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Arte

Edvard Munch, más allá de la angustia

'El artista y su modelo' (1919-21), de Edvard Munch. Munch-museet de Oslo.

"¿Edvard Munch? El gritoEl grito", responde media docena de visitantes al Museo Thyssen de Madrid. Cuando se les pregunta si conocen alguna otra obra del artista noruego, todos callan. "Munch es mucho más que El grito", sentencia el vídeo promocional de la exposición Edvard Munch. Arquetipos que recoge sus reacciones. Quiere demostrar así el museo cómo el pintor y grabador ha sido reducido a su obra más famosa, y cómo es necesario liberarle de lo que los comisarios consideran una asimilación "simplista". El cuadro, de hecho, no está en la exposición que acoge la institución entre el 6 de octubre y el 17 de enero más que en forma de litografía. Y, sin embargo, sigue acaparando la conversación. 

"Se ha producido una iconización de su producción en una sola imagen hasta el punto de que El grito disfruta del dudoso honor de haberse convertido en un emoticono. Pero reducir a Munch al pintor de la angustia es una simplificación", defendía Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, en la presentación de la exposición el pasado lunes, la primera sobre el autor celebrada en Madrid desde 1984. Algunos detalles sobre su vida, repetidos hasta convertirlos en los rasgos definitorios de su obra, se han sumado a la construcción del mito. Incluso la nota del periódico ABC que glosaba dicha muestra hace ya 30 años insistía: "La vida del pintor noruego Edvard Munch (Löiten, 1863-Ekely, 1944) puede ser la mejor introducción al entendimiento de su obra". 

Una infancia miserable (su madre y hermana murieron de tuberculosis cuando él era niño), adicciones (al alcohol, cumplidos los 40 y durante un breve período de tiempo) y enfermedad mental (fue hospitalizado en esa misma época durante ocho meses) fueron los ingredientes perfectos para que pasara a formar parte de la categoría de genios malditos, alimentada sin cesar desde el siglo XIX. "Al igual que les ha ocurrido a otros artistas como Van Gogh [una muestra en el Van Gogh Museum de Ámsterdam une a ambos autores hasta enero], al arte de Munch se le ha atribuido toda una colección de mitos estereotipados. Se ha construido así una imagen de artista deprimido, enfermo, alcohólico, solitario y psicológicamente perturbado que tuvo una infancia desgraciada y odiaba a las mujeres", explica en el catálogo Jon-Ove Setihaug, director del Munch-museet de Oslo, dedicado por completo al artista. 

La exposición se dedica, en gran medida, a tratar de romper con esa idea dando a conocer otras facetas del genio. "Llegó a cumplir los ochenta y, aunque pasó por dificultades económicas cuando era niño, su familia tuvo un papel destacado en la cultura noruega", matiza Steihaug, que señala también el prolífico trabajo del autor y la repercusión que llegó a alcanzar en su propio país. "Sería engañoso adoptar, como única perspectiva sobre su obra, la idea de que fue un artista afligido", remarca. Se ha repetido que el grueso de las obras de interés del artista se realizaron antes de ser tratado de su enfermedad mental (trastorno bipolar ha sido el diagnóstico más mencionado a posteriori), pero escribió y produjo durante toda su vida. Tras su muerte, las autoridades encontraron en su estudio más de 1.000 cuadros, 4.400 dibujos y 15.300 grabados. 

Sin El grito entre las 80 piezas de la muestra, y teniendo que competir con la exposición de Ámsterdam —que sí incluye la primera de las cuatro versiones del pastel sobre cartón que va asociado al nombre del noruego—, el Thyssen opta por analizar el universo temático y técnico de Munch. La visita se articula en torno a nueve secciones que se corresponden con "los temas que le obsesionaron", según la comisaria Paloma Alarcó: Melancolía, Muerte, Pánico, Mujer, Melodrama, Amor, Nocturnos, Vitalismo y Desnudos. En cada una de ellas se unen obras tempranas y tardías para realizar un viaje del "pintor sintético y simbolista al expresionismo", y explorando "la repetición temática y la experimentación técnica" del artista. La mitad de ellas provienen del Munch-museet,  y el resto de una veintena de prestadores públicos y privados. 

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"Como ocurría en el teatro de Ibsen o Strindberg [con quienes colaboró], Munch investiga una nueva fórmula artística a través de un sistema de metáforas y de personajes y acciones arquetípicos, y para ello hace uso de determinados recursos pictóricos e iconográficos codificados y de unas relaciones espaciales supeditadas a la expresión de emociones", explica Alarcó en el catálogo. Munch supo explicar su ruptura con el naturalismo, sintetizar su aportación al arte, en el Manifiesto de saint-Cloud (1889): "No debemos pintar más interiores con gente leyendo o mujeres haciendo punto. En el futuro hay que pintar gente que respite, sienta, sufra o ame". Los textos que redactó durante toda su vida (se consideraba al menos tan escritor como pintor) enriquecen las obras expuestas. 

'Asesinato' (1906), Edvard Munch. / Munch-museet

La melancolía se encarna, según Munch, en la presencia de una o varias figuras humanas en la quietud de la naturaleza. La muerte toma la forma de la visita de adultos de luto a la cama de una niña enferma. El pánico es un grito, o una multitud silenciosa bajo un cielo de sangre. El amor es un beso que funde a los amantes, o el mordisco de una mujer vampiro. En su recurrente habitación verde, retratada en varios óleos expuestos en la muestra, no hay ni rastro de la atmósfera del hogar burgués. Los títulos: Celos, Deseo, Asesinato.  "Como Leonardo da Vinci diseccionó cadáveres y estudió los órganos internos del cuerpo humano, yo intento diseccionar el alma", dejó escrito en sus diarios.

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