El grito de Simone Veil contra los "falsos profetas" se hace cine: "Quien niega la memoria lleva a los jóvenes al odio"

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"Los que niegan la memoria llevan a los jóvenes por el camino del odio, del racismo, el antisemitismo y de la xenofobia. Ahora abundan los falsos profetas en Francia, en Europa y en el mundo. Llevarán a los más débiles por ese camino y de nosotros depende que fracasen". Con esta reflexión de la protagonista concluye Simone, la mujer del siglo, la película de mayor éxito del momento en Francia, con dos millones de espectadores en los cines de toda la República.

La protagonista de la historia es, claro, Simone Veil (Niza, 1927 - París, 2017), icono de la historia francesa del último medio siglo, que un lustro después de su muerte a los noventa años cuenta ya con un biopic a la altura de su calado y que, a la vista del éxito que está obteniendo entre público de todas las edades, está cumpliendo con creces el objetivo último de mantener su memoria viva más allá de la muerte. 

Y es que su vida, como suele decirse en tantas ocasiones en vano, sí que fue de película. Judía superviviente del Holocausto (en el que perdió a su madre, a su padre y a un hermano), fue liberada de Auschwitz en abril de 1945. Ni mucho menos podía imaginar entonces, con la vida deshecha por la crueldad del nazismo, que 73 años después sería enterrada en el Panteón de París tras un panegírico pronunciado por un futuro presidente de Francia llamado Emmanuel Macron.

Todo lo que ocurrió durante ese tiempo es de sobra conocido, pero recordemos. Regresó a Francia, estudió Derecho y comenzó una carrera judicial y política que le llevó a promulgar en 1975, como ministra de Sanidad y luchando desde el epicentro de una hostilidad furibunda, la Ley Veil que despenalizaba el aborto en Francia. Fue la primera mujer en presidir el Parlamento Europeo de Estrasburgo desde 1979 hasta 1982. Continuó después su vida política en la oposición antes de volver a ser ministra con Édouard Balladur, pasando de 1998 a 2007 a integrar el Consejo Constitucional de Francia.

Una vida heroica de lucha constante con todos los ingredientes para ser una gran epopeya cinematográfica, como ahora es, con dirección Olivier Dahan -director de La vida en rosa, otro aplaudido biopic sobre la vida de otro gran icono galo, Edith Piaf- y protagonizada por la ganadora de un Premio Cesar Elsa Zylbernstein. Precisamente el empeño de la actriz, también coproductora y que cultivó su amistad con Simone durante sus últimos años de vida después de conocerse allá por 2008, es el responsable último de todo lo que está sucediendo ahora en torno a su figura y la reivindicación de los valores de libertad, igualdad y fraternidad que sigue representando.

"Fue una guerrera, una luchadora alucinante. Aquellos que han vivido lo peor son los que más valor tienen", remarca a infoLibre Zylbernstein, quien añade que el espectador, conozca la historia real de Simone o no, en la gran pantalla puede ver la inspiradora historia de "una mujer que salió de la mierda más absoluta, del infierno, de lo más oscuro, para ir hacia la luz" y encontrar el camino para construir una carrera exitosa como pocas, en un mundo tan sobrado de testosterona como la política. 

Es por ello que afirma tajante Zylbernstein que "Simone Veil hizo el mundo un poco mejor" precisamente por ser "mujer condicionada" por lo que tuvo que vivir: "Tuvo una vida horrible y, sin embargo, escogió ayudar a los demás, lo cual me parece mágico. Está llena de empatía y todos sus combates son humanos, tanto por el aborto, por las prisiones, por la dignidad humana. Eso es lo alucinante. No está en la película pero ayudó también mucho a los colegios para niños muy pequeños. Es una mujer que ayudó muchísimo a los demás".

Bajo la batuta novelesca pero emotivamente humana de Olivier Dahan, el espectador disfruta de los evocadores y despreocupados recuerdos de una infancia en la riviera francesa. Pero también de los más terribles horrores de los campos de concentración nazis, mostrados en toda su crudeza. Y asiste desde la tribuna de invitados a los violentos debates parlamentarios en torno a la despenalización del aborto. "Eran 481 hombres y nueve mujeres. Ellos se comportaron de una manera inmunda, pero ella combatió y ganó", destaca la actriz, que se mimetiza totalmente con la política en la pantalla y también cuando fuera de ella habla.

Un combate que pudiera parecer superado en países como Francia, pero donde el ascenso de la ultraderecha parece mantener en jaque ciertos derechos que aparentemente se daban por hechos. Así lo concede Zylbernstein, para quien resulta "increíble" el acceso de los extremismos y que países como Estados Unidos o Polonia fueran a ir "tanto para atrás" en cuestiones como el aborto: "Por eso nos estamos convirtiendo en el mayor éxito en Francia con más de dos millones de espectadores, porque el eco es alucinante en todos los temas. Esta ya no es una película de época, es una película actual de este momento".

Casi diríase que caracterizándose como Simone, confiesa la intérprete que, "de una forma utópica", siempre había pensado que "el cine era político y que podía hacer cambiar las mentalidades", algo que ahora está comprobando en primerísima persona recibiendo centenares de mensajes de chicos y chicas jóvenes que le dicen que "quieren trabajar más en clase" en sus colegios e institutos y que quieren "cambiar el mundo". "Muchos no conocían la historia de Simone, pero cuando sales de ver una película así no vuelves a ser la misma persona", apostilla.

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Y aún continúa insistiendo en que "el cine es político y hacer una película tiene que tener un sentido". "Yo ahora solo quiero hacer películas que tienen sentido", asegura, al tiempo que defiende que "el cine tiene una misión porque, aunque sea con una comedia ligera, siempre puedes cambiar algo, da igual si la ven cien o diez mil personas. Además, es muy posible que el cine tenga una mayor facilidad a la hora de transmitir que un libro. Por eso tiene la misión de decir, de denunciar, de no olvidar". 

Se deja llevar Zylberstein con convencimiento en un alegato que es toda una declaración de intenciones y que le lleva a afirmar que "lo increíble es que cada generación no aprende nada de la anterior". "Mira el feminismo, siempre estamos empezando. Mucha gente lucha para que ciertas cosas no vuelvan a ocurrir, pero vuelven a ocurrir. Y yo, como actriz, siento que esa es mi misión también", confiesa, para luego recordar que Simone Veil estaba obsesionada con la "transmisión porque sabía, tras haber pasado por Auschwitz, que la gente olvida pronto". 

"Ahora me parece maravilloso ver a cuatro generaciones juntas en el cine viendo esta película. Eso me hace sentir que que hice bien en conseguir hacer esta película, porque de lo contrario podría haberse olvidado. El mundo tiene la memoria muy corta, pero opino que estamos en una época en la que la gente quiere la verdad, quiere películas sinceras con corazón. Por eso se está convirtiendo en la película de mayor éxito en Francia. Nunca sabes lo que quiere ver la gente, pero sí creo que la gente busca la verdad y un sentido a su vida. Por eso también creo que puede ir más al cine a ver esto que otras cosas más corrientes que pueden ver en televisión un domingo por la noche", termina.

"Los que niegan la memoria llevan a los jóvenes por el camino del odio, del racismo, el antisemitismo y de la xenofobia. Ahora abundan los falsos profetas en Francia, en Europa y en el mundo. Llevarán a los más débiles por ese camino y de nosotros depende que fracasen". Con esta reflexión de la protagonista concluye Simone, la mujer del siglo, la película de mayor éxito del momento en Francia, con dos millones de espectadores en los cines de toda la República.

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