Las clases medias en España

Modesto Gayo

Clase y política en España I (1986-2008) (Editorial Siglo XXI) estudia el concepto de la clase media desde la postransición española como punto de partida hasta la crisis económica de 2008. Aplicando el análisis de clase, Modesto Gayo, catedrático de sociología especializado en teorías de la clase media, desigualdad cultural o el estudio de las prácticas de la riqueza y de las élites, escribe un libro donde recoge factores históricos como el voto, las ideologías, las movilizaciones sociales o las actitudes políticas para mostrar un relato sobre el clasemedianismotras el establecimiento del conocido como régimen del 78. Con Alberto Garzón como prologuista, la publicación contribuye a la investigación de la historia de la democracia huyendo de las lecturas simplistas que muchas veces se ejercen sobre el presente. infoLibre publica un extracto de Las clases medias en España, cuarto capítulo de un libro que "mira hacia el interior para intentar descubrir las pautas más sobresalientes en el comportamiento que se han incluido dentro de la conocida clase media". 

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La política

En los estudios que en España se han realizado sobre la clase media ha sido frecuente no vincular a esta clase con una reflexión más amplia, normativa, de la sociedad. Ha sido común, en este sentido, que los análisis hayan tenido un carácter fuertemente descriptivo. Esto ha implicado que haya sido habitual que no se haya hecho el vínculo entre estructura social, y en particular clase media, y política. En otros términos, no siempre se plantea la pregunta: ¿a quién beneficia, entiéndase políticamente, la emergencia de la clase media o de la nueva clase media? Ello no significa que la relación entre política y clase media no haya sido motivo de interés en absoluto. Esta sección es una demostración de ello, para lo cual se presta atención a los autores que se han dedicado a esta temática, ya sea de forma central, como es el caso de Juan Jesús González y Miguel Caínzos, o de manera más tangencial, como es el caso, por ejemplo, de Rafael Feito y Javier Echeverría.

Antes de atender a la situación que caracterizó a la España de la segunda parte del siglo xx, parece conveniente preguntar de dónde se venía, o qué tipo de relación entre clase media y política estaba presente con anterioridad. No es mucho lo que se sabe, pero algo han apuntado algunos autores. Uno de ellos es F. Requena (2001), el cual sostiene que entre finales del siglo xix y la década de los treinta del xx no se puede hablar de una presencia importante de las clases medias y esto por dos razones. Por un lado, porque su peso numérico es poco relevante y es una clase todavía demasiado heterogénea. Por otro lado, porque los valores compartidos (liberalidad, secularización, consumo, entre otros) no serían los que años más tarde caracterizarían a las ocupaciones que compondrían esta clase, y que se irían adquiriendo desde principios de siglo. Para Requena, por tanto, desde una perspectiva que comúnmente es identificada como weberiana, e incluso se podría calificar de bourdieuana, las clases medias estarían definidas de forma fundamental por su estilo de vida, y este no surgiría plenamente hasta los años setenta del mismo siglo.

Tomando en consideración la propuesta anterior, no es difícil entender que Tezanos, más próximo a la tradición marxista, observe lo que sucedió durante la Segunda República como "un nuevo intento de control de la situación por parte de las clases medias, aliadas esta vez al proletariado", lo que indica que entiende que ya en este momento esta clase era un actor social importante, e incluso que lo había sido antes. A ello añade, continuando con esta interpretación, que "el miedo a una conmoción revolucionaria y la influencia de prejuicios religiosos dificultaron toda posible inclinación reformista en las clases medias, que acabaron aliándose con la alta burguesía y la oligarquía terrateniente para defender sus intereses y su ambiguo y amenazado estatus". En definitiva, estamos ante la argumentación que a menudo ha asociado a la clase media con el fascismo durante el periodo de Entreguerras, y que se basa en que se trata de una clase social con intereses propios, distintos a los del proletariado, y para cuya defensa se aliará con otras clases de forma contingente. Esto implica nada menos que es una clase que no adopta posturas necesariamente ni pro fascistas, socialistas, o democráticas, ni pro capitalistas.

Tras la Guerra Civil y la posguerra, existe un amplio consenso sobre el crecimiento de la clase media que se produjo principalmente con posterioridad al Plan de Estabilización de 1959 y la apertura y expansión económicas que propició. Este fenómeno de expansión cuantitativa de esta clase es común en la época a otros países occidentales avanzados. Sin embargo, en el caso español, si bien se asoció a la clase media con la estabilidad política y con una eventual o real democracia, no se identificó a esta clase con alternativas políticas volcadas hacia el cambio o la transformación social, como sucedió en buena parte de los países más desarrollados (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, entre otros).

