a los 37 años uno puede seguir fiel a sus reivindicaciones pero sabe decir las cosas de otro modo, sobre todo en público.

La Academia somos los del cine, cada uno con sus ideas, sus creencias y sus preferencias en todos los terrenos”, puntualizó en su discurso el presidente Fernando Méndez-Leite.

Hoy como ayer, al cine español le importa lo que a usted y a mí nos preocupa: que la sanidad pública sea cuidada “tal como el personal público nos cuida a nosotros”, en palabras de Eulalia Román, viuda de Carlos Saura, que conmovió a todos al recoger el Goya de Honor póstumo al maestro fallecido 24 horas antes de este homenaje. Aunque a la luz del tuit de la cuenta oficial de la Comunidad de Madrid, la reflexión de la familia de Saura no ha sido interpretada por todos igual, a pocas horas de que se celebre una manifestación en Madrid a favor de la sanidad pública.

Al cine español, decimos, le atañe y cuenta en su cine aquello a lo que aspiramos, como que “la igualdad sea un trabajo entre todos”, según reclamó Susi Sánchez al recoger su Goya como Mejor Actriz de Reparto por Cinco Lobitos

Le preocupa que el bullying tenga cabida en los colegios, como subrayó Laura Galán, premiada como Actriz Revelación por Cerdita y le importa que las personas con discapacidad sean consideradas desde todos los ámbitos, también desde el sexual, como reflexionó Telmo Irureta, actor revelación por La consagración de la primavera.

Y le intranquiliza que la salud mental sea el lujo que sólo unos pocos se pueden permitir, como señaló Clara Lago, copresentadora de una gala que pasará a la historia por ser tan rotundamente política –y no sólo por la nutrida presencia institucional, entre otros, cuatro ministros, un presidente del Gobierno y un aspirante a serlo que compartieron fila en la gala pero no posado en el photocall– como rebajada de decibelios. Y no cuenta en esta apreciación los de los números musicales que siguen siendo excesivos.

Hablamos del modo en que el cine español y sus nuevas voces, Rodrigo Sorogoyen, Alauda Ruiz de Azúa, por ejemplo, han entendido que deben hablarle al público, a los que estábamos sentados en las butacas y a los que desde casa atienden a una fiesta que tiene mucho de reflexión en voz alta, de termómetro de un país. Otra cosa es que a los políticos se den por aludidos.

 Y este país que hoy cuenta este cine proyecta su futuro en las mujeres, aunque el miedo sea que este empuje femenino sea flor de un día, como temen algunos de sus protagonistas.   

“Es un honor participar en una gala con tanto amor y fuerza femenina frente a la locura de los hombres”, confesó el francés Denis Menóchet al recoger su premio como Mejor Actor por As Bestas. Y lo cierto es que esta gala de los Premios Goya es, pese a las manos vacías con las que se va Carla Simón y Alcarrás –Oso de Oro en la Berlinale– la gala de todas las mujeres que habitan en nosotras, en nosotros.

Ha sido la gala de todas las mujeres que pasaron por la vida de Carlos Saura, las cuatro a las que quiso referirse de manera explícita su hijo Antonio Saura. “A veces se ha hablado de las mujeres de mi padre desde el cotilleo (…) y quiero reivindicar a las mujeres que han estado y han hecho de mi padre la persona que ha sido”, explicó ante tres mujeres, su hermana Ana, Eulalia Ramón, compañera los últimos 30 años de vida del director de Cría Cuervos, y Carmen Maura, protagonista de Ay, Carmela.

También ha sido la gala de las mujeres que inspiran vocaciones, como aquella Penélope Cruz en La niña de tus ojos que encendió la llama de una Clara Lago niña. 

'As bestas' se impone en unos Goya que reivindican la sanidad pública y se rinden ante Carlos Saura

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Ha sido, no en vano, la noche de todas esas mujeres que hacen cine español pese a las circunstancias, como la andaluza Manuela Ocón, jefa de producción de Modelo 77, representante de una tarea compleja, comprometida y vital en la viabilidad de una película.

 Y ha sido la noche, sin duda, de Juliette Binoche, Goya Internacional, la mujer que ha llevado al cine un poco de todas nosotras en los últimos 40 años y que ha madurado frente a la pantalla. “En ella caben todas las mujeres”, glosó Isabel Coixet al entregarle el premio. “La alquimia de la luz cuando rodamos es tan fuerte que siempre me dan ganas de seguir trabajando a pesar de los años”.

Será la madurez, que ilumina, ilusiona y serena.

Hace 20 años, en aquella gala de los Goya en la que el mundo del cine aprovechó para clamar contra la guerra de Iraq que el Gobierno de Aznar, con su mayoría absoluta, estaba bendiciendo, la filmografía de Antonio de la Torre andaba todavía encallada en papeles muy, muy secundarios en los títulos que entonces llegaban a la cartelera. Hombre en terapia en Te doy mis ojos o chico coro en Días de fútbol son algunos de sus papeles por entonces. Poco más registra Wikipedia de aquel 2003 en la carrera del intérprete.

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