"Desde 1958, en Madrid, cuando se expusieron 81 obras de 17 artistas, no se había reunido una colección de tal magnitud", explica Lucía Aguirre, una de las comisarias de Expresionismo abstracto, la muestra que acoge el Museo Guggenheim de Bilbao hasta el próximo 4 de junio. "Aunque esta es más ambiciosa, porque la combinación sala-artista es algo muy difícil de repetir en el mundo del arte", añade. La muestra, organizada por la Royal Academy of Arts de Londres en colaboración con el centro vasco, recoge más de 130 pinturas, dibujos, esculturas y fotografías130 pinturas procedentes de colecciones públicas y privadas de todo el mundo: "Ha habido monográficas de Pollock u otros autores, pero una exposición sobre el movimiento no se había reunido desde entonces".
Encuadrada en el 20º aniversario del museo de Bilbao, la exposición es el estudio más profundo realizado en los últimos sesenta años sobre el iconoclasta movimiento surgido tras la Segunda Guerra Mundial y está considerada la muestra más importante de este año de celebraciones. Las 33 figuras más relevantes del expresionismo abstracto norteamericano —entre las que se encuentran Jackson Pollock, Mark Rothko o Willem de Kooning— están representadas en el museo y, gracias a la magnitud de los espacios, cada uno de ellos ha tenido su protagonismo en las salas, señala Aguirre. En 1950, Pollock afirmó "La pintura abstracta es abstracta", y la intensidad del encuentro (artista-visitante) se magnifica en función del espacio que acoge a la obra, como sucede en la Capilla Rothko, en Houston, o bien, en las magníficas salas de Guggenheim.
El expresionismo abstracto fue algo más que un fenómeno artístico, se puede considerar un profundo movimiento sociopolítico nacido en Nueva York en 1930, que eclosionó en la década de los cincuenta y se convirtió en una tendencia artística internacional. Una tendencia llena de color y fuerza expresiva que encontró la inspiración en el arte primitivo, el Romanticismo alemán, el cubismo o el surrealismo. Un acto espontáneo no surgido de la razón, sino de la acción corporal dinámica. A diferencia del cubismo o del surrealismo, que le precedieron, el expresionismo abstracto se nutre del azar. La libre expresión de la personalidad individual de los creadores es la clave de este movimiento transgresor. Artistas que se sintieron a su vez influidos por grandes maestros como El Bosco o Rembrandt. Obras de tamaño colosal que buscan la interacción del espectador, que tiene la misión de terminar el mensaje que desprenden.
Cromatismo limitado
"El blanco también es un color", explica la comisaria de la muestra, Lucía Aguirre, que ha trabajado junto a Edith Devaney y David Anfam. Y también el negro, que esconde toda la paleta cromática, si se realiza un juego de observación constante y que aparece representado en PH-247, de Clyfford Still. "Este cuadro ha salido por primera vez, junto a otras ocho obras, del museo situado en Denver y dedicado a la figura del artista", explica el director de Guggenheim Bilbao, Juan Ignacio Vidarte. Still fue un escapista convencido, que solo vivió en Nueva York 12 de sus 75 años, lo que influyó directamente en su originalidad, y decidió donar toda su extensa colección a la ciudad de Denver en forma de lienzos enrollados que hubo que descubrir progresivamente.
Still utilizaba una técnica que otros artistas compartirían y que explica Lucía Aguirre: "Con la trementina quitaba el aceite de la pintura, dejaba el pigmento muy denso, pintaba muchas capas y conseguía superficies aterciopeladas, totalmente planas". Junto a la luz (blanco) o a la ausencia de ella (negro), los colores primarios, magenta, amarillo y cian, comprenden todo el campo de la paleta expresionista.
Artistas de primera y de segunda... generación
"Se han utilizado los términos expresionistas abstractos de primera y segunda generación, con ciertas connotaciones negativas, en el segundo caso". Aunque muchos de ellos hayan creado una obra tan potente como los de la primera generación y existan artistas ubicados entre las dos generaciones, como Joan Mitchell, que emigró a Francia. De ella se muestran obras como Te saludo, Tom, dedicada a un amigo de la autora fallecido, o Mandres, de 1961, una pieza preciosa perteneciente a una colección particular. "Ella es una de esas figuras poco conocidas que tiene mucho que decir", añade Aguirre. La idea que separa la pintura de campos de color de la de campos de acción es una mitificación, porque se producen mezclas entre ambos campos. Pollock dejaba caer la pintura y goteaba para que la mancha quedara perfecta, mientras que Helen Frankenthaler hacía que el lienzo absorbiera la mancha y por eso quedaban los colores tan difusos.
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Hablar de expresionismo abstracto es reconocer la potencia visual de Jackson Pollock, Mark Rothko y el holandés Willem de Kooning. Pollock está considerado el adalid del expresionismo abstracto y con el mural que pintó para la mecenas y coleccionista Peggy Guggenheim en 1943, presente en la muestra de Bilbao, marcó un hito y encabezó la historia del movimiento, promoviendo que Rothko y Gorky realizaran lienzos monumentales un año después. Pollock experimentó la garantía del personal proceso pictórico hasta marcar su estilo característico a finales de la década de los cuarenta, y el museo de Bilbao presenta en esta gran exposición ocho obras del carismático autor. Una de las piezas más singulares de Rothko, que rechazó poner nombre a sus creaciones, es Sin título 1952-53. Perteneciente a la colección del Museo Guggenheim Bilbao, representa una pared de luz de tres tonos que responde a su obsesión por mostrar los sentimientos humanos, utilizando la fuerza dramática del color. "Tragedia, éxtasis, fatalidad; personificaciones abstractas de poderosos sentimientos humanos", en palabras del artista.
Philip Guston sirve para concluir la exposición pictórica, que dedica una última sala a la desconocida fotografía expresionista. Guston conoció en los setenta a los Pollock, en California, y vivió con ellos en Nueva York. Esta pieza supone el retorno a la figuración y cierra el ciclo; posteriormente llegaría el minimal y el pop art. "Durante el período en el que ellos fueron la clave de la historia del arte, no estaban muy reconocidos", concluye Aguirre. La exposición pretende recuperar la destacada importancia de una generación postbélica que desplegó sus angustias existenciales, se apoyó en el psicoanálisis y exteriorizó sus sentimientos a través de la libertad que el arte confiere.
"Desde 1958, en Madrid, cuando se expusieron 81 obras de 17 artistas, no se había reunido una colección de tal magnitud", explica Lucía Aguirre, una de las comisarias de Expresionismo abstracto, la muestra que acoge el Museo Guggenheim de Bilbao hasta el próximo 4 de junio. "Aunque esta es más ambiciosa, porque la combinación sala-artista es algo muy difícil de repetir en el mundo del arte", añade. La muestra, organizada por la Royal Academy of Arts de Londres en colaboración con el centro vasco, recoge más de 130 pinturas, dibujos, esculturas y fotografías130 pinturas procedentes de colecciones públicas y privadas de todo el mundo: "Ha habido monográficas de Pollock u otros autores, pero una exposición sobre el movimiento no se había reunido desde entonces".