Este desarrollo económico ha tenido una doble lectura en relación con el papel político de las clases medias. Por un lado, algunos autores han visto a estas clases bien como un soporte muy importante del capitalismo (Ortí, 1987), bien como un pilar social básico de la democracia (Ortí, 1987; Requena, 2001). Por otro lado, es posible identificar una postura que propugna que el desenvolvimiento económico y el crecimiento de las clases medias que lo acompañó generó una clase emergente muy heterogénea. Esto ha llevado a sostener que "cualquier pretensión de encontrar ahí un nuevo sujeto sociopolítico […] resulta vana, toda vez que la principal característica de estas nuevas clases medias no es otra que su heterogeneidad social y política" (González y Garrido, 2005). Por ello no debe sorprender que González (1992), refiriéndose a la "clase de servicio", afirme en otra investigación que su comportamiento político se caracterizaría por su "dispersión".

Si se presta atención a la primera perspectiva, la que vincula la democracia a la presencia de la clase media, es interesante observar que ha habido aportaciones que destacan esa relación, lo que se podría decir que a menudo sucede indirectamente o por comparación con la clase obrera. Esto es así porque esta última es caracterizada como más proclive al autoritarismo (Tezanos, 1975), lo que suponía en los años setenta que esta clase no lideraría la democratización del país. En este sentido, en otro texto también publicado en la época de la transición política a la democracia, encontramos la siguiente afirmación de San Miguel: "Diríamos […] que la clase media era […] extrañamente “roja” y el proletariado extrañamente conservador". Esto es históricamente muy importante porque permite visualizar la ambigüedad de la clase media. Si, por un lado, esta clase había sido relacionada con la respuesta conservadora que condujo a la Guerra Civil en los años treinta, en la que apoyó al bando sublevado supuestamente en defensa de sus intereses de clase; por otro lado, cuarenta años más tarde, sirvió de pilar para la superación de la dictadura y la consolidación de las instituciones democráticas. En esta misma lógica, quizá se podría decir, en conjunto con las tesis de los autores citados previamente, que el proletariado nunca fue democrático.

La segunda perspectiva, la que anula a la clase media como actor sociopolítico singular, se corresponde con dos patrones políticos que se le atribuyen. El primero consiste en afirmar que estamos ante una clase que propende a sindicalizarse en una medida menor que la clase obrera. Esto admite dos interpretaciones. Por un lado, tenemos la que estaría sosteniendo que lo que sucede es que los miembros de la clase media se afilian menos a sindicatos de trabajadores que los miembros del proletariado, optando de forma alternativa por la creación de sus propias organizaciones profesionales (González, 1992). Esto es propio de una reflexión desde los intereses de clase. Por otro lado, tenemos la lectura desde las actitudes y los valores, para la cual se estaría ante un conjunto de personas caracterizadas de forma destacada por su individualismo, lo que haría "que las clases medias sean poco propensas al asociacionismo profesional: resulta un hecho prácticamente universal el que la importancia numérica de los sindicatos de clases medias sea inferior a la de los sindicatos obreros" (Castillo, 1984). Además de esto, Castillo también habla de "la pasividad ante la movilización sindical mostrada por los profesionales asalariados" (1984: p. 367), lo cual se refiere a ocupaciones típicamente identificadas con la clase media.

El segundo patrón referido tiene que ver con el interés que se suscitó por el estudio de la diversidad del comportamiento político en el interior de la clase media. En el caso de que hubiese dudas sobre su unidad, como fue sugerido al hablar de heterogeneidad, la pregunta lógica era por sus grupos componentes. Es decir, ¿quiénes componen las clases medias? O, ¿cuáles son las divisiones que existen en su interior? En definitiva, ¿cómo se comportan las clases medias? Han sido varios los trabajos que han prestado atención, de forma más o menos central, a este tema, y a continuación hago referencia a cuatro de ellos, siendo el primero, la contribución de González, particularmente relevante tanto por su extensión como por el grado de detalle alcanzado en sus análisis.

J. J. González (1993) empleó algunos conceptos tomados de la obra de Gouldner, y ha defendido dos tesis diferentes. Por un lado, ha sostenido que no hay grandes diferencias de voto entre los diferentes grupos de la clase media. Por otro, afirma que dos grupos pueden ser identificados dentro de la misma: técnicos y humanistas, los cuales muestran un comportamiento político diferente. Los técnicos apoyan principalmente a la derecha, es decir, al Partido Popular (PP). Los humanistas muestran una mayor cercanía con posturas de izquierda, e incluso llegan a presentar un comportamiento "extremo", apoyando a Izquierda Unida (IU). La diversidad de orientaciones es asociada con la incapacidad de esta clase para desarrollar o hacer efectiva una estrategia conjunta, cuestión en la que destacarían, según este autor, las clases propietaria y obrera. También plantea que el comportamiento político de la clase media debe entenderse en el marco de la contraposición entre los sectores público y privado. En contra del patrón que ha llegado a ser ampliamente aceptado, los que trabajan en el sector privado estarían más inclinados a votar al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), mientras que la derecha y los partidos regionalistas se verían favorecidos por el desempeño laboral en el sector público. Este patrón es entendido como el resultado de un voto de castigo de los empleados públicos hacia el gobierno socialista. Además, afirmó que el PSOE perdió apoyo dentro de esta clase durante la década de los ochenta, lo que habría sido un efecto de las políticas que dicho partido desarrolló mientras estuvo en el gobierno, sobre todo motivado por el coste de las políticas redistributivas, que recaía de forma destacada en los miembros de la clase media. En el mismo sentido, Wert et al. (1993) mantienen que entre las consecuencias políticas para el PSOE del crecimiento y sostenimiento de servicios públicos y la cobertura social, se encuentra el perjuicio sufrido por los asalariados, los profesionales, y los pequeños y medianos empresarios. En consecuencia, al menos parte de la clase media se distancia del PSOE.

Para Caínzos, la relación entre clase y voto habría sido un rasgo permanente al menos durante el periodo 1986-2000. En sus palabras, "la presencia del voto de clase ha sido una característica relevante y bastante persistente del comportamiento de los electores españoles durante todo el periodo estudiado" (Caínzos, 2001). Si bien hay procesos de convergencia entre los electorados de los principales partidos del momento, en particular destacando en este sentido al PP, defiende que existirían bases sociales específicas de este partido e igualmente del PSOE e IU. A modo de síntesis, los propietarios y la clase de servicio de nivel superior o más elevado (la de tipo I) sufragan preferentemente a favor del PP; los trabajadores manuales u obreros votan de forma transversal, tanto industriales como agrarios, por el PSOE; e IU se vería beneficiado de un apoyo relativamente alto de la clase de servicio inferior o de tipo II, los no manuales altos y los manuales u obreros, pero excluyendo al trabajador agrario.

Por su parte, Feito distingue dos grandes grupos dentro de las clases medias, los directivos/supervisores y los expertos. Desde una perspectiva política, defiende su naturaleza cambiante. En periodos no electorales, los primeros serían moderadamente de derechas, mientras los segundos serían claramente de izquierdas. Sin embargo, en las elecciones, todos apoyan a la derecha. Ante este hecho, sostiene que la clase de servicio no puede ser considerada una clase social de izquierdas. En cualquier caso, tanto González como Feito coinciden en que la división del sector de empleo, público y privado, debe tenerse en cuenta para una compresión cabal de la heterogeneidad observada en el comportamiento de las clases medias.

Una aportación adicional es la que atendió a la importancia de la movilidad social para entender el comportamiento político, en la cual el trabajo de Echeverría (1998) ha sido destacado. Si bien deja claro que la clase presente del entrevistado tiene una influencia preponderante en su posicionamiento político, subraya asimismo la necesidad de incorporar a la clase de origen para alcanzar una explicación más completa del mismo. Propugna el principio de que los individuos son "tanto más conservadores cuantos más recursos posee la clase de procedencia" (1998). Dicho de otra manera, refiriéndonos a las nuevas clases medias, la probabilidad de que su comportamiento pueda ser catalogado como "radicalismo de izquierdas" se incrementa en la medida en que sus miembros tienen padres que fueron trabajadores manuales o, en otros términos, pertenecieron a la clase obrera. Haciéndose eco de las tesis de Goldthorpe, el hecho de que la formación de esta clase sea reciente y ello haya ido de la mano de un reclutamiento heterogéneo, habría tenido un fuerte impacto en este grupo social.

De las contribuciones previamente expuestas, se puede derivar que históricamente, si bien sin ser una postura mayoritaria en la literatura española, ha sido postulada la existencia de un vínculo entre la estructura social (y en particular la clase media) y la política, y que este ha diferido en su forma a lo largo del tiempo. No obstante esta preocupación o interés, como se ha podido observar, no ha sido demasiado lo que se ha escrito sobre los diferentes grupos que componen la clase media. Ello ha provocado que haya una insuficiencia de conocimiento que el presente estudio intenta subsanar. Es por esta razón que uno de los principales objetivos de este es mirar hacia el interior de esta clase e intentar descubrir las pautas más sobresalientes en el comportamiento de los grupos ocupacionales que se han incluido dentro de la conocida "clase media" durante el periodo 1986-2008 en España.

Clase y política en España I (1986-2008) (Editorial Siglo XXI) estudia el concepto de la clase media desde la postransición española como punto de partida hasta la crisis económica de 2008. Aplicando el análisis de clase, Modesto Gayo, catedrático de sociología especializado en teorías de la clase media, desigualdad cultural o el estudio de las prácticas de la riqueza y de las élites, escribe un libro donde recoge factores históricos como el voto, las ideologías, las movilizaciones sociales o las actitudes políticas para mostrar un relato sobre el clasemedianismotras el establecimiento del conocido como régimen del 78. Con Alberto Garzón como prologuista, la publicación contribuye a la investigación de la historia de la democracia huyendo de las lecturas simplistas que muchas veces se ejercen sobre el presente. infoLibre publica un extracto de Las clases medias en España, cuarto capítulo de un libro que "mira hacia el interior para intentar descubrir las pautas más sobresalientes en el comportamiento que se han incluido dentro de la conocida clase media". 

